sábado, 12 de mayo de 2012

Atentos al mal humor

RAMON AYMERICH


La Vanguardia




Lo que importa es el tamaño. La norma, que puede funcionar o no en el campo de la biología, ha tenido un éxito apabullante en las finanzas españolas. Tanto que el otro día, al saludar al máximo responsable de una entidad financiera con sede en Barcelona, de esas que tienen el balance saneado y no cobran comisiones a sus clientes, tardé unos minutos en percibir que la suya era una entidad pequeña. Pequeña y solvente. Pequeña y saneada. Pequeña y circunscrita a un mercado nicho en el que se defiende más que bien.

La existencia de entidades financieras solventes ajenas -e ilesas- al proceso de concentración financiera no ha impedido que la obsesión por el tamaño haya sido la norma de las últimas reformas del Banco de España. Tanto que las ayudas públicas han ido siempre vinculadas a integraciones, fusiones y compras. Tanto que la idea del to big to fail (demasiado grande para caer) ha acabado por impregnar muchas decisiones en la fase final de la reforma. Bankia ha sido, probablemente, el mejor compendio de esa manera de hacer. Y quizá por eso ha protagonizado una caída tan aparatosa.

Porque Bankia, como otros conglomerados financieros formados y alguno que está por venir, era una aglomeración de entidades (póngame una caja del norte, que parecen sólidas, y una levantina, que son más creativas). Eso explica en parte lo ocurrido. Pero es que, además, Bankia no era sólo demasiado grande para caer. También era demasiado nuestra para caer. Nuestra, es decir, de ellos, del Madrid financiero, político y económico. Si Catalunya soltó lágrimas por la pérdida de su mayor parte de cajas -y las que soltaría si hubiera perdido La Caixa-, el todo Madrid llora a Bankia porque lo tuvo todo para ganar.

Bankia era la más grande. Tenía al frente a Rodrigo Rato, la gran esperanza blanca de casi todo en los últimos años... Tuvo un innegable, e inconfesable, apoyo en su salida a bolsa. Ha obtenido un trato exquisito por parte de las autoridades (y en el pecado está la penitencia: jamás el Banco de España lamentará tanto haber tratado con guante de seda al banco hoy nacionalizado). Y cuenta ahora con una claque de gente dispuesta a su exculpación, lo que indica hasta qué punto Bankia era sistémica. Pero no para el sistema financiero, sino para el entorno que ella misma alimentaba.

Es pronto para percibir el efecto psicológico de la caída de Bankia, pero hay que saber que una vez abierto el melón, los hay que no saben cómo parar. Esta semana, The New York Times dedicaba un artículo demoledor a la constructora ACS, a la que ve como portadora del nuevo "mal español": la deuda. A la constructora de Florentino Pérez no le perdonan la compra de la alemana Hochtief (¡con deuda!).

La revisión de los mitos del capitalismo español acaba de empezar. Atentos al mal humor.

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