domingo, 28 de julio de 2013

La división de la izquierda

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27jul 2013
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Augusto Klappenbach

Escritor y filósofo



Público
Creo que no existe un problema político más importante en este momento que la necesidad de formar un frente común para evitar un cambio de modelo social que no ha sido decidido democráticamente por los ciudadanos sino impuesto por poderes económicos que no representan a nadie más que a sus gestores. Pero una izquierda dividida no es capaz de ofrecer una alternativa seria a este atentado a la democracia. La división de la izquierda tiene una larga historia que se manifestó claramente en la guerra civil: mientras las derechas formaron un frente común, las izquierdas no olvidaron ni siquiera en esos momentos las luchas entre comunistas, anarquistas y socialistas. Y así nos fue. Y hoy, mientras el Partido Popular es capaz de aglutinar a liberales y conservadores, franquistas y democristianos, ateos y católicos, honestos y corruptos, la izquierda se divide en dos partidos nacionales, varios regionales y alguno en formación, frecuentemente enfrentados entre sí y a veces duramente. Por no hablar de la división de la izquierda en la Unión Europea. Quizás es el momento de preguntarnos por las razones de esta constante histórica.
Un componente esencial del pensamiento de izquierdas consiste en la actitud crítica ante lo que existe. La izquierda nació así, como cuestionamiento al poder vigente, mientras que las derechas, en general, dedicaron su discurso a justificar el orden social, dirigiendo sus esfuerzos a defender el sistema establecido o a reformarlo para lograr su continuidad. Y esta vocación de crítica a la totalidad ha perdurado en la izquierda hasta nuestros días, hasta el punto de volverse contra sí misma.  Max Weber es el autor de la clásica distinción entre la ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad.  Según él, la ética de las convicciones tiende a aplicar los principios morales de modo absoluto, despreocupándose de las consecuencias que provoque la conducta. La ética de la responsabilidad, por el contrario, tiene en cuenta los resultados de la acción y es capaz de adaptar los principios a los fines que se persiguen. Creo que el error de Max Weber consiste en atribuir la ética de las convicciones al ámbito privado, reservando la ética de la responsabilidad a la acción política. Toda decisión moral incluye tanto los principios como los resultados de la acción, a riesgo de convertirse respectivamente en fanatismo o en oportunismo, tanto en la política como en la vida privada. Pero es verdad que en los dos ámbitos existen tendencias que ponen el acento en uno u otro aspecto. Y la izquierda ha insistido históricamente en los principios ideológicos de su concepción del mundo, muchas veces a costa de obtener resultados intolerables que terminan contradiciendo los mismos principios que postulaba. Una actitud coherente con el predominio de la ética de las convicciones: los principios  se pueden permitir el privilegio de ser absolutos y de ejercer una crítica implacable a las contingencias cotidianas, mientras que esas consecuencias están llenas de matices y decisiones complejas. Nada es más dócil que las ideas.
Este fundamentalismo moral, junto con los inevitables personalismos y ambiciones personales,  está en la raíz de la frecuente actitud sectaria de los partidos de izquierda, que con frecuencia exigen de los compañeros de viaje una identificación total con los principios y estrategias propias para considerarlos como tales. No se trata, por supuesto, de renunciar a los principios y caer en un oportunismo acomodaticio. Ni de olvidar las utopías, esenciales en el pensamiento de izquierdas. Ni de adherir a la siniestra doctrina del fin que justifica los medios. Sino de comprender que el objetivo de la acción política consiste en la transformación de la realidad y que la función de las ideas y principios consiste en hacerla posible. Utilizar los principios éticos para evitar el compromiso con las dificultades que entrañan las decisiones concretas necesarias para cambiar las cosas y refugiarse en el reino abstracto de las ideas implica hacerle un flaco favor a la ética.
Por supuesto que la deseable unidad de la izquierda no puede incorporar a cualquier sector que reivindique su pertenencia a ella. Porque hay que recordar que izquierda y derecha son términos espaciales y relativos, que dependen del término de comparación que se utilice: el Partido Popular podría situarse a la izquierda del Amanecer Dorado de los griegos. No puede afirmarse que cualquiera que proclame su condición de izquierdas tenga derecho a participar en la necesaria unidad de acción que estos tiempos exigen. El caso de ETA ilustra suficientemente la necesidad de estas exclusiones. Tampoco se trata de conseguir esa unidad aceptando sin crítica las posturas de quien tiene más poder. Creo que la cuestión que más importa en estos momentos consiste en la posibilidad de acuerdos entre las corrientes socialdemócratas, que proponen una profunda reforma dentro del sistema capitalista y otras posturas que rechazan cualquier posibilidad de vigencia del capitalismo y defienden el paso a modelos socialistas desde convicciones democráticas y no violentas. En estas dos posturas se incluye la inmensa mayoría de lo que se entiende por izquierda sociológica en este país.
Por ejemplo. Muchos de quienes pensamos que la socialdemocracia no es capaz de enfrentarse a crisis como la que estamos viviendo y que es necesario un cambio de paradigma creemos sin embargo que en este momento no puede descalificarse en bloque un partido como el PSOE al que han votado más de siete millones de ciudadanos, aunque sus dirigentes estén haciendo lo posible para seguir perdiendo apoyo popular. Esos votantes, en su gran mayoría, prefