viernes, 27 de junio de 2014

Recuperar la democracia

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Buenos días a todos y a todas,
Un placer estar aquí con ustedes. Soy consciente de la cierta expectación que ha causado mi presencia en un lugar como este, el Hotel Ritz. Parece que algunos solo me imaginan entrando aquí con un grupo de militares, para nacionalizar el hotel, expropiar los visones a las señoras y los relojes a los caballeros. Pero los que me conocen saben que rara vez digo que no a una invitación a dialogar, a discutir, a debatir. Y para mí es un placer poder estar aquí, poder proponerles una serie de cuestiones para que discutamos y dialoguemos.
Creo ademas que hacer una conferencia aquí, en la que voy a hablar del poder financiero, en la que voy a hablar de en lo que se ha convertido la UE, de los resultados de las políticas de austeridad en España, tiene en este escenario un lugar idóneo. He visto en Internet que en este hotel hay habitaciones que cuestan 690 euros, 720 con desayuno, y si se trata de una de lujo, 1.180 euros. Al tiempo que, según Infojobs, un ayudante de cocina aquí cobra 1.200 euros. Este hotel es una magnífica representación de las contradicciones sociales que vive Europa del sur y el lugar ideal, insisto, para hacer una conferencia como esta.
Mientras yo hablo desde esta tribuna, seguramente hay periodistas, reporteros, camarógrafos o cámaras de televisión que no llegan a los 1.000 euros al mes, mientras que, seguramente, hay caballeros cuya ropa cuesta el salario de tres meses de un trabajador promedio en España. Seguramente aquí hay personas con excelentes planes de pensión privados y gente que no va a tener una pensión jamás. Habrá gente aquí que considere que lo que estoy diciendo es un ejercicio de demagogia y populismo, y otros que estarán sonriéndose para sus adentros porque tenían ganas de escuchar verdades como puños. Así es la política y es ideal encontrar un escenario donde la controversia pueda manifestarse. ¿Qué mejor lugar que el hotel Ritz para hacer una conferencia como esta?
En esta conferencia no voy a leer. A pesar de que he escuchado aquí algunas conferencias en las que se leía, a mí, en general, no me gusta leer discursos salvo en ocasiones muy contadas y en las que sea evidente que lo he escrito yo. Creo que cuando se leen las cosas se pierde ese swing, ese feeling imprescindible de la comunicación y el debate. El título de esta conferencia es Recuperar la democracia. Como ustedes imaginarán parte de la premisa de que entiendo que nos han robado la democracia.
Hablaré de los poderes financieros, de quién manda, de cómo comenzó la crisis económica en los Estados Unidos a finales de 2006, principios de 2007. De cómo se extendió por Europa, de cómo Europa ha acabado convertida en un espacio de dos velocidades en la que existe un norte acreedor y un sur deudor que se especializa en ofrecer mano de obra barata, y señalaré brevemente los resultados de la política de austeridad en nuestro país, a grandes rasgos aplicada por los dos grandes partidos que han gobernado en los últimos 30 años.
Como saben soy profesor de Ciencias Políticas, y desde que Nicolás Maquiavelo dio sentido autónomo a nuestra disciplina como ciencia, sabemos que nuestra disciplina estudia el poder. Es decir, un politólogo debe estar preocupado por dónde está el poder. ¿Dónde está el poder en estos momentos? En los poderes financieros, mucho más que en los Parlamentos, mucho más que en los Ejecutivos. Fíjense, si algo ha demostrado la crisis económica que vivimos desde el año 2007 es que, precisamente, ese proyecto globalizador que se inició en los años 70 situó en la cúspide de la pirámide del poder político a los poderes financieros, a las finanzas, a los bancos. Esos sectores de la economía que, poco a poco, desde el final del patrón oro, se convirtieron en... ¿cómo llamarlo? En el Soviet Supremo -para utilizar una expresión seguramente habitual en un espacio como este- del poder político global.
El señor Warren Buffet, al que se citaba en la presentación, dijo algo aún más específico que lo de los impuestos que paga él y los que paga su secretaria. Dijo el señor Warren Buffet: "Claro que hay lucha de clases. Lo que pasa es que va ganando MI clase". Para que entiendan ustedes lo que representa y en qué se manifiesta el poder de las finanzas, me van a permitir que cite una reflexión escandalizada de Bill Clinton poco después de ser elegido presidente de EEUU. Estaba recluido con un grupo de asesores económicos que le alertaba sobre la urgencia de reducir el déficit público, algo que nos tiene que sonar mucho a los españoles. Había que calmar a los mercados de bonos. Y Bill Clinton, presidente de EEUU, aparentemente el hombre más influyente y poderoso del mundo, dijo: "¿Pretenden decirme que el éxito de mi programa económico y de mi reelección dependen de la Reserva Federal y de un puñado de mercaderes de bonos?". Pues efectivamente, señor Bill Clinton. Usted será el presidente de EEUU, usted será el hombre más poderoso del mundo, pero la viabilidad de su programa económico y de su reelección depende de un puñado de mercaderes de bonos. Esta es la realidad del poder político global.
David Harvey llama a esta forma de configurar el poder político El Partido de Wall Street. Vendría a ser algo así como la Tercera Internacional solo que a la inversa. Sería el partido de los grandes poderes financieros. El partido de los que se sitúan en el ático del sistema económico y que, seguramente, cuando viajan a Madrid se alojan en hoteles como este. Los que favorecieron las famosas hipotecas subprime que provocaron que millones de norteamericanos fueran desahuciados de sus casas. El partido del que fuera secretario del Tesoro y director ejecutivo de Goldman Sachs en EEUU, el señor Henry Paulson, que fue el que recomendó a su presidente inyectar 700.000 millones de dólares en el sistema bancario norteamericano que después se convertirían en dos billones. Es el partido en el que milita Angela Merkel, el partido que organizó eso que conocemos como troika europea que ha dictado políticas de austeridad para los países del sur. El partido que diseñó las claves fundamentales del Tratado de Maastricht, y el que diseñó los famosos criterios de convergencia y el Pacto de Estabilidad.
El Partido de Wall Street tiene también funcionarios en España. Algunos militan en el PP, otros en el PSOE y otros en CIU. Se trata de esa casta, una palabra que hemos puesto de moda en los últimos meses, esta casta de aquellos que circulan, a través de ese concepto maravilloso que inventaron los alemanes de "puertas giratorias", entre los Consejos de Ministros y los de las Comunidades Autónomas y los consejos de administración de las grandes empresas.
Todo empezó en EEUU. En 2006 empezaron a aumentar los desahucios en los barrios humildes. Inicialmente se trataba solo de familias de afroamericanos, de inmigrantes latinoamericanos y de mujeres solteras. No era algo demasiado preocupante hasta que los desahucios empezaron a afectar a familias blancas de clase media. A finales de 2007 más de dos millones de estadounidenses habían perdido su vivienda y oros cuatro estaban a punto de perderla. Esto era el resultado de algo muy concreto, muy específico: el fracaso del sistema bancario. No se habían equivocado los ciudadanos ni los sindicatos norteamericanos, se habían equivocado los bancos.
Las sociedades de crédito hipotecario entraron en quiebra como consecuencia de la caída de los precios en el mercado inmobiliario. Y, como una reacción en cadena, se hizo visible que buena parte de los bancos estadounidenses tenían una relación de activos y pasivos de 1 a 30. ¿Cuál fue la principal consecuencia de esto? Dejaron de prestar a las familias y a la pequeña y mediana empresa. Fracasaban los bancos porque la economía ya no se fundamentaba en la producción sino en las finanzas. Se construyó una mentira oficial que tenía como máxima expresión las agencias de evaluación de los activos financieros, pagadas, paradójicamente, por los propietarios de esos activos financieros que estas agencias debían evaluar.
Mintieron. Dijeron que el modelo era perfectamente sostenible. Mentían las agencias de calificación pero también el FMI, que siempre elogió la vitalidad del sistema financiero y que incluso, en 2007, se atrevió a decir que la zona euro estaba preparada para un período de crecimiento sostenido. Y, finalmente, el sistema bancario estadounidense colapsó y dejó de cumplir sus funciones como proveedor de crédito a las empresas y a las familias, que es para lo que tiene que servir un sistema financiero. El Gobierno de EEUU, por supuesto, intervino; pero, precisamente, para ayudar a los que se habían equivocado. Socializaron la deuda de la banca convirtiéndola en deuda nacional. De esta manera, el 25 de septiembre de 2008, el Gobierno de Bush, poco antes de la llegada de Obama a la Casa Blanca, anunciaba el plan de rescate de 700.000 millones de dólares que, finalmente, costaría dos billones para hacer frente a los activos tóxicos que habían provocado un problema de liquidez en los bancos.
¿Cómo pudo ocurrir que los ciudadanos norteamericanos tuvieran que pagar las deudas de sus bancos? Pues quizá porque el secretario del Tesoro, el señor Henry Paulson, había sido antes el director ejecutivo de Goldman Sachs. En palabras de David Harvey: "Era como si Wall Street hubiera decidido dar un golpe de Estado contra el Gobierno y el pueblo de los EEUU. Se demostró quien mandaba realmente: el Partido de Wall Street. De esta manera, los contribuyentes estadounidenses regalaron su dinero a Morgan Stanley, a Citygroup, a Goldman Sachs y a otros estafadores del mismo estilo. Algunos pensamos que los estafadores tienen que estar en la cárcel; otros, que hay que rescatarlos con dinero público. Al mismo tiempo que ocurría esto, el Gobierno de EEUU se negó a extender el subsidio de desempleo a 800.000 estadounidenses que estaban sin trabajo.
