lunes, 26 de marzo de 2012

Huelga 29-M: Unidad contra el miedo

MANUEL MARRERO MORALES

San Borondón

Manuel Marrero Morales

Eduardo Galeano, en uno de sus textos breves, nos habla del miedo global: “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar ningún trabajo (…) quien no tiene miedo al hambre tiene miedo a la comida (…) la democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir (…) es el tiempo del miedo. El miedo amenaza, si habla tendrá desempleo, si piensa tendrá angustia, si duda tendrá locura, si siente tendrá soledad”. El miedo manda.

Nos habían montado el sistema sobre mentiras. Todas ellas dirigidas a que consumiéramos hasta la extenuación de nuestros bolsillos y de nuestras fuerzas para conseguir el salario suficiente para seguir consumiendo. Nos hicieron creer muy hábilmente que una gran parte de la población había pasado ya a engrosar la clase media. Y hasta algunos sociólogos teorizaban sobre el asunto, dándole esa pátina de autoridad que proporciona la academia. Préstamos para casas, coches, vacaciones. Todo eran facilidades. La Arcadia feliz.

El mundo televisado, que era deseado desde el vecino continente africano por todos los que se aventuraban en pateras a buscar el paraíso, se está desmoronando. Nuestra incredulidad inicial pudo ser similar a la visión fantasmagórica de aquel 11 de septiembre en que caían las torres en la capital del Imperio. Las clases medias están desapareciendo fugazmente, se están empobreciendo como consecuencia de que muchos de sus miembros forman parte de las estadísticas de millones de parados que están en el camino de la pobreza y la exclusión social.

La gran estafa financiera, la crisis energética, la burbuja inmobiliaria, la pérdida de calidad democrática, el creciente autoritarismo, todo ello forma parte de los pilares que sostienen este sistema: son una consecuencia perversa del sistema. Y también las medidas que los gobiernos del sur de Europa, de rodillas ante los especuladores, no están trasladando al conjunto de la clase trabajadora. El sistema, la dictadura financiera, está actuando, como un dios cruel, invisible y malhumorado, contra las gentes de los distintos países. Ninguno de nuestros gobernantes se atreve a decir “se acabó, me niego a condenar a mis conciudadanos a la miseria”. Porque, en definitiva, todos están de acuerdo con el sistema y siguen empeñados en ponerle parches para que siga funcionando.

El gobierno del PP, con sus diversas contrarreformas en marcha, desde la laboral a la de la justicia o la educativa, está incurriendo en imprudencia temeraria. Está atravesando todas las líneas rojas y violentando la convivencia social, está atentando contra la dignidad de los millones de personas asalariadas de este país. La reforma laboral significa el asalto y consiguiente desmantelamiento de las normas de convivencia dentro del tejido productivo, por las que se guardaba un inestable equilibrio siempre favorecedor de la clase dominante. Y esta violación de los derechos de la clase trabajadora se produce con la excusa de favorecerla, dicen, para crear más empleo. Al mismo tiempo que, sin rubor alguno, afirman que llegaremos a fin de año con seis millones de personas que han perdido el empleo. ¡Qué cinismo!

Y para trasladarnos sus ideas, para repetirlas machaconamente hasta convertirlas en un estado de opinión generalizado, cuentan con sus poderosos medios de comunicación (periódicos, radios, cadenas de televisión y hasta producciones en video al módico precio de 4.500 euros para vendernos la reforma laboral). No sólo los utilizan para que consumamos, sino también para conformar nuestra visión del mundo, para que aceptemos como válidas sus opiniones, como únicos sus pensamientos, como nuestro sino y nuestro inexorable destino sus decisiones sobre nuestras vidas y haciendas. Y sobre todo, nos han trasladado el MIEDO.

El contenido violento de la reforma laboral, las privatizaciones y recortes que van a continuar con los próximos presupuestos y con los siguientes, el desempleo, la pobreza y la exclusión social, todos son motivos más que sobrados para que vayamos a la Huelga General del 29-M y a todas las que se vayan convocando.

No podemos permitir que el miedo nos atenace, que el miedo nos impida movernos. Tenemos una seria responsabilidad generacional: no podemos consentir que los derechos conquistados durante décadas con tantos sacrificios se borren de un plumazo. No vale mirar para otro lado, decir esto no va conmigo, a mí no me afecta,… Ni el individualismo ni la soledad valen en estos tiempos de agresiones colectivas. La unidad es el único antídoto contra el miedo. La unidad de los Comités de Empresa, de los sindicatos, del funcionariado, de los estudiantes, de los parados y jubilados, la unidad de la clase trabajadora, que es la mayoría de la población. O ellos o nosotros. Hay mucho en juego.

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