miércoles, 23 de junio de 2010

¿Qué diablos le pasa a este Mundo?

MANOLO MARTÍN

Que tiempos corren. No pasa nada, aquí no pasa nada, nada se mueve.
Si usted o yo, ciudadanitos de a pié, somos cogidos de forma sospechosa o flagrante en un delito como en los los que agarran a muchos políticos de este país, ya estariamos fregando cacharros o lavando calzoncillos en los puestos de lavandería de cualquier penal de la geografía nacional porque somos tan simples y tan biodegradables que no podemos tan siquiera permitirnos muchas veces el beneficio de la duda por la simpleza de no tener pasta para pagar al mejor equipo de abogados del "mundo mundial interplanetario" por usar palabras del reputado y honorable presidente de la comunidad valenciana Francisco Camps(peador) alias el Cid pepero que lucha a muerte contra la injusticia de verse acusado de cohecho impropio "o extraño" por uno de los más altos tribunales de este aciago pais.
La gente que anda arriba debe pensar que este pais está lleno de corderos gilipollas que se dejan degollar sin proferir un solo balido y que deben andar mas ciegos y sordos que un canto de barranco. Asistimos en estos tiempos con gran desasosiego y perplejidad a acontecimientos que nos llenan de indignidad y vergüenza ajena y nos hacen ver que sí, que efectivamente somos unos corderos desarmados ante la barbarie de quienes rigen nuestras vidas en diferentes aspectos de lo cotidiano. El capital ha desarmado al estado de bienestar con algo parecido a aquello que en siglos pasados se impuso como forma de hacer que los corderos no balaran cuando les iban a cortar el pescuezo, el despotismo ilustrado o como lo definen los libros de texto, todo para el pueblo pero sin el pueblo, o sea, yo manejo las finanzas y te callo con migajas y cuando todo se vaya al traste tras especular ferozmente y habiéndome enriquecido, me vas a devolver las migajas, vas a pagar la ferocidad con la que te he manejado dejando que tengas coche, piso, televisor de 40 pulgadas y hasta papel higiénico perfumado mientras a mi no me amenaza ni Dios ni el mismísimo estado con subirme los impuestos sin llevar en las manos uno de esos rollos de fino papel perfumado.
Al final nos damos cuenta de que el estado no es mas que un instrumento en manos de quien maneja las "perras" para ponernos firmes y salvar los enseres de tanta depredación a través de imponer impuestos y/o recortes y que a través de ellos igualmente, no tengamos posibilidades de reparar el coche, acabar de pagar el piso y tener que devolver el televisor con el cual nos han embobecido.
¡Que cosas! ya ando mezclando a la ley con las finanzas y viceversa y no se si es que me hago un lio o es que aún no he despertado de tanto despropósito al que asistimos un día sí y otro también y me viene a la cabeza la política interna que empleó la administración de ese o mejor dicho, de "eso" presidente estadounidense George W. Bush que sacó muchos réditos de mantener a su pueblo con el susto metido en el cuerpo durante tantos años y que por contagio, me temo, que ha heredado Europa como ha heredado el ir al McDonalds en peregrinación como el que tiene la obligación de ir a misa todos los domingos.
Y vuelvo a encarrilar porque se me echa fuera de via el tranvía y me vuelvo a centrar o mejor dicho, convierto en aleación lo de la justicia y las finanzas porque ¿cuanto cuesta un traje de sastrería? ¿tiene usted algún amigo financiero que le regale aunque tan solo sea uno sin recibir a cambio aunque sean dos chuletas en un asadero de fin de semana en el comunal San José del Álamo? ¿tiene usted el respaldo necesario para no pasar por comisaría ni tan solo un puñetero día a declarar que ese traje lo compró usted pero que las facturas las suele usar como servilletas en dichos asaderos para ahorrar en papel porque usted es tan santamente solidario que colabora para que no crezca la industria de la celulosa que se alimenta de cortar árboles?
Recuerdo que el último traje medianamente decente que conseguí tener fué el de mi primera comunión. Pero la diferencia estriba en que mi "viejo", modesto carpintero él y hombre incansable y abnegado en su profesión porque los tiempos mandaban, no era un "amiguito del alma" para mi y tampoco lo era para si mismo porque el hombre sacrificó a buen seguro alguna necesidad imperativa de la época para que yo fuese vestido de marinerito por un día.
Ahora se nos hunde el barco por babor y estribor (lease justicia y finanzas) y usted y yo con nuestros trajecitos de marinerito, nos hundimos solidariamente como cualquier capitán que se preciase lo haría con su barco herido de muerte.

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