Y la crisis, después, llegó a Europa, al tiempo que el FMI decía que estaba preparada para afrontar un maravilloso proceso de crecimiento sostenido. En los países del sur, los llamados PIGs, millones de personas perdían sus trabajos, se desalojaba de sus casas a las familias y los sistemas de salud y educación pública eran desmantelados mediante programas de austeridad, haciendo pasar a mejor vida eso que en las facultades de Ciencias Sociales enseñábamos que era el Estado del Bienestar. Igual que en EEUU, se desplazó la carga de la crisis de las entidades financieras a los ciudadanos.
Y para hacer frente a una deuda nacional sin precedentes, las poblaciones de la europeriferia tuvieron que soportar eso que se llaman políticas de austeridad y recortes de las prestaciones públicas. Aquella identificación mítica de la Eurozona como paraíso de los derechos sociales, de una cierta prosperidad, como el modelo del constitucionalismo europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial que aseguraba que el trabajo era la garantía del bienestar, pasaba a mejor vida. Los países de Europa del Sur asumían que ese modelo de economía que los había desindustrializado y había hecho que sus estructuras productivas tuvieran que ver con burbujas inmobiliarias, pelotazos urbanísticos y una absurda construcción de un modelo turístico que dejaba al país sin estructuras soberanas para gobernar, veían cómo sus modelos económicos se situaban en los propios de un país desarrollado y no en los de un país europeo.
¿Qué es Europa? Yo ahora soy miembro del Parlamento europeo y, como ustedes saben, en nuestro país se ha dicho que Europa era la solución a todas las cosas. En un momento, sin duda, de lucidez, pero que nos ha costado muy caro, Ortega y Gasset dijo: "España como problema y Europa como solución". Parece que Europa era la única manera en que los españoles podíamos aspirar a salir del atraso, la oscuridad y lo peor de nuestro país. Se ha hablado mucho de aquel proyecto federalista de Jean Monet y otros padres de la construcción política de Europa, que estaban muy preocupados por los nacionalismos y esas dinámicas que habían provocado en Europa millones de muertos, y nos hicieron creer que la construcción política de Europa tenía que ver con una voluntad pacifista y de concordia para la construcción armónica de un futuro para todos los europeos. Por desgracia, la historia política del siglo XX tiene tonalidades... más grises. Por desgracia, la historia no es tan utópica, no es tan bonita ni tan de color de rosa.
Hay factores mucho más importantes para entender el nacimiento político de Europa, el primero de ellos es que EEUU quería construir un espacio de contención de su enemigo fundamental durante la Guerra Fría, la URSS. Se inventaron una cosa que se llamaba Plan Marshall y que a España no llegó jamás, que sirvió para asegurar un desarrollo económico sin precedentes en los años posteriores a la II Guerra Mundial. Estaba, por otra parte, el interés de Francia de ser el principal eje de dominio político de una nueva estructura en la que su superioridad militar y diplomática sobre Alemania no podría estar contestada. Y estaba una Alemania destruida tras la IIGM que aspiraba en última instancia a reunificarse y a desarrollarse económicamente, asumiendo que su peso no podría ser equivalente, inicialmente, al de Francia.
Ese modelo tuvo cosas buenas, que tienen que ver con ese constitucionalista que hemos mencionado y con los valores del antifascismo europeo. Tenía que ver con ese pacto entre capital y trabajo, que aseguraba que aquellos que tuvieran un empleo podrían optar a unos estándares mínimos de bienestar social. Y es verdad que en buena parte de los países europeos se normalizaron para la mayoría de los ciudadanos los sistemas públicos de salud, de educación y una mejora incuestionable de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Tenía que ver, en aquellos momentos, con el éxito social de un modelo europeo que empezaría a ponerse en cuestión en los años 70.
Con el fin del patrón oro, con el terreno que sentó las bases para que, más tarde, Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en EEUU empezaran a desarrollar un modelo de empoderamiento político del poder financiero sin precedentes, empezó a cuestionarse eso que se conocía como economía real y empezó a cuestionarse los sistemas de protección social fundamentados en el consumo y en lo que el señor Keynes definió como la clave fundamental para el desarrollo y la viabilidad económica de los sistemas de mercado que eran las políticas de demanda agregada. El desarrollo de ese proceso paulatino de financiarización de la economía que situaba a los poderes financieros en la cúspide del poder político tuvo un empujón definitivo con la desaparición del bloque soviético y la caída del muro de Berlín.
La constitucionalización de ese nuevo modelo político de dominio en Europa se llamó Tratado de Maastricht, en el que los Estados entregaban nada menos que su capacidad de decidir la política monetaria, que en las facultades de Ciencias Políticas explicamos que es uno de los elementos cruciales para que un país tenga soberanía. Y la entregaban a un Banco Central Europeo no sostenido, aparentemente, por ningún Estado-nación, aunque poco a poco supimos que sí tomaría como referencia a un solo Estado-nación. La UE construyó una institucionalidad extraña, cuyo único espacio de representación democrática era el Parlamento europeo que, como saben ustedes, está completamente vacío de competencias. Las principales decisiones que afectan a la vida de los ciudadanos europeos no se toman allí sino en instancias de dudosa legitimidad democrática.
Algunos autores, como el señor Perry Anderson, dicen que la estructura institucional europea sería la que le hubiera gustado al señor Hayek. Y desde luego las biografías de algunos de los dirigentes europeos son para echarse a temblar. El presidente de BCE es el señor Mario Draghi, representante para Europa de Goldman Sachs, famoso por haber asesorado al señor Lukas Papademos, presidente del Banco Central de Grecia, para maquillar y falsear la contabilidad de esa institución. El presidente de la Comisión Europea es el señor Durao Barroso, que se hizo famoso en el mundo después de haber sido el anfitrión de aquella entrañable foto en las islas Azores con los presidentes Bush, Aznar y Blair, que sancionó la participación de algunos países europeos en una guerra, a todas luces, ideal. No sería casual que fuera precisamente el británico el que pusiera después a Durao Barroso, el artífice, por otra parte, del colapso económico de Portugal, como presidente de la Comisión Europea. Podemos pensar en el señor Jean-Claude Juncker, que parece que va a ser el nuevo presidente de la Comisión. Supongo que ustedes se acordarán de que, cuando el señor Papandreu tuvo la terrible idea de someter a referéndum las condiciones del rescate a su país, Juncker declaró haberle llamado por teléfono para decirle que eso lo consideraba "poco leal". Ni Vito Corleone hacía llamadas tan explícitas.
En fin, parece cuestionable que en estos momentos el problema de España tenga como solución esta institucionalidad europea en la que tenemos una moneda que no está aparentemente respaldada por ningún Estado pero que en última instancia trabaja para Alemania. Como ustedes saben, el BCE no financia a los Estados, no compra deuda pero sí ofrece créditos en condiciones magníficas a algunos bancos. La UE sigue teniendo una dependencia militar inaceptable de EEUU; como ustedes saben, el territorio de la Unión está repleto de bases militares. Les aseguro que, como patriota, a mí no me gusta que en mi país haya bases militares de otro. Y da la impresión de que buena parte de lo Gobiernos de los países del sur se han convertido en... Voy a utilizar un concepto de un amigo, Manolo Monereo, que habla de "nuevos gobiernos de Vichy", donde existía un Gobierno colaboracionista, títere de los intereses alemanes al inicio de la IIGM. Daría la impresión de que algunos de los Gobiernos del sur de Europa se relacionan con Alemania y con la troika europea como si fueran gobiernos de Vichy. Nosotros les llamamos directamente casta.
Da la impresión de que han puesto nuestro país en venta con la precarización y reducción de los salarios, con una estructura productiva débil y dependiente, con una industria poco significativa y controlada por las multinacionales, con un modelo turístico que recuerda al famoso sistema de Eurovegas que se quería utilizar en esta ciudad, en esta Comunidad, para solucionar los problemas de los madrileños, con una agricultura y una pesca sin la suficiente fuerza para garantizar nada en nuestro país, con unos niveles inaceptables de importación de bienes y servicios, con un desastre de ley de costas, una reforma inaceptable de la Administración local y una destrucción generalizada de los derechos sociales. Lo diré claramente: quienes han gobernado y gobiernan en nuestro país lo están vendiendo, están vendiendo a la patria defendiendo los intereses de poderes exteriores.
