lunes, 25 de octubre de 2010

LA ARISTA.- El ocaso de un líder

Excelente artículo de Manuel Mederos, director adjunto de Canarias7, y que estuvo trabajando conmigo en el viejo "Diario de Las Palmas" haciendo los sucesos. El palo que le da a Soria es de los que hacen época, y tengo el inmenso placer de reproducirlo en mi blog. Por cierto que Manolo Mederos tiene otro en C7, La Zaranda, que también tiene artículos muy buenos. Es justo resaltar el cambio que ha dado Manolo Mederos en sus escritos sobre Soria y otros asuntos, pero nunca es tarde si el cambio es para mejor. Ahora parece hasta un periodista progresista. Ánimo Manolo, y sigue en esa magnífica línea.

RGM


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MANUEL MEDEROS






Muchos populares repasan en estos días la trayectoria de José Manuel Soria buscando elementos que expliquen su comportamiento y el declive de su figura en los últimos años. En la política isleña y fuera de ella, ha sido considerado el líder con mejores cualidades para gobernar Canarias y para representar los intereses de las Islas en Madrid. Todas las expectativas han quedado en nada, y su última decisión de abandonar el Gobierno pone plazo a su liderazgo en mayo de 2011.
Es difícil encontrar el momento concreto en el que el líder del PP dejó de ser una esperanza en Canarias para convertirse en un político temido, agriado y odiado. El exceso de poder primero, la pérdida de la impunidad después y su arrogancia personal, son elementos que quizás expliquen su declive, pero la historia es mucho más intensa.
Soria acumuló excesivo poder en los últimos quince años. Gobernaba el Cabildo, el Ayuntamiento capitalino, parte del Gobierno de Canarias y varios municipios importantes, además de contar con Aznar en La Moncloa. Subido en una nube, en los seis escalones de la presidencia del Cabildo y borracho de poder, extendió una red que lo aisló del mundo y lo convirtió en una especie de dios incuestionable.
Marzo de 2004 es el año en el que comienza su pesadilla. Mariano Rajoy pierde las elecciones, pero Soria no logra entender el significado de lo que está sucediendo. Sigue actuando sin darse cuenta de que algunas de las herramientas que lo protegían ya no las manejaba . Soria otea que sus sueños se alejan, sobre todo el acariciado puesto en el Consejo de Ministro, pero cree que el PSOE saldrá pronto del Gobierno y actúa como si nada hubiese pasado. Un año después, en mayo de 2005, Adán Martín lo echa del Gobierno de Canarias y en las elecciones de mayo de 2006 pierde las mayorías en el Ayuntamiento de Las Palmas y en el Cabildo.
Esa noche, en un lúgubre pasillo, detrás del escenario preparado en el Parque de Santa Catalina para celebrar el triunfo, lloró desconsoladamente en la intimidad de su familia. Lo perdió todo en el mismo sitio donde todo lo ganó cuando tomó el poder de la mano de un traicionado José Miguel Bravo de Laguna. En el mismo lugar donde siempre festejó su triunfo lloró su derrota porque entendió, quizás por primera vez, que decaían definitivamente todas sus expectativas, que perdía el tren de su vida política y de sus aspiraciones personales.
En esas elecciones, la aparición de Juan Fernando López Aguilar fue una bendición para Soria. Entraba en escena su salvación. Aguilar ganó, pero su corrosiva forma de entender la política dio a Soria un nuevo margen para prolongar su vida política, ahora al lado de Paulino Rivero. Aguilar paralizó Canarias y se convirtió en un peligro mayor que el que Soria representaba desde la soberbia en la que se instaló.
Los que los conocen bien dicen que fueron los casos de corrupción, especialmente los vinculados a su familia, los que marcaron su declive definitivo. Sitúan en octubre de 2004, con el ‘caso La Favorita’, el momento decisivo. Le siguió ‘Eolo’, Telde, Mogán, ‘el Salmón’. Fue el inicio de su desquiciamiento personal y político. Quizás fue en ese momento cuando entendió que estaba siendo traicionado por alguno de sus más íntimos colaboradores, algunos de ellos fuera del ámbito político. Quizás entendió que perdía la impunidad de la que había gozado hasta ese momento.
A partir de ahí se aisló en su recién remodelado despacho del Cabildo de Gran Canaria. Abandonó la gestión y se obsesionó con sus adversarios. Su día a día estaba marcado por la prensa. Leía y subrayaba todos y cada uno de los titulares. Buscaba su apellido entre las líneas de los digitales. Elaboraba teorías conspiratorias y marcaba estrategias para laminar a sus enemigos y a los sospechosos de las traiciones. Comenzó una inexplicable purga dentro del PP que acabó hasta con sus más fieles colaboradores para rodearse de un coro de aduladores y empleados.
Probablemente hubo otro momento más delicado en el proceso de deriva del líder del PP. En algún instante de su vida, en la soledad de un despacho blindado, a solas con su conciencia, o arrastrado por el poder y la sensación de impunidad, Soria quizás pensó que la política también estaba al servicio de los asuntos particulares y familiares.

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