lunes, 3 de octubre de 2011

Trabajadores en precario

ANTONIO MORALES MÉNDEZ






Los datos son demoledores y lacerantes. Los datos transparentan, sin ninguna duda, cómo lo peor de la crisis lo soportan los sectores más frágiles de nuestra sociedad y dejan claro también que el neoliberalismo ha buscado, como uno de los elementos identitarios de esta situación, la precarización de los trabajadores, a los que ha sometido a la frustración, la exclusión y la pérdida de horizontes vitales.

Durante este mes hemos podido ver en los distintos medios de comunicación cifras muy positivas sobre el sector turístico canario y peninsular: España fue visitada durante el mes de agosto por 7,64 millones de turistas, 655.000 más que en agosto del año pasado (un incremento del 9’4%) y a Canarias, durante los primeros ocho meses del año, se acercaron 6.741.250 turistas, 1,2 millones más que los que lo hicieron por la misma época el año pasado, (un aumento del 22,64%). En esta tierra los visitantes gastaron 5.726 millones de euros, 862 millones por encima del año anterior (un 15%), doblando así la media nacional…pero, paradójicamente, los afiliados a la Seguridad Social se han reducido en 136.834 personas y el paro sigue aumentando sin dar tregua.

Detrás de todo esto asoma su cabeza el fraude de muchos empresarios que juegan con los contratos para evitar pagar las vacaciones, de los que realizan contratos temporales encadenados –dice Valeriano Gómez que “mejor un trabajo temporal que un parado”- y de los que despiden personal en el sector aún habiendo el mismo trabajo o más, o aumentan las horas laborales a los trabajadores por el mismo salario o por menos. Lo vemos cada día en nuestros vecinos y amigos. Son prácticas clarísimas de abuso y sometimiento sin que algunos sindicatos (que se mueven y presionan como fieras en la administración pública) las denuncien y las combatan y sin que las autoridades laborales encargadas de fiscalizar y controlar al sector, las penalicen. No es casualidad que las grandes empresas de este país, según el Banco de España, hayan ganado en el último ejercicio un 4,3% más y hayan reducido sus plantillas un 1,8 % de media, porcentaje al que habría que añadir la cifra de despidos de un 3,5% en el año anterior. Y todo ello financiado con dinero público. Claro que no sucede lo mismo con sus directivos que vieron como sus sueldos aumentaban en un 5% (dice el presidente del consejo europeo de la Association of Executive Search que “es inviable limitar el salario a los altos directivos”, porque se irían de un país a otro)

¿Pero no nos habían dicho que la reforma laboral que exigían los mercados, la patronal empresarial y los políticos de la derecha y la socialdemocracia entregada iba a crear empleo estable y de calidad? Pues parece ser que no. Lo cierto es que, tras su aprobación definitiva, se han perdido más de 600.000 puestos de trabajo en el conjunto del Estado. Como vaticinó en su día Antonio Gutiérrez, sólo ha servido para debilitar al trabajador y reforzar al patrón. Sólo ha conseguido fragilizar los derechos de los trabajadores.

En las sentencias de los tribunales no cesan de aumentar los fallos a favor de las empresas y a disminuir las indemnizaciones a los despedidos; y el número de ERE (más de cinco mil antes del mes de mayo de este año) se ha incrementado de una manera considerable. La propia OCDE ha admitido, a mitad de este año, que la economía está peor que antes de las reformas de Zapatero, y Rubalcaba ha terminado reconociendo que la regulación que provocó la huelga general “no crea empleo”…

Pero todos estos datos contundentes no les desaniman. Quieren más. No están saciados. Durante los últimos meses y con especial énfasis en las últimas semanas no cesan de alzarse voces pidiendo control salarial y “cambios valientes” en el mercado laboral y financiero: Ordoñez, el gobernador del Banco de España, cree “imprescindible” que la contención salarial continúe y demanda, además, otro recorte salarial a los funcionarios; Trichet, el presidente del BCE, nos dice que “España ha hecho mucho, pero aún queda mucho por hacer”; los grandes empresarios reclamaron a Zapatero en mayo que gobernara o adelantara las elecciones y “profundidad y rapidez” en la reforma laboral y, en julio, “más ajustes y reformas”; la UE no cesa de mandar recados pidiendo a España “más reformas”; Rajoy apunta en su biografía presentada a final de agosto que es necesaria una “nueva reforma laboral y más flexibilidad en el mercado de trabajo”; hace unos días, la CEOE ha vuelto a insistir en una mayor contención salarial para 2012…Y en medio de todo ello el debate introducido por Angela Mérkel de edulcorar los recortes puros y duros con los eufemismos de más competitividad y más productividad, que no duda en hacer suyo Zapatero llamando a los sindicatos a asumirlo. Guillermo de la Dehesa, el ex Secretario de Estado de Comercio y de Economía del PSOE y hoy International Advisor de Golman Sachs, nos advierte que “el equilibrio del mercado requiere que el salario real del trabajador iguale el valor de lo que produce”. Jamás se les pasó por la cabeza, en épocas de vacas gordas, igualar el valor del salario en proporción a los beneficios obtenidos, pero ahora toca ajuste salarial puro y duro, a pesar de que los salarios de los españoles son un 20% inferiores a los de la media europea y a pesar de Sarkozy, que no es precisamente la izquierda, ha impuesto el reparto de primas a los trabajadores a las empresas que den dividendos. Como dice El Roto: “No podemos aumentar nuestra productividad al ritmo de la de su codicia”.

Y mientras esto sucede, mientras sin recato insisten en repercutir el coste de la crisis sobre los trabajadores, ahora por la vía de los recortes salariales, el empobrecimiento de los sectores populares primero, y detrás el de las clases medias, avanza a un ritmo alarmante. Estamos hablando de una sociedad con un índice de paro entre el 20% y el 30%; con un paro juvenil de alrededor del 50%; con un 40% de sus pobres que pasan hambre; con casi un millón de hombres y mujeres en situación de exclusión social severa; con unos servicios sociales desbordados hasta el punto que las prestaciones de emergencia han aumentado un 80%; con más de dos millones de personas que no tiene ingresos suficientes para comprar alimentos a diario…

Que se fastidien, piensan “los mercados”: estaban todos viviendo por encima de sus posibilidades. Se habían creído lo de una buena sanidad, una mejor enseñanza pública, buenos salarios y pensiones… Se habían engolosinado con la buena vida y entraron al trapo de los créditos y las hipotecas que los ataban para siempre a los bancos que les aseguraban que solo consumiendo de esa manera desaforada podía salir un país para adelante. Pero se acabaron las mieles. Ahora los asalariados tendrán que sacrificarse para volver a los beneficios de siempre.

Y por eso lo de la productividad, la temporalidad, la precariedad, la desregulación, la anulación de la negociación colectiva, la flexibilidad, el miedo, la mala calidad y la restricción de derechos de los trabajadores, la quiebra de la seguridad y la protección del Estado frente a la especulación. Y por eso van a por lo público, a congelar las pensiones, a retrasar la edad de la jubilación, a privatizar la educación, la enseñanza…Y todo lo que se les ponga por delante.

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