Cabría preguntarse en este momento qué es lo que habría que hacer. Yo soy de izquierdas, pero creo que el hecho de ser de izquierdas en este momento es poco relevante. Creo que estamos en una situación de excepcionalidad social en la que hacen falta medidas de urgencia que todos los españoles que amen a su país tendríamos que defender. Hacen falta, simplemente, medidas democráticas, de recuperación de la decencia, de la dignidad y de la soberanía y una perspectiva de construcción de una Europa distinta, que proteja a sus ciudadanos, que proteja los derechos sociales y que asume que la soberanía popular es la base de la construcción democrática. Mientras las decisiones fundamentales las tomen en la parte más alta de la pirámide del poder financiero y los Parlamentos no tengan poder de decisión soberana, entonces es muy difícil que haya democracia.
Esto no es una afirmación para la galería. No se si recuerdan ustedes el famoso recurso de inconstitucionalidad del Gobierno español al decreto de antidesahucios del Gobierno de Andalucía. Uno de los argumentos que se presentaba era el famoso memorándum de condiciones de rescate a España, donde se decía: "Cualquier medida que una Administración pública española tome que pueda entrar en contradicción con los intereses de los poderes financieros tendrá que ser consultada con Europa". La pregunta es: ¿entonces qué puede hacer un Gobierno si no se puede tomar ninguna medida que afecte a los poderes financieros? ¿Donde está la democracia? Cabría pensar, y este es un argumento que se ha repetido muchas veces, que en última instancia las medidas que se están tomando servirían para salir de la crisis, que es lo que más preocupa a los ciudadanos. A los ciudadanos les preocupa, el paro, la precariedad, que buena parte de nuestros jóvenes se vayan o que no vayan a tener pensión, y podría pensarse "bueno, quizá todas estas medidas de austeridad que se han tomado sirvan efectivamente para salir de la crisis".
Repasemos a grandes rasgos las medidas que se han tomado: reducción de los salarios de los trabajadores públicos y favorecer las condiciones a través de dos reformas laborales, una del PSOE y otra del PP, para reducir el poder adquisitivo de los trabajadores, que se ha reducido un 10% en el último año. Subida de impuestos sobre los bienes de primera necesidad al tiempo que se protege a las grandes fortunas. Como saben ustedes, los técnicos de Hacienda cifran en un 23% del PIB el fraude fiscal en nuestro país. En este país sigue ocurriendo que pagan más impuestos las clases más humildes y las clases medias mientras las grandes fortunas tienen contratados asesores fiscales que les permiten defraudarnos a todos; por no hablar de os famosos paraísos fiscales que utilizan para no tributar algunas de las grandes empresas. Se han llevado a cabo privatizaciones y externalizaciones, en la recogida de basura, en la energía, en el suministro de agua... Se han reducido las pensiones y se pretende seguir aumentando la edad de jubilación. Se suben las tasas universitarias y se favorecen los centros concertados. Se encarecen los medicamentos y se degrada, en general, la asistencia sanitaria.
Esto servía para pagar la deuda y para rescatar al sector financiero se supone que esto tenía que favorecer el crédito para las familias y para las PYMES. Pero, como todos sabemos, esto no ha ocurrido. Es más, nos encontramos con situaciones llamativas, como que bancos que hemos nacionalizado que son nuestros, como Bankia, ofrecen planes de pensiones privados. "¿Te emocionaste cuando Marco encontró a su madre? ¿Te sabes la canción de la abeja Maya? Entonces, necesitas un plan de pensiones privado". Al tiempo que se le congela la pensión a nuestros mayores, un banco que es de todos, que nos lo hemos comprado los españoles, no favorece el crédito pero ofrece planes de pensiones privados.
¿Esto ha servido para salir de la crisis? Los datos oficiales dicen que no: seguimos en niveles de paro escandalosos; se ha producido un descenso de la población activa, se van los extranjeros y se van nuestros jóvenes más preparados, lo cual pone en riesgo la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones; se producen, al mismo tiempo, situaciones escandalosas, como los altos niveles de parados que ya no reciben ninguna prestación; se reducen las ayudas a los más débiles; somos el primer país europeo en desigualdad; la pobreza alcanza niveles inimaginables hace unos años (no lo digo yo, lo dicen los informes de Cáritas e Intermón Oxfam); somos subcampeones de Europa en malnutrición infantil, el Ayuntamiento de Barcelona detectaba 2.600 escolares con malnutrición. Al tiempo que todo esto ocurre, que se producen situaciones que deben avergonzar a todo español que ame su país, nos encontramos con que el número de multimillonarios aumenta; aumenta el consumo de productos suntuosos; los beneficios de las grandes corporaciones aumentan; y siguen existiendo las SICAV, las Sociedades de Crédito de Inversión Variable que sirven para que algunos sigan sin pagar impuestos.
La pregunta es: ¿ha servido todo esto para algo? Pues parece que no. Y esto tiene mucho que ver con los gobiernos de Vichy, con la casta. Esto tiene que ver con la corrupción, que no es un problema de manzanas podridas que se da en todos los partidos, es una forma de gobierno que sirve para que manden los que nunca se presentan a las elecciones, para que gente con mucho dinero pueda situar maletines con billetes de 500 euros en las sedes de los principales partidos. Tanto para pagar sobresueldos como para condicionar después decisiones administrativas y políticas públicas que han hecho que, en nuestro país, haya aeropuertos sin aviones, infraestructuras públicas que han representado un desastre para los ciudadanos. En este país se sigue produciendo esa práctica legal e infame que permite que alguien que haya sido presidente del Gobierno o ministro pueda terminar en un consejo de administración de una gran empresa. Porque aquí eso de que un expresidente o exministro trabaje ejerciendo su profesión parece que se ha convertido en un mito.
¿Qué hacer? ¿Qué es lo que haríamos nosotros? Ojalá pudiéramos llevar a cabo un programa de izquierdas, pero planteamos algo mucho más concreto: un programa de salvación del país para construir con otros europeos del sur una Europa diferente. Hay que hacer, y esto es inevitable, una auditoría y reestructuración de la deuda. Sencillamente, porque es insostenible la deuda que hay en este país, que no deja de aumentar a pesar de las políticas de austeridad. Seguimos teniendo una deuda impagable al tiempo que los ciudadanos están cada vez peor. Hay que establecer el control público de una parte del sistema financiero: si el banco lo nacionalizamos, el banco tiene que trabajar para los ciudadanos. No se puede consentir que en este país los responsables de haber estafado a los preferentistas y de los desastres en algunos bancos y cajas de ahorros, no solamente no acaben en la cárcel ni se sienten delante de un juez, sino que sigan estando en consejos de administración de grandes empresas, cobrando sueldos escandalosos, al tiempo que el salario mínimo interprofesional en nuestro país es de 645 euros al mes en 14 pagas.
Habrá que establecer sistemas de control para evitar la fuga de capitales y reformar el Código Penal. A mí me gustaría utilizar el Código Penal para hacer política, peor no para enviar a la cárcel a quien se manifiesta o participa en una huelga general, sino para llevar a la cárcel, eventualmente, a los responsables de la ruina social en nuestro país y de que haya seis millones de parados y que haya familias que no pueden comprarle material escolar a sus hijos. Habrá que ampliar la titularidad pública de ciertas áreas de la economía. No puede ser que un país que ha construido las infraestructuras que han utilizado para enriquecerse las empresas energéticas asista impasible a que haya miles de españoles a los que en invierno se les corte la calefacción y la luz. El artículo 128 de la Constitución permite al Gobierno tomar el control de una empresa o grupo de empresas cuando estas estén llevando a cabo políticas oligopólicas n contra de los intereses de los ciudadanos. Bastaría con aplicar la ley.
Hay que reindustrializar el país. No podemos ser una colonia de Alemania. En este país hemos visto cómo un modelo de desarrollo que destrozaba la industria española y construía una economía terciarizada que hacía nuestro país dependiente nos ha situado en una posición en la que parece que, en el mercado internacional, lo único que podemos hacer es ofrecer mano de obra barata. Habrá que hacer, por fin, una reforma fiscal redistributiva para que las grandes fortunas paguen impuestos. Gracias a esa reforma, habrá que mejorar la sanidad y la vivienda en nuestro país para acabar con los desahucios hipotecarios y con los paraísos fiscales.
Y para esto hace falta un poco de renovación política. Hace falta gente que esté ocupando las instituciones públicas que no tenga sueldos de escándalo que la distancien de la población a la que representa. Hará falta gente que no se siente en consejos de administración de grandes empresas. ¿Esto se puede hacer solo en España? Estoy convencido de que no, pero yo estuve antes de ayer en Grecia, donde pude encontrarme con el que será, seguramente, el próximo presidente del país, Alexis Tsipras, y la situación de allí es muy parecida. A los europeos del sur nos están humillando, nos están convirtiendo en colonias, nos están quitando la dignidad y nos están quitando la soberanía. Lo que hay que hacer es algo que va mucho más allá de la izquierda y la derecha: tiene que ver con amar a tu gente. Con querer a tu país. Con defender cosas muy sencillas, como la dignidad, los derechos sociales y civiles y reivindicar algo que dijeron hace demasiado tiempo los revolucionarios franceses: libertad, igualdad y fraternidad.
Muchas gracias.

