martes, 4 de diciembre de 2012

La gran patronal se dispone a destruir a la pequeña y mediana empresa española que crea empleo


JUAN TORRES LOPEZ


Rebelión



Me atrevería a decir que la figura del empresario ha sido tradicionalmente mal entendida y considerada por las izquierdas, los sindicatos y, en general, los movimientos sociales "progresistas". Habitualmente se identifica empresario con capitalista y a éste con la explotación del trabajo (en el sentido estricto de apropiación de una parte del valor generado por los asalaridos) que efectivamente conlleva el uso del trabajo asalariado en las economías capitalistas, cuando en puridad no tienen por qué ser equivalentes.

La figura de los empresarios y su distinta naturaleza

Los empresarios son mucho más que eso, o menos; es decir, algo diferente. La prueba de ello es que en cualquier otro sistema social existirían o que en nuestra sociedad capitalista los hay en empresas de propiedad colectiva, como las cooperativas o las sociedades anónimas laborales, o en miles de empresas individuales o pequeñas en las que es muy forzado hablar de dominio del capital sobre el trabajo asalariado.

Con esto que acabo de señalar no quiero decir que los intereses "de clase" de empresarios (sea cual sea su naturaleza y suponiendo -que es mucho suponer- que solo haya una "clase" de empresarios) y los de los trabajadores tengan que ser idénticos, como tampoco lo son los de los diferentes segmentos que se se pueden encontrar dentro de la propia clase trabajadora.

En cualquier caso en texto breve no me propongo hacer un análisis de la naturaleza social del empresatiado sino que solo quiero señalar que la incomprensión del papel del empresario, que lo identifica exclusivamente con capitalista generador de explotación (insisto, no en un sentido caricaturizado sino como sujeto que se apropia del trabajo que no retribuye de otra persona) provoca dos efectos que me parece que son muy negativos. Uno, que se mete en un mismo saco a categorías de empresarios muy distintas. Y no me refiero a que haya, como a veces se quiere caricaturizar, empresarios "buenos y malos" (que los hay) sino a algo que no tiene que ver con ningún juicio moral sino con su función social y su posición de clase. Así, creo que es un grave error, por ejemplo, no disintiguie entre empresarios individuales, pequeños o grandes, propietarios o no propietarios de más o menos capital o de un tipo u otro de éste, de empresas productivas o especulativas, financieras o industriales, de empresas competitivas o de oligopolios o monopolios, de empresas cooperativas o de propiedad privada, etc.

El segundo error es que creo que al simplificar la naturaleza de la función social del empresario, limitándola a la de explotación del trabajo asalariado, se soslaya que una gran parte de los empresarios han desarrollado a lo largo de la historia y sigue desarrollando una función esencial como innovadores, dirigentes y organizadores de la actividad productiva que contribuye muy positivamente al bienestar y al progreso social (lo que, naturalmente no debe entenderse en el sentido de que la única forma de lograr el bienestar y el progreso social sea haciendo recaer esas funciones solo en los empresarios capitalistas y ni siquiera solo en los empresarios porque la empresa en su sentido más puro no puede funcionar sino como un sistema que requiere la función directiva u organizativa pero también la que desarrollan el resto de los sujetos que forman parte de ella y, como se demuestra en las de propiedad colectiva que funcionan muy eficientemente, incluso la dirección y la organización pueden llevarse a cabo de forma colegiada sin que así se resienta la eficacia, la rentabilidad o su buen funcionamiento en general.

Finalmente, me parece que ambos errores llevan a una situación que debilita mucho a las propias clases trabajadoras. Por un lado, a veces les impide entender que la consecución de su propio bienestar y liberación están vinculados en realidad al desarrollo de las empresas, es verdad que casi en total medida a nuevos tipos de empresas muy distintas a las que suelen predominar en las economías capitalistas. Y la consecuencia es que las clases trabajadoras luchan por mejorar su situación pero desentendiédose a la hora de la verdad de las fuentes de riqueza que pueden garabtizarla. Algo que, también es verdad, no siempre ocurre pues en muchas ocasiones, en las que son ejemplares y han de tomarse como referencia, la lucha por mejorar las condiciones de vida de los trabajasdores va acompañada de la puesta en marcha de nuevas experiencias (empresariales) de organización de la producción y del trabajo no dependientes del capital que está en manos de otros.

Otra consecuencia lamentable es que limitándose a demonizar al empresariado en su conjunto no se pueden hacer alianzas con cpas empresariales que en un momento dado tienen los mismos problemas y objetivos que las propias clases trabajadoras.

Y me parece que esto último está ocurriendo en estos momentos y especialmente en España cuando el capitalismo se ha hecho oligopolista y muy concentrado en torno a grupos de poder empresariales y financieros dominados por una oligarquía cuyos intereses son realmente tan ajenos a los trabajadores como a los de la gran mayoría de los empresarios pequeños, medianos o individuales.

