miércoles, 5 de diciembre de 2012

La nueva Ley de Educación de Wert

JORDI PUJOL


El Periódico




Como país y como sociedad Catalunya vive un tiempo de gran trascendencia. Y de gran gravedad. La ofensiva contra la viabilidad de Catalunya como país con una economía dinámica, como una sociedad equilibrada e integradora y como identidad de lengua, cultura y conciencia colectiva está encendida. A fondo.

Desde este espacio hemos advertido desde hace tiempo que se acercaba ese momento decisivo. Ya estamos en él. Y el ataque se produce con toda la amplitud del frente.

Unos niños meriendan en una sala de Itaca, en el barrio de la Torrassa de L'Hospitalet, poco después de salir de la escuela. ferran nadeu
La asfixia financiera. Y el consiguiente deterioro del Estado del bienestar en un grado que dificulta la calidad de la vida, la convivencia, la integración y la cohesión.

La constante aplicación a la baja de las competencias autonómicas. El ataque a fondo contra la lengua, especialmente en la enseñanza, donde el Gobierno español quiere rebajar la categoría del catalán --"lengua propia y cooficial de Catalunya"-- en la categoría de lengua no esencial. Con clara voluntad de dificultar la integración de la inmigración.

Todo ello utilizando todo tipo de medios. Con una radicalidad total. Con clara voluntad de destrucción.

El resultado de las elecciones de hace 10 días, por un lado, son una respuesta firme contra esta política. Lo son por el grueso de votos hostiles a esta política. Por el grueso más numeroso que nunca, y por el grado de determinación con que se expresan. Pero, por otro lado, permite un intento de introducir confusión e inestabilidad en la política catalana.

Se impone una reflexión muy seria. Hay que entender bien cuál es el objetivo de la ofensiva estatal. Y evitar darle ningún tipo de facilidad, aunque sea por irreflexión o inmediatismo táctico. Y se impone una reacción política. Que es posible vista la relación de fuerzas que se desprende de las elecciones del 25-N. Una reacción patriótica. Y más allá de la política se impone que cada uno ocupe bien su lugar y haga bien el trabajo de cada día.

En el mundo de la empresa. En el campo de la cultura y de la ciencia. En el del compromiso social. En el de todo lo que facilite la convivencia y la cohesión. En lo que dependa de cada uno en el buen funcionamiento de la Administración. En todas partes es preciso que ahora sople un viento de sentido de responsabilidad, de pasión por el trabajo bien hecho, de voluntad de ser, de conciencia del bien común...

Es decir, es necesario que en Catalunya haya una consigna de movilización moral. Volvemos a necesitar esa mentalidad del "no nos moverán", del espíritu de resistencia contra el abuso y contra la voluntad de irnos residualizando. Es necesario un espíritu mezcla de fortaleza y de esperanza. Como en los momentos más difíciles.

Volvemos a los tiempos de la resistencia porque contra nosotros se ha vuelto a despertar el espíritu hostil que quiere nuestra residualización, nuestra gradual pero acelerada e implacable anulación. Volvemos, por tanto, a la época en que nuestras armas deben seguir siendo políticas y económicas, pero también --y con especial importancia-- culturales y morales.

En la época en que ya no sirve ser ni más listo ni pícaro, sino sólido, paciente y comprometido.

Cada cual en su sitio y haciéndolo bien.

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