viernes, 20 de junio de 2014

¿Existe democracia hoy en España?

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VINCENÇ NAVARRO
Debido al enorme dominio que sobre el proceso de Transición de la dictadura a la democracia tuvieron en España los herederos del régimen dictatorial anterior, la democracia en este país está enormemente limitada. Lo que está ocurriendo estos días a raíz de la abdicación del Rey y del nombramiento de su sucesor es un indicador de ello. En realidad, no sería frívolo preguntarse si existe hoy una democracia desarrollada y madura en España.
Para aquellos que consideren esta pregunta una provocación merecedora de ser ignorada, les invito a que hagan un ejercicio fácil de hacer: léanse, durante el día de hoy, los editoriales de todos los principales rotativos escritos del país y escuchen los editoriales de las principales cadenas televisivas y radiofónicas que cubren la abdicación de Juan Carlos y la coronación de su hijo Felipe, y analicen lo que dicen, escriben o proyectan. Estoy escribiendo este artículo el día anterior, miércoles 18, a la coronación del nuevo Rey, Felipe VI, y le puedo predecir, lector, con toda seguridad que, en base a la experiencia acumulada durante todos estos años desde que ocurrió la Transición, mañana, día 19 (hoy, cuando usted esté leyendo este artículo), día de la coronación, no habrá ningún rotativo escrito en España entre los más importantes del país, ni ningún canal de televisión, ni ninguna radio pública o privada (repito, ni uno) que editorialice a favor de que haya en este país una República, el sistema político que existía en España hasta que fue interrumpido por un golpe militar en el año 1936, instaurando una Monarquía. El régimen liderado por el General Franco, que impuso una de las dictaduras más sangrientas que Europa haya conocido (por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió 10.000, según el Profesor Malefakis, Catedrático de la Universidad de Columbia, Nueva York, experto en el fascismo europeo), impuso también la Monarquía, nombrando a dedo al Monarca, Juan Carlos I, que hoy transfiere su corona a su hijo Felipe VI.
Insisto al lector que haga este ejercicio que le sugiero, y que saque las conclusiones correspondientes. Verá que hay una unanimidad (que no tiene nada que envidiar a la unanimidad mediática existente en Bulgaria durante el régimen comunista) en todos los mayores medios de información (repito, todos, sin ninguna excepción) a favor de la Monarquía y en contra de la República. En realidad, desde que el Rey Juan Carlos anunció su abdicación hace unos días, ha habido en España una movilización masiva y unánime en dichos medios para promover la figura del que hoy se convertirá en Felipe VI.
La democracia totalitaria
Basado en esta experiencia, muy sintomática del sistema político existente en España, es justo y necesario (por mero rigor científico) añadir el término totalitaria al comúnmente utilizado por tales medios para definir al sistema político existente en España, es decir, democracia. Existe, pues, en España un régimen democrático totalitario, es decir, un régimen político que se considera democrático, que intenta configurar (predominantemente a partir de los mayores medios de información y persuasión) la sociedad en todas las dimensiones del ser humano, incluyendo la escala de sus valores. Se me dirá, con razón, que en la mayoría de sociedades llamadas democráticas los medios de información están altamente influenciados (directa o indirectamente, a través de sus instrumentos políticos) por los intereses financieros y económicos dominantes en aquellas sociedades. Pero el caso español es claramente extremo, debido a la inexistente diversidad ideológica de esos medios de información, con una clara marginación de las izquierdas radicales (manipuladoramente llamadas antisistema), que son excluidas sistemáticamente de tales medios.
Esta unanimidad totalitaria no refleja, por cierto, una unanimidad basada en un consenso popular, sino que es una unanimidad totalitaria impuesta a la población, pues es importante señalar que, incluso a pesar de ser un sistema mediático casi dictatorial (y no hay otra manera de definirlo), existe hoy en España una minoría muy extensa (que alcanza una mayoría entre la juventud) que prefiere la República por encima de la Monarquía. Según la última encuesta del CIS, la Monarquía es una de las instituciones menos valoradas en el Estado español. Y según la encuesta más creíble y menos manipulada sobre las preferencias de los españoles (Metroscopia, diciembre de 2011), el 49% apoyaba la Monarquía y el 37% la República. En realidad, es más que probable que si hubiera una auténtica libertad de prensa, la gran mayoría de la población española preferiría vivir en una República. De ahí el enorme control de los medios (la unanimidad mediática totalitaria), donde la alternativa republicana, como opción para España, es sistemáticamente discriminada.
Soy consciente de que se me acusará de ser injusto con el sistema político actual, porque existen elecciones y la población vota con un enorme abanico de ofertas electorales, incluyendo un gran número de partidos de izquierda. He respondido a este argumento (ver la sección política de mi blog www.vnavarro.org) mostrando los enormes déficits del sistema representativo español debido, en parte, a su injusto sistema electoral. He mostrado en varias ocasiones que los espacios parlamentarios, incluidas sus mayorías, no responden al deseo popular, siendo la situación actual un ejemplo de ello. Un partido que en 2011 tuvo solo el apoyo de un 32% del censo electoral, y que en las últimas elecciones a nivel de todo el Estado alcanzó solo el 11% de ese censo, tiene una mayoría abrumadora en el Congreso de los Diputados. Es más, este sistema representativo tan enormemente limitado carece prácticamente de formas de democracia directa y participativa, limitando el significado de democracia a votar cada cuatro años por opciones políticas que frecuentemente no cumplen (como es el caso de ahora) con lo prometido en su oferta electoral. Es totalmente lógico que el eslogan del 15-M “no nos representan” sea ampliamente compartido por la mayoría de la ciudadanía española.
Esta situación es enormemente inestable, y se acentuará debido al surgimiento de nuevas generaciones más exigentes con sus instituciones democráticas, claramente insuficientes, cuando no antidemocráticas. La dictadura había dejado su huella en la ciudadanía, que había dejado un poso de miedo y pasividad que están desapareciendo rápidamente. Las nuevas generaciones están dejando de tener miedo y exigen que la práctica democrática corresponda a lo que dice la teoría, denunciando la obvia hipocresía del discurso dominante, hegemónico en los medios de información y persuasión. Esta demanda por una democracia real es hoy en España enormemente subversiva. Es una demanda que entra inmediatamente en conflicto con las estructuras de poder financiero-económico, además de mediático-político. Al movimiento 15-M (uno de los movimientos más importantes y necesarios para la salud democrática del país) le siguió el 22-M con las Marchas por la Dignidad (una de las manifestaciones más importantes que ha habido en España en los últimos años, ignorada en los medios), y más tarde continuó con el crecimiento de las izquierdas y la aparición de Podemos, que en seis meses se ha convertido en la cuarta fuerza política del país. La coronación de Felipe VI y la movilización mediática para auparlo es un intento desesperado de construir un dique frente a estos tsunamis democráticos.
Las grietas del totalitarismo mediático
Hace unas semanas (a raíz de las elecciones europeas) vimos un fenómeno que mostró el impacto de ese totalitarismo en los medios. Por primera vez se había permitido durante estos últimos meses la aparición de voces democráticas contestatarias y radicales en importantes fórums televisivos, tales como la Sexta. Se permitieron voces, tales como Pablo Iglesias, entre otras, que de una manera periódica y consistente pudieron exponer posiciones radicalmente democráticas con una denuncia de las estructuras existentes, lo cual, predeciblemente, tuvo un gran impacto en tocar temas tabús en el país, conectando con el malestar existente entre las clases populares. La aparición de tales grietas explica la oportunidad de llegar a la población, con las consecuencias políticas predecibles y que hemos observado. Que no ocurriera antes fue debido a que no se permitían que dichas voces radicales aparecieran sistemáticamente en tales fórums. Esta infrecuencia era un indicador de que el establishment mediático, dependiente del establishment financiero (entre otros), no permitía esas voces. La censura ha sido una constante en la promoción de mensajes y discursos en aquellos medios. Lo sé por propia experiencia. Cuando surgió el movimiento 15-M, yo había preparado, junto con Juan Torres y Alberto Garzón, el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, que cuestionaba el dogma imperante reproducido en la prensa escrita, en la televisión y en la radio de que no había otra alternativa que llevar a cabo las políticas de austeridad que se estaban imponiendo a la población. Tal libro había sido aceptado para publicación por la editorial más próxima al mayor rotativo del país. Súbitamente, la impresión del libro se interrumpió debido a las presiones por parte de la banca, que estaba negociando la renovación del crédito a tal editorial, que estaba profundamente endeudada. Ello nos forzó a los autores a publicarlo en otro fórum, conociéndose ampliamente y siendo utilizado con gran frecuencia por el movimiento 15-M, entre otros, para señalar que sí había alternativas.
Los mayores medios de información y persuasión son conscientes de que juegan un papel clave en el sostenimiento de la estructura de poder económico, financiero y político del país, cuyo centro hoy es la Monarquía. De ahí que hoy el totalitarismo de este sistema vuelva, una vez más, a intentar controlar que la población, los súbditos del Reino, no se agiten y acepten la realidad impuesta. Pero el establishment español es plenamente consciente de que está perdiendo, no solo popularidad, sino también legitimidad. Y de ahí el crecimiento de la represión, incluyendo la represión intelectual, reforzando la unanimidad totalizante de los medios alrededor de la figura de Felipe VI, prohibiendo o dificultando la aparición de voces y movimientos a favor de la República. Y a esto le llaman democracia.