Los grandes oligopolios y las finanzas especulativas, contra toda la sociedad

Esta crisis nos está poniendo de manifiesto, por ejemplo, que la viven de modo muy distinto los diferentes tipos de empresas. Sin ánimo de ser exhaustivo y sin poder desarrollar aquí un análisis detallado creo que, al menos y para el propósito que tiene este texto, se podrían distinguir tres grandes gruposde emprrsas y, por tanto, de problemas e intereses empresariales (dentro de los cuales se podrían considerar desde luego, otros igualmente significativos).

Por un lado están la banca internacional (que crea dinero bancario cada vez que genera deuda concediendo créditos), los grandes fondos de inversión y las grandes corporaciones que tienen mucha liquidez proveniente de sus grandes beneficios y además capacidad para crear dinero financiero (lo que significa que pueden financiar sus grandes inversiones creando sus propios títulos o activos que les sirven como medios de pago sin necesidad de recurrir al crédito habitual que dan los bancos). Estas son las empresas que han creado la crisis a base de moviliar con mucho peligro esos recursos financieros que ellas mismas crean y multiplican sin cesar. Han expandido un ámbito financiero muy lucrativo cada vez más ajeno a la actividad productiva (casi 75 veces mayor que ella) pues está centrado centrado en el intercambio de papel en el universo monetario en donde desarrollan una constante actividad de especulación financiera. Así obtienen una gran rentabilidad y mucho poder político, aunque generando un gran peligro para el conjunto de la economía. Primero, porque esa especulación conlleva un gran riesgo al no tener base real alguna y basarse en la constante fluctuación y en apuestas exageradas y, segundo, porque al derivar preferentemente los recursos a la circulación financiera se restringen los que van a la actividad prductiva, a la economía real, creadora de bienes y servicios y de empleo. Por eso este fenómeno de hiptertrofia de lo financiero esté vinculado a crisis constantes y a fases de menor actividad, menor empleo y rentas procedentes de la actividad productiva más bajas. Pero de las que estas grandes empresas pueden salir gracias a su gran poder ya que, como se ha puesto de moda decir, son "demasiado grandes para caer". De hecho, aunque fueron las que provocaron la crisis, su enorme poder político les ha permitido sobrevivirla y salir de ella incluso en mejores condiciones que antes de que se produjese

Por otro lado están las grandes empresas que aunque no tienen exactamente el mismo privilegio de crear dinero del que gozan las anteriores, tienen sin embargo un enorme poder de mercado, una demanda global o en un número amplio de países prácticamente asegurada, gran capacidad para desplazarse de un país a otro y, también como las primeras, suficiente poder como para haber podido externalizar gran parte de sus funciones o de la mano de obra y para conseguir tratos de favor de los gobiernos y las autoridades reguladoras.

Para la inmensa mayoría de este segundo tipo de grandes empresas globales o que no dependen de lo que ocurra en un mercado concreto, la crisis no ha sido un contratiempo. Aunque hayan podido sufrir inicialmente el impacto, lo cierto es que no han dejado de ganar miles de millones de dólares, como ponen de relieve sus cuentas y el gran aumento de la diferencia entre rentas e capital y del trabajo que se a prodiucido en estos últimos años de crisis. En España, el reparto de dividendos en las empresas cotizadas (las que a grandes rasgos formarían parte de estos dos grupos han batido niveles record en los primeros once meses de 2011, 33.247 millones de euros, lo que supone un 45% más respecto al mismo periodo de 2010 ( http://economiavanzada.blogspot.com/2011/12/la-retribucion-accionistas-bate-record.html).

Estas empresas (pensemos en Telefónica, Repsol o las grandes cadenas de distribución) viven la crisis sin demasiado sobresalto porque, como he dicho, disponen de gran liquidez propia o porque tienen acceso privilegiado a las fuents de crédito, de modo que el racionamiento que se ha producido apenas les afecta o les afecta en escasa medida. Además, porque ofrecen bienes y servicios que resulta más difícil que los consumidores dejen de utilizar y porque, en todo caso, la pérdida de ventas que puedan tener en algunos países como consecuencia de la caída en la demanda que lleva consigo la reducción de ingresos y el desempleo, la pueden compensar con relativa facilidad moviéndose de un lado a otro del planeta gracias a su gran dimensión y a las leyes que permiten su plena libertad de movimientos, establecias precisamente para que puedan sortear estas amenazas y puedan rentabilizar más fácilente sus capitales.

No hay que olvidar, por otro lado, que estas son las empresas dirigidas por los empresarios que forman parte de la oligarquía financiera, económica y política, de las grandes familias de los distintos países que llegan a sus consejos de administración unas veces por herencia, otras porque vienen de otras grandes empresas de su propiedad o (como es el caso de las emresas privatizadas en España) porque forman parte del entramado que mueve al mismo tiempo los hilos de la política y la gran empresa.

