Es probable que Mauricio Vicent si no fuese hijo del afamado escritor y columnista Manuel Vicent, sería un trabajador asalariado de cualquier sex shop al uso. El caso es que este personaje que se hace llamar periodista lleva años difamando a la revolución cubana. Sus crónicas obedecen a los intereses de sus jefes del Grupo Prisa, un anticomunismo burdo sazonado con ínfulas de escritor del tres al cuarto. Desde hace años, las personas de izquierda no entendía el inmerecido respeto que el gobierno cubano tenía hacia este personaje. Han soportado insultos, mentiras y consejos para que el país tomara la senda liberadora del capitalismo y la modernidad, hasta que en las últimas horas se han hartado de este individuo que enarbola la bandera de la “libertad de expresión” para ejercer de agente contrarrevolucionario.
Según una información divulgada este domingo por El País, Vicent fue convocado recientemente por el Centro Internacional de Prensa (CIP) -una dependencia del Ministerio de Relaciones Exteriores- para informarle que no le sería renovada su licencia y que no podría continuar enviando despachos de prensa desde Cuba al extranjero. La revocación se produjo por vía del Artículo 46 de la Resolución 182 del 2006, el cual establece que la acreditación de un corresponsal extranjero en Cuba podrá ser retirada temporal o definitivamente cuando se considere que ha faltado a la ética periodística o sus despachos no se ajustan a la “objetividad periodística”.
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