MOJO CON MORERA//////Canariasahora.es

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La transición de Felipe Borbón

No les voy a dar de nuevo el coñazo a los amigos lectores con el rollo de la transición nada democrática de España entre la muerte del dictador en noviembre de 1975 y la puesta en marcha de la Constitución monárquica franquista borbónica en diciembre de 1978
No les voy a dar de nuevo el coñazo a los amigos lectores con el rollo de la transición nada democrática de España entre la muerte del dictador en noviembre de 1975 y la puesta en marcha de la Constitución monárquica franquista borbónica en diciembre de 1978. Si recordar en mi modesta opinión que fuimos muy miedosos, que le tuvimos pánico al Ejército franquista, que acechaba desde los cuarteles al pueblo español, y que tanto Felipe González como Santiago Carrillo transigieron a las imposiciones de Adolfo Suárez y Manuel Fraga con la amenaza de los poderes fácticos detrás de lo que luego sería la Unión de Centro Democrático y Alianza Popular.
Hubo miedo, mucho miedo, y no sería sincero sino reconociera que también lo sentí porque las fuerzas de la reacción eran todavía muy poderosas. Recuerdo una reunión en la sede del PCE de la calle Prudencio Morales en la cual José Carlos Mauricio, que venía de otra celebrada en Madrid del Comité Ejecutivo nacional al cual pertenecía, nos metió más miedo en el cuerpo por la amenaza "del Ejército y los poderes fácticos", y nos relató una reunión del periodista José María Armero, un hombre clave en la transición poco democrática, con Santiago Carrillo, y las advertencias de Suárez al PCE sino renunciaban a la República y aceptaban la bandera monárquica. Pocos meses después se produjo la votación de la Reforma Política, con la que no estaba de acuerdo, y voté en blanco porque decidí ir a las urnas ya que Franco me lo había impedido hasta esos momentos.
Les dije que no les iba a enrollar con la transición, que todos los iniciados conocen y algunos mejor que el que suscribe, pero si quiero recordar que en la reunión de Prudencio Morales dije que no había que tener tanto miedo, que ahí estaba la experiencia de Grecia, que tras la dictadura de los coroneles apoyada por el rey Constantino Grecia, hermano de Sofía, cayó dictadura y monarquía y se proclamó la república. Sólo había durado desde 1967 hasta 1974, y estaba reciente el advenimiento de la III República helénica que nos entusiasmaba a todos los republicanos. Pero recuerdo que Mauricio se pegó un discurso/filípica que casi me obliga a meterme debajo de la mesa, y algunos pocos asistentes balbucearon ciertos reparos. Pero pocos, porque la capacidad dialéctica de Mauricio era muy grande, y años más tarde la utilizó para engañar al pueblo.
Han pasado cuarenta años, y entre Franco y Juan Carlos Borbón, se nos ha ido toda una vida, y lo más que siento a nivel personal es que mi padre, republicano como mis abuelos, no creo que vaya a disfrutar con la proclamación de la república, porque a sus 97 años es difícil que vea abdicar a Felipe Borbón. La monarquía franquista/borbónica sigue ahí, ahora con Felipe Borbón Grecia, y para ser honesto digamos que me cae mucho mejor que su padre Juan Carlos Borbón, pero cuando los monárquicos franquistas/borbónicos repiten como papagayos que "Felipe Borbón está muy bien preparado", pienso en los miles de jóvenes españoles muy bien preparados que han tenido que emigrar porque en España no encuentran trabajo, algunos como un canario amigo de mi hija con dos títulos universitarios.
Su discurso fue bastante coherente desde el punto de vista de la continuidad de la Monarquía, pero no me gustó que fuese al Congreso vestido de militar, y que el Gobierno no permitiera la exhibición de banderas republicanas, reprimiendo a palos a quienes se atrevieron a hacerlo. No voy a entrar en consideraciones sobre las bondades de una monarquía y una república, pero me produjo náuseas cuando leí hace poco un artículo de Javier Cercas en El País, y una de las frases que utilizó era que prefería una monarquía sueca a la república de Siria. No puso como ejemplo la República de Alemania, ni la de Francia, sino a la de Siria, obviamente para seguir engañando a gente poco preparada. Tampoco dijo que la monarquía sueca no había tenido un dictador asesino durante cuarenta años, y que fue el mismo dictador quién puso a Juan Carlos Borbón en la Jefatura del Estado.
Mi abuelo Pepe Morera me ponía dos ejemplos sencillos por los cuales prefería una república a una monarquía y me decía: "Imagínate que el hijo del Rey, el Príncipe, sale bobo y mala persona, ¿nos lo tenemos que tragar toda la vida?. Además, al presidente de la República se le elige, lo elegimos el pueblo, y en la monarquía el futuro rey llega a Jefe de Estado por la vía hereditaria, sanguínea". Con todo, le deseo a Felipe Borbón Grecia una transición positiva, pacífica, social, que influya en los gobiernos en la medida de sus posibilidades para que el pueblo mejore en todos los aspectos de la vida, pero que no impida la III República si así el pueblo democráticamente lo decide. Siempre he creído que los hijos no tienen que pensar igual que sus padres, de ahí que desde el punto de vista pragmático, deseo un cambio de actitud, de forma de ser, de Felipe con respecto al cazador de elefantes.
Por desear, tengo ilusión que Izquierda Unida y Podemos lleguen a una confluencia, a una coalición, porque sino como dicen muchos amigos de izquierda, serían unos toletes. Por desear, tengo la ilusión de que el PSOE vuelva a ser un partido de izquierda después del próximo congreso, como mínimo de centro-izquierda, que tenga un Comité y una Ejecutiva Federal realmente progresista, en donde Izquierda Socialista tenga una buena representación. Y como deseo y también ilusión, a ver si la Unión Deportiva Las Palmas sube a Primera División. Tenía que terminar con este último llamamiento amarillo, que me excusen los que no sean futboleros. Si hoy no lo digo parecería que a este artículo la faltaría algo de actualidad.

miércoles, 18 de junio de 2014

Las limitaciones del debate Monarquía versus República

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VINCENÇ NAVARRO
La gran mayoría de artículos publicados en los mayores rotativos escritos en España a raíz de la abdicación del Rey Juan Carlos I se han centrado en los méritos de un sistema político-institucional monárquico versus otro republicano, presentando una lista de argumentos a favor y en contra de cada sistema. Ni que decir tiene que la gran mayoría de artículos permitidos ha sido a favor de la Monarquía, con muy pocos a favor de la República. No desmerezco la importancia de este debate (si es que se puede definir como tal), discutiendo la validez de uno u otro sistema. Tal debate, sin embargo, tiene el riesgo de un cierto academicismo, pues puede aparentar centrarse en las virtudes de un sistema político-institucional basándose en los méritos de los argumentos, ignorando el contexto político que determina el mérito o demérito de cada alternativa. Es decir, discutir los méritos de una monarquía tomando Suecia, por ejemplo, como punto de referencia, sin analizar el contexto político e histórico que determinó la existencia de la Monarquía en aquel país, es un ejercicio de limitado interés si el objetivo de la discusión es analizar su aplicabilidad en España, donde la historia y el contexto que determinó la Monarquía son totalmente distintos. Solo olvidando este hecho se puede concluir que una sociedad pueda ser muy democrática y muy desarrollada socialmente, y tener una monarquía. Así, muchos de aquellos que hoy defienden la Monarquía (la mayoría definiéndose como republicanos, lo cual hacen para intentar ganar mayor credibilidad), ignoran que esta monarquía que tenemos no es una monarquía cualquiera homologable a cualquier monarquía europea.
En estos argumentos pro-monárquicos se olvida que la Monarquía española está basada en un golpe militar apoyado por el nazismo y el fascismo internacional, en contra de un Estado republicano con un gobierno democráticamente elegido. Sin ese golpe militar, hoy España no sería una monarquía: sería una república. Es más, esta Monarquía se diseñó para que fuera el centro del establishment español, es decir, la estructura de poder económico, financiero y político del país. Y el Monarca (que lideraba las fuerzas conservadoras que controlaron la transición de la dictadura a la democracia) guió y dirigió tal proceso. Tanto el Rey como la Monarquía tienen una responsabilidad directa en las limitaciones que dicho proceso determinó, es decir, las enormes insuficiencias de la democracia española y las grandes insuficiencias de su Estado del Bienestar.
¿Es posible una segunda Transición bajo la Monarquía?
La crisis actual, con su enorme impacto político, ha causado un gran deterioro de aquel establishment y de la Monarquía que lo apuntaló. Pedir, pues, la continuación de la Monarquía, es pedir que el establishment conservador continúe dominando el Estado español. Y es ahí donde el debate debería centrarse. ¿Existe hoy la posibilidad de hacer una segunda Transición, de la democracia incompleta a otra más madura, que conllevara la corrección del enorme déficit de bienestar de la población española, manteniendo la Monarquía? Este es el punto clave que no centra el debate, y debería hacerlo.
Mirando el panorama y la situación política, es difícil no ver que hay un enorme enfado y desafección de la población hacia el Estado, incluyendo la Monarquía, del cual es el centro. Y existe una amplia percepción de que este Estado y su Constitución no son instrumentos válidos para realizar las profundas transformaciones que la población desea. Y también existe la percepción de que aquellos que promueven con mayor intensidad el statu quo (la gran patronal bancaria, la gran patronal, los grandes grupos mediáticos, la Iglesia Católica, el Ejército) son también los defensores de la Monarquía y sus principales paladines. ¿Creen los autodefinidos republicanos que defienden la Monarquía que con esta Monarquía vamos a poder tener una auténtica segunda Transición? Debería ser obvio que la persistencia de la Monarquía será un dique frente a grandes cambios.
Ni que decir tiene que el fin de la Monarquía no quiere decir el establecimiento de una República. Y ahí hay diversas versiones, pues una III República podría transmitir una visión de España que no fuera .profundamente justa y democrática, y que no fuera sensible a la plurinacionalidad del Estado español. Hemos leído artículos, incluso en Público, de fervientes republicanos del centro de la Península que han dejado muy intranquilos a republicanos “periféricos”. Una República no puede ser el sistema político español que tenga, en lugar del Rey, un Presidente democráticamente elegido. Aun cuando ello sería un paso positivo, lo que se requiere es un sistema mucho más democrático, mucho más justo, y mucho más sensible a la riqueza y diversidad de los pueblos y naciones que lo componen, basado en el policentrismo, en lugar del centralismo, y respetuoso de la riqueza plurinacional del Estado español, lo cual no ocurre ahora, y es más que improbable que ocurra bajo la Monarquía. Esta República exigiría un cambio sustancial en la distribución del poder de clase social, de género y de nación, al que el establishment español se opondrá por todos los medios, incluida la fuerza física. No pasa desapercibido que el nuevo Monarca vaya a ser el Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas. Y tampoco es un tema menor que haya escogido llevar puesto su uniforme militar en su nombramiento, para que quede claro, por si alguien no se había dado cuenta. ¿Que no lo entienden? Representa el establishment español de la España uninacional, con escasa conciencia social y temerosa de la democracia directa participativa, tolerando solo una democracia representativa poco proporcional y muy vigilada, con una carencia casi total de pluralidad en los medios. Así de claro, aunque esto, usted, lector, no lo leerá en los medios. En ninguno de los rotativos más importantes del país este artículo sería publicado. Y a esto le llaman democracia. Agradecería que este artículo fuera ampliamente distribuido.