Un hecho muy importante a destacar es que estos dos grupos de empresas son las que menos empleos crean. Es más, son las que, a pesar de haber obtenido beneficios multimilonarios, han destruido un mayor número de puestos de trabajo en los últimos años, bien enviando directamente al paro a sus plantillas, bien obligando a que los trabajadores despedidos creen ellos mismos otras empresas con las que ahora negocian en condiciones mucho más favorables las condiciones de produción y trabajo.

Finalmente, hay que distinguir las miles de pequeñas y medianas empresas, en la mayoría de los cuales los empresarios que están al frente perciben ingresos que a veces ni siquiera son más elevados que los que tienen profesionales de mediano nivel que trabajan en las empresas anteriores o como independientes. Estas son las empresas y los empresarios que crean aproximadamente entre el 80% y el 90% del empleo, no solo en España sino en toda Europa.

Según un informe de la OCDE, en 2008 el 90% del empleo lo generaban en España las empresas de menos de 20 trabajadores e incluso fueron las "miniempresas" las que lograban aumentar los contratos fijos y reducir el empleo temporal, a diferencia de lo que han venido haciendo las grandes empresas.

La extraordinaria presencia de las pequeñas y medianas empresas en la economía se pone de relieve en los datos que proporciona el Directorio Central de Empresas (DIRCE) del Instituto Nacional de Estadística:

- El 81% de las empresas en 2010 tenía menos de 3 asalariados y solo el 2,3% tenía más de 20 empleados.

- El 99,2% de todo el empleo existente en España radicaba en ese año en empresas de menos de 50 trabajadores y el 80% en las que tienen menos de 3 trabajadores.

El 50% de las empresas españolas no tienen emplados, de modo que los empresarios que las dirigen no explotan a nadie más que a ellos mismos para obtener beneficio.

Pues bien, el problema dramático que a mi modo de ver está ocurriendo en la economía española es que los dirigentes que dominan las patronales defienden, bien por ceguera ideológica o por connivencia con los intereses de las grandes corporaciones, posiciones y políticas económicas y laborales que perjudican extraordinariamente a las pequeñas y medianas empresas y que solo benefician a las grandes, a las que, como he dicho, no tienen como objetivo ni como necesidad la creación de empleo y las que gozan de posiciones de privilegio en el mercado nacional e internacional a diferencia de las pequeñas y medianas que son muy dependientes de lo que pase en el mercado interno. Y lo dramático es que, en esta situación, las clases trabajadoras, los partidos que desean representarlas y las organizaciones sindicales, en lugar de aliarse con esta inmensa masa de empresarios pequeños y medianos que tienen esa extraordinaria capacidad para crear empleo, que en esta crisis están sufriendo los mismos problemas que afectan a los trabajadores y a los grupos de población de menor renta (la falta de financiación y de demanda que provoca el paro y la deuda), y que para colmo son fundamentales para cambiar el modelo productivo dominante y que es insostenbile, en lugar de ello, le dan la espalda e incluso siguen demonizando a los empresarios en su conjunto cuando hay unos, los grandes y privilegiados que provocan la crisis y luego se aprovechan de ella, y otros que la sufren en la misma medida o a veces incluso mayor que los propios trabajadores, porque no solo están perdiendo su puesto de trabajo sino también todo su patrimonio.

Y así, cuando no se proyecta un discurso que sea capaz de hacer alianzas amplias entre todos los sectores sociales que están sufriendo los mismos problemas, es cuando se pueder consolidar el que hacen los grupos oligárquicos privilegiados para imponer las medidas que a ellos les convienen como si fueran favorables para el conjunto de la población.

La consecuencia es que, sin respuesta alternativa y sin alianza entre ambos, los miles de pequeños y medianos empresarios que están siendo literalmente arruinados por las políticas favorables a las grandes empresas suscriben los discursos de los políticos y, particularmente, de la patronal que las defienden; y, por otra parte, que los trabajadores no disponen de la fuerza que les permita hacer frente a los verdaderos causantes de sus problemas. Y así ambos sufren los efectos devastadores de las políticas neoliberales que simplemente vienen a reforzar a los grandes poderes oligárquicos de las grandes empresas y de los financieros.

Las propuestas de la patronal española

Como es sabido, los dirigentes de la patronal española vienen reclamando una serie de medidas económicas muy clara y repetidamente expuestas por todo tipo de medios e intermediarios a los gobiernos y a la sociedad:

- Bajadas de impuestos directos y sobre las rentas más elevadas, así como de las cotizaciones sociales que obligan a llevar a cabo recortes de gasto público.

- Privatización de servicios públicos o de las pensiones con la excusa de que esos necesarios recortes no permiten suministrarlos con la calidad suficiente.

- Reducción de salarios con la excusa de que solo así será posible obtener más beneficios y poder invertir más para crear empleo.

- Flexibilización de las normas laborales con la excusa de que solo así será posible contratar a los trabajadores y aumentar el empleo.

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