sábado, 14 de junio de 2014

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Portada :: Europa
Aumentar tamaño del texto Disminuir tamaño del texto Partir el texto en columnas Ver como pdf14-06-2014

Homenaje en Francia al Comandante “Robert”
El último guerrillero español de la resistencia contra Hitler



En este de 2014 se cumplen los 75 años de la liberación de las garras del nazismo de infinidad de pueblos y ciudades de Francia. Y por tal motivo el domingo día 15 de Junio se celebrará un homenaje en el pueblo de Vira, Ariege, al veterano comandante de los guerrilleros españoles José Antonio Alonso, mejor conocido como el comandante “Robert”. El presidente del senado francés Monsieur Jean Pierre Bell le hará entrega de la Orden del Mérito Nacional por su heroico papel en la liberación de la ciudad de Foix, capital del departamento del Ariege.
Tras el golpe de estado del general Franco, el comandante “Robert”se enroló con 17 años en las filas del ejército republicano en Cataluña. Tras la derrota en la guerra civil tuvo que cruzar los Pirineos con su brigada para buscar asilo en Francia igual que lo hicieran más de 500.000 refugiados españoles. Allí padeció el humillante régimen de los campos de concentración y las compañías de trabajo. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial y, como miembro activo del Partido Comunista, se alistó en la resistencia francesa para combatir el nazismo. Como Jefe del estado mayor de la 3 Brigada de Guerrilleros Españoles del Ariege, el día 19 de agosto de 1944 lanzó el ataque definitivo contra la ciudad de Foix, centro neurálgico de la ocupación alemana en la región, derrotando al destacamento de laWehrmacht Nazi.
También participó en la frustrada misión de la reconquista de España a través del valle de Arán, con la 204 división de guerrilleros de la FFI-UNE comandada por el Coronel López Tovar.
El comandante Robert tiene en su haber las siguientes condecoraciones: Caballero Oficial de la Legión de Honor de Francia, Caballero de la Legión de la República Polaca, Medalla de Lealtad a la República Española, Roseta de Primer Orden Nacional francés, Premio a los Valores Republicanos de Gijón.
A sus 95 años es quizás el último superviviente de esos guerrilleros que aún mantienen la moral en alto y sueñan con ver pronto reinstaurado el legítimo gobierno de la república. ¡Que caiga de una vez por todas la monarquía borbónica heredera directa del franquismo!
El comandante Robert paradójicamente es considerado un héroe en Francia y un forajido en España. Jamás ningún gobierno, ni socialista ni del PP, se ha dignado en reconocer sus méritos de luchador antifascista. Una nueva demostración del humillante trato que se da a los más queridos representantes de nuestra memoria histórica.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

viernes, 13 de junio de 2014

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De tu confianza y cercano

El blog de Odón - Diputado socialista por Gipuzkoa

11

JUN

LAS RAZONES DE MI ABSTENCIÓN. Rindiendo cuentas de mi decisión.

MI VOTO DE ABSTENCIÓN ANTE LA ABDICACIÓN Y SUCESIÓN MONÁRQUICA.


Estos eran días propicios -para quienes entendemos que la democracia exige siempre rendicion de cuentas a las instituciones- para realizar una valoración objetiva del mandato del rey como Jefe de Estado; especialmente en este periodo de crisis, tras permanecer distante al sufrimiento de millones de familias y no ejercer, en mi opinión, su influencia y mediación, así como por comportamientos no ejemplares. Sin embargo, hemos asistido a un balance acrítico y complaciente del papel de la monarquía.

De ahí que, llevado por esta misma lógica democrática, exprese públicamente las razones que me han llevado, no sin dolor pero de acuerdo con mi conciencia libre, a la abstención.


- Porque no veo cómo hacer compatible el automatismo continuista de la monarquía con el inmovilismo expresado hoy, de nuevo, por Rajoy y el PP en el Pleno del Congreso con su rechazo a afrontar la reforma de la Constitución.
¿Cómo hacer compatible la exigencia del PP de cumplimiento del pacto constitucional, en lo que se refiere a la estabilidad de la monarquía, con la inestabilidad que sufren millones de familias por el incumplimiento del pacto y la ruptura del consenso cuando se trata de derechos sociales básicos de la ciudadanía contemplados en la misma Constitución?

- Porque la continuidad de la monarquía hubiera exigido una declaración solemne de las fuerzas políticas en favor de revisar en profundidad el pacto constitucional y, por tanto, de afrontar con decisión la regeneración democrática del sistema político en España y la apertura de un proceso participativo para el debate y revisión a fondo y sin tabúes de la Constitución, incluida la forma de estado.

- En respuesta a una derecha política y económica que ha roto el pacto constituyente y el consenso de 1978 con sus ataques al Estado del Bienestar, que ha roto la convivencia al dejar en papel mojado los capítulos sociales de la CE. Porque su objetivo de preservar el pacto constitucional sólo busca garantizar la continuidad de la monarquía y la unidad de España. No es casual que esta ruptura del consenso por el PP haya llevado al PSOE a presentar 22 recursos ante el Tribunal Constitucional.

- Porque no se ha reconocido con rotundidad el papel que corresponde a la ciudadanía en este periodo histórico, en un proceso político que ha de construir un nuevo consenso constitucional y en el que resulta imprescindible un referéndum.

- Porque no se debería iniciar este tránsito de la monarquía sin formular desde las instituciones un compromiso en el tiempo para que la ciudadanía pueden tomar la palabra, participar en las decisiones que se imponen para salir de la crisis con sentido de la justicia y la igualdad.
Debemos ser coherentes con la necesidad de conseguir que el proceso de abdicación y sucesión, lo mismo que el proceso de regeneración del sistema político español, tengan en cuenta la demanda de dar cauces nuevos a la participación democrática de la ciudadanía para que exprese su decisión en un referéndum en el momento que se acuerde. No olvidemos que el superado pacto constitucional de la Transición no es infinito y estuvo muy condicionado por los límites que imponía la salida de la dictadura, algo que sucedió y se votó hace ya 36 años .

- Porque sé bien que ni la república tiene propiedades milagrosas contra la crisis ni la monarquía es la única garantía de estabilidad y concordia entre los españoles. La democracia no es patrimonio de ninguna de las formas de Estado y la discusión entre república o monarquía o la devolución del prestigio a las instituciones sólo se resolverá desde el ejercicio pleno de la democracia en su dimensión participativa, incluido la celebración de un referéndum en el momento que se acuerde entre todos. Pero no abdico mi conciencia socialista, con principios, sentimientos, valores y raíces vinculadas a la república y con una Memoria histórica despreciada por el actual Gobierno.


Concluyo: En situaciones extraordinarias como la que vive el país y el propio PSOE, me parece inevitable que puedan surgir serias discrepancias de voto entre los socialistas que no por ello deben romper nuestra unidad ni excluir la libertad de voto por razones de conciencia. Es, también, una manera de representar mejor el sentimiento plural que, ante cuestiones como las arriba expuestas, se da entre la militancia del PSOE y entre nuestros electores. Es una forma de representar a quienes hoy no se hayan identificado con el discurso oficial y ampliamente mayoritario del grupo parlamentario socialista.


Odón Elorza
Diputado Socialista por Gipuzkoa
11 de junio de 2014.

El Referéndum no es la respuesta

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Reanudar el hilo rojo que rompió la Transición





La abdicación del rey es estos días el epicentro de un terremoto que comenzó el 25 de mayo y cuyas placas tectónicas empezaron a moverse hace tiempo.Al hecho insólito de que los dos partidos “mayoritarios” hayan cosechado - sumados – apenas el 22% de los votos, se añade el acontecimiento, no menos trascendente, de que en esas mismas elecciones PNV y CiU hayan sido superados, no por la versión local de un PSOE que está allí aún más en caída libre, sino por organizaciones situadas a su izquierda, Bildu y ERC, respectivamente. La fuerte abstención, el ascenso de IU y la irrupción de Podemos terminan de dibujar un escenario político en el que de estar todo “atado y bien atado” se ha pasado a intentar echar lastre como sea, mediante una abdicación precipitada y medio a escondidas.
El PSOE, ¿de entrada republicano?Lo más trascendente de este proceso de descomposición de los aparatos políticos que han venido sosteniendo durante 37 años el engranaje institucional de la Transición es el hundimiento del PSOE. Este partido , parido por los círculos de poder de aquí y de fuera , ha sido el encargado de dar credibilidad democrática a su alternancia con el PP en el gobierno y cambiar algo para que nada cambiara.
Tras habernos metido en la OTAN, haber ejecutado el desmantelamiento industrial y agropecuario, haber engendrado las reformas laborales que abrieron el camino a la precariedad masiva, haber vendido las grandes empresas estratégicas, la banca y los servicios públicos y, en general haber ejecutado los aspectos más duros del programa del gran capital, el PSOE culminó su historial con la Reforma de la Constitución de 2011 (prioridad absoluta al pago de la Deuda) y la ratificación del Tratado de la UEM (TSCG) que la consolida.
El grito “PSOE-PP la misma mierda es” engendrado en las movilizaciones contra la privatización de la sanidad de Madrid para señalar la complicidad del PSOE, han servido para que los pueblos empezaran a tirar masivamente por el retrete a una organización disfrazada de “izquierda”, precisamente para narcotizar su capacidad de respuesta a las agresiones de clase.
La imagen de Rubalcaba con la cara retorcida y el resto de dirigentes ejecutando el guión de trileros diciendo que son republicanos pero que defienden a la monarquía, merecería tener un lugar entre los esperpentos de Goya.
Intentan el mismo salto mortal con el que actuaron en 1982, embaucando a la gente con el famoso “OTAN, de entrada NO”, para a continuación cocinar un referéndum y acabar vulnerando todas y cada una de las condiciones del SI. Pero ya no sirve. Su capacidad de dar a la clase obrera y a los pueblos gato por liebre, no es eterna. Y ha caducado.
¿Es la petición de Referéndum la respuesta?Tampoco responde a las necesidades del pueblo trabajador agitar el señuelo del Referéndum “Monarquía o República” que defiende IU. Primero porque plantea la opción de que democráticamente se pueda optar por una forma de Estado que, junto con todo el sistema que se impuso en la Transición representa, es la negación misma de la soberanía popular, y que además fue impuesta por los triunfadores del golpe de Estado y de la guerra de 1936, ejecutores de los mayores crímenes de guerra y contra la humanidad que han conocido los pueblos del Estado español, que permanecen impunes.
Segundo porque si el Presidente del Gobierno convocara el referéndum –único que tiene potestad para ello y en todo caso no vinculante, como establece el artículo 92 de la Constitución– y se perdiera, permanecería legitimada una institución que en ningún caso debería serlo.
Aceptando que se trate de una mera reivindicación política, al margen de su viabilidad práctica, “para señalar el camino”, hay que decir con rotundidad que es absolutamente insuficiente y que escamotea lo esencial.
Y no se trata, ni mucho menos -como dice Izquierda Anticapitalista (IA)-, de que el pueblo esté preocupado por temas que les afectan más directamente que la mera forma de Estado. Esa aseveración recuerda llamativamente a la frase de Carrillo durante la Transición que decía. “no merece la pena verter una gota de sangre por un trapo”, aludiendo a la bandera republicana.
En este ámbito, especialmente clamoroso es el silencio de Podemos, la ambigüedad calculada de Pablo Iglesias y la ausencia de la organización y de sus dirigentes de las movilizaciones contra la monarquía, al menos de las de Madrid.
Nunca se insistirá bastante en la fuerza material de lo simbólico, pero no es eso sólo. La Monarquía es el pilar esencial sobre el que se ha venido sosteniendo un engranaje de poder económico, militar, político y mediático, cuyo debilitamiento –como estamos viendo– amenaza con sacudir los cimientos de la estructura de dominación. Y mientras la ruptura democrática con el régimen de la Transición esté pendiente, la lucha por conseguirla es y será seña ineludible de identidad de la izquierda coherente, e incluso de la más elemental democracia.
Reanudar el hilo histórico que rompió la TransiciónEl hecho político más trascendente e ineludible de todos es cuestionamiento de la Transición en origen [1] –y todo su engranaje. Este cuestionamiento obviamente va mucho más allá de la monarquía. Debe reclamar el Derecho de Autodeterminación de los Pueblos y en definitiva exigir la derogación de una Constitución que apuntala, exalta y protege –como expresión de la derrota histórica de la clase obrera- la propiedad privada de la riqueza y de los medios de producción, deja en papel mojado los derechos sociales y, desde agosto de 2011, establece la prioridad absoluta del pago de la Deuda.
El auge de la lucha obrera y popular ante las brutales agresiones que estamos recibiendo es la verdadera causa del descrédito institucional y político y del creciente odio de clase contra la oligarquía.
Pero la unificación de las luchas no es el simple sumatorio de mareas diferentes.
El pueblo trabajador tiene que construir su poder integrando la fuerza que se construye día a día, en cada una de las movilizaciones, sobre la columna vertebral de líneas políticas de ruptura como son el cuestionamiento de la Transición, el impago de la Deuda y la correspondiente salida del Euro y de la UE, y con las señas de identidad del internacionalismo y la lucha contra el patriarcado.
Vivimos momentos históricos en los que tras casi cuatro décadas, como en las novelas de misterio, los autores del crimen revelan su verdadera cara. En la lucha contra ellos, erigiendo su propio poder, el pueblo trabajador –el nuevo poder constituyente– se construye a sí mismo. Y para ello necesita como el aire para respirar reanudar el hilo histórico quebrantado en primera instancia –no por la guerra– sino por la traición de la Transición.

martes, 10 de junio de 2014

Juan Luis Cebrián, que te folle un pez

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El que fuera director del diario El País y actual presidente del Consejo de Administración del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, publicó el pasado domingo en su periódico un extenso artículo de opinión que lleva por título “¿Monarquía o República?: Democracia”. En el despliega todas sus armas dialécticas, de esas que pretenden manipular la realidad para acomodarla al deseo de uno mismo. Unas estrategias (des)informativas que bien podría haber aprendido Cebrián en su etapa como redactor jefe del diario Pueblo, propiedad del Sindicato Vertical, o como jefe de informativos de RTVE durante el franquismo.
Tendrán que disculparme mis lectores por el título grosero de este artículo. No cumple con los estándares mínimos de respeto que se le debería exigir a cualquier texto que pretenda rebatir una opinión ajena. El motivo de tal exabrupto no es que el artículo de Cebrián resulte insultante o sea indignante, que lo es. Incluso eso sería tolerable dentro de los parámetros de la opinión. Pero Cebrián comete en su artículo un crimen aun más grave: es tramposo. Juega sucio. Y a los tramposos difícilmente se les puede tratar como merecen ser tratados los jugadores honestos. Lo que procede es expulsarlos del tablero por desvirtuar las mínimas normas que deberían regir los debates sobre asuntos públicos.
Cuando uno escribe columnas de opinión pretende expresar su postura de la forma más clara posible para que esta sea tenida en cuenta en el debate sobre el asunto en cuestión. Como se ha encargado de señalar en su obra el filósofo alemán Jürgen Habermas, la razón es dialógica. Y para entablar ese diálogo reflexivo es imprescindible hacer uso de dos actitudes fundamentales: querer entender al otro y querer hacerse entender a uno mismo. Pero Cebrián utiliza el recurso más tramposo en estas lides, propio del peor de los sofistas, y tan antiguo como el mismo lenguaje: caricaturiza y distorsiona las opiniones ajenas para darle mayor entidad a las propias. Un recurso típico de los malos jugadores y de los tramposos: no discuto tus opiniones sino que ridiculizo lo que dices para que me sea más fácil rebatirlo.
Cebrián comienza su reflexión apelando a la sociología más ramplona: según las encuestas, dice, un porcentaje muy bajo de los españoles se muestran inquietos con la sucesión a la corona. En cambio, arguye, un 80% de los españoles señala que su principal inquietud es el desempleo. Fenomenal. Los datos son ciertos, de eso no hay duda. Pero la inferencia que hace Cebrián de ellos es torticera: según él, que la forma de jefatura de Estado no esté entre las prioridades de los ciudadanos indica que les resulta indiferente que en la cúspide del sistema constitucional se sitúe un monarca o un presidente de la república. Cebrián obvia, no obstante, un dato publicado por su propio diario: que el 62% de los ciudadanos desea que se celebre un referéndum para decidir entre monarquía o república. Pero ese dato parece ser baladí para el presidente del Grupo Prisa, no vaya a ser que estropee un buen argumento.
Cebrián pretende situarse en la equidistancia entre la derecha monárquica y la izquierda republicana, como si se tratara de un demiurgo situado más allá del bien y del mal. Pero su apología de la monarquía en España es delatada por la forma de retratar a sus críticos: “Para otros, entre los que sobresale Izquierda Unida, pretendida aliada del anarquismo suave rampante en nuestra sociedad, esta Monarquía parlamentaria es en realidad un apaño de las élites extractoras, responsables de la crisis financiera y económica que ha deteriorado y empobrecido a amplios sectores de la clase media.” Ante afirmaciones de tal calibre uno no puede sino hacerse algunas preguntas. ¿Es Izquierda Unida una “aliada del anarquismo suave rampante”? Tal sentencia merecería alguna explicación a modo ilustrativo, salvo que se pretenda señalar en la dirección de la ecuación IU=Caos. El ex director de El País parece señalar que aquellos que pretenden reformar las instituciones democráticas, en este caso la jefatura de Estado, tienen el oscuro objetivo de destruirlas. Pero Cebrián va más allá y remata el párrafo de la siguiente forma: “De donde infieren, en un salto acrobático de la inteligencia, que la única manera de evitar que continúen los desahucios a quienes no pagan las hipotecas sería un cambio de régimen.” Y es que el tramposo Cebrián se retrata cuando pone en boca de los dirigentes de la coalición tamaña soplapollez. ¿O es que algún líder de Izquierda Unida ha dicho en algún momento que una república acabaría automáticamente con todos los males que aquejan a nuestra sociedad? La república, sobra decirlo, no es ni de izquierdas ni de derechas y no presupone unas políticas determinadas.
Pero Cebrián no se queda ahí y en el siguiente párrafo insiste en la trampa: “Por si fuera poco, ahora que está en boga el derecho a decidir, exigen una consulta popular sobre el tema, reclamando así para las manifestaciones callejeras la representación de la soberanía popular.” No solo trata de confundir mezclando la consulta soberanista en Catalunya con un referéndum sobre la jefatura de Estado en este país. Por si acaso se encarga de recordarnos que “está en boga el derecho a decidir”, como si la democracia fuese una moda pasajera que incomoda al presidente del Grupo Prisa. Y él mismo realiza, esta vez si, un salto mortal acrobático argumental: “(…) exigen una consulta popular sobre el tema, reclamando así para las manifestaciones callejeras la representación de la soberanía popular.” Y suenan las alarmas de la inteligencia: Si exigen una consulta popular en las urnas, un referéndum, un plebiscito… ¿supone eso reclamar que las manifestaciones callejeras sean la representación de la soberanía popular? Parece, y lo es, contradictorio. Reclamamos que se consulte a los ciudadanos precisamente porque la soberanía popular se expresa en las urnas y no en manifestaciones callejeras. Ni tampoco, no está de más recordarlo, en artículos de opinión.
El autor continúa y no puede sino señalar lo evidente: “es obvio que las monarquías no son en absoluto instituciones democráticas en lo que se refiere a su funcionamiento interno”. Se merece sin duda un positivo en observación y análisis de las instituciones públicas. Pero remata con una loa cortesana a las virtudes de la jefatura de Estado hereditaria recordando que “en su versión parlamentaria amparan algunos de los regímenes más democráticos, libres y avanzados de la Tierra”. Cualquier lector despistado podría inferir, por tanto, que la jefatura de Estado monárquica es superior a la republicana en lo que respecta a la democracia, libertad y progreso. Pero se olvida de señalar Cebrián que también las repúblicas han albergado y albergan algunos de los regímenes más democráticos, libres y avanzados del mundo. Y lo contrario también es cierto: algunos de los regímenes políticos más indeseables que existen sobre la faz de la Tierra son, indistintamente, monarquías (algunas de ellas parlamentarias) o repúblicas. De lo cual podemos deducir que poco tiene que ver la jefatura de Estado de un país con la calidad de su democracia. Pero si la segunda parte de la sentencia es falaz, la primera es una verdad inapelable: “las monarquías no son en absoluto instituciones democráticas”. Cebrián dixit.
Cebrián ejerce, como ha venido haciendo tradicionalmente, de guardián de la ortodoxia constitucional (y neoliberal) en el PSOE. Y ahí va un aviso a navegantes: “En lo que se refiere a la izquierda, los socialistas que apresuradamente se apuntan a una consulta exclusiva sobre la forma de gobierno, olvidando otras más acuciantes carencias constitucionales, deberían aprender del historial de conflictos de su partido con los anarquismos de turno, siempre deseosos de arrebatarles el protagonismo de una revolución, hoy imposible, y ahora de las reformas solicitadas, tan necesarias como difíciles”. No vaya a ser que a alguno de los candidatos a la secretaría general del PSOE le de por dejarse seducir por los cantos de sirena del republicanismo, que es a ojos de Cebrián síntoma de un peligroso anarquismo revolucionario que parece ser una verdadera obsesión para el CEO del Grupo Prisa. Vete tú a saber por qué. Pero lo peor en este caso no es su papel de policía –antidisturbios- de la socialdemocracia y de tutor ideológico del próximo candidato socialista. Lo más lamentable de esta línea argumental es aquello de que “hay cosas más importantes”. Pues claro que las hay. Hay asuntos mucho más acuciantes que el de la jefatura de Estado y que también merecen una reforma, faltaría más. El desempleo, los desahucios o la pobreza son algunos de ellos. Pero hasta donde yo sé en democracia no existe un límite de reformas y abordar la cuestión de la jefatura de Estado no impide tratar otros asuntos. En todo caso ha sido el propio monarca con su abdicación el que ha puesto el foco de debate en la monarquía. Y si el momento de la sucesión no es el adecuado para abordar la cuestión de la jefatura de Estado no sabemos cual lo será. El argumento de “no toca”, “no es el momento” o “no es la prioridad” ha sido en demasiadas ocasiones la coartada de los poderes para abortar reformas necesarias y para perpetuar el statu quo.
Cebrián se despacha a gusto más tarde con aquellos que cuestionan el proceso sucesorio: “La inicial renuencia o el abierto rechazo de Convergència i Unió y de Izquierda Unida (heredera del Partido Comunista de España) a mostrarse coherentes con la ley que sus antiguos dirigentes redactaron y votaron es una patética prueba, una más, de la ausencia de liderazgo político en sus filas y de las inclinaciones populistas de quienes las encabezan”. Todo un canto al inmovilismo de los partidos políticos, que según la óptica de Cebrián deben sostener, casi cuarenta años más tarde, las posiciones que tuvieron en aquel proceso constituyente en el que el ruido de sables era ensordecedor. Como si no fuese otra generación la que hoy protagoniza la vida política en España. Una generación que, por cierto, no tuvo la posibilidad de refrendar en las urnas la actual Carta Magna. Pero Cebrián va aun más allá: cuestionar la monarquía es síntoma de falta de liderazgo y de populismo en los partidos políticos. Otra sentencia que deja sin explicación y que tenemos que tomar como dogma de fe, por más absurda que resulte.
Cebrián concluye su artículo abogando por una reforma constitucional. Se trata de rematar la operación que ha comenzado con la abdicación regia y que pretende darle un lavado de cara a nuestro sistema político bajo la premisa de “que todo cambie para que todo siga igual”. Esa parece ser la estrategia de las élites políticas y económicas para combatir una desafección ciudadana que ya es un problema muy grave para el mantenimiento del statu quo. Pero Cebrián remata la faena con una de sus trampas dialécticas: “Por supuesto la expresión de las redes sociales, las de los locutores de programas de entretenimiento político y, sobre todo, la de miles de manifestantes que exhiben con toda libertad su protesta, deben tenerse en cuenta. Pero no pueden sustituir, ni legal ni emocionalmente, a la voluntad democrática expresada en las urnas. No, si queremos evitar un suicidio colectivo.” Pues eso mismo, nada puede sustituir a la voluntad democrática expresada en las urnas. Ni la presunta estabilidad del sistema ni una constitución votada hace 36 años en unas circunstancias muy excepcionales pueden sustituir la voz de los ciudadanos expresada democráticamente. Por eso es imprescindible preguntarle a los españoles y las españolas si desean continuar con una monarquía parlamentaria en la figura de Felipe VI o quieren que la jefatura de Estado sea al fin verdaderamente democrática a través de un Presidente de la República votado por todos los ciudadanos. Ya no vale poner excusas.
Lo mejor del artículo del multimillonario Cebrián es que pretendiendo retratar a quienes exigimos un referéndum sobre la jefatura de Estado se ha retratado a si mismo. No es la primera vez que lo hace. No extraña, desde esa óptica, la deriva conservadora del diario El País en los últimos tiempos que ha provocado una sangría de lectores y la salida de un buen número de firmas de calidad, que han dejado de publicar en las páginas del periódico de Prisa a la vista de la derechización evidente de su línea editorial. De modo que no puedo sino reiterarme en mis mejores deseos para el que fuera director de El País: Juan Luis Cebrián, que te folle un pez. Y uno bien grande, a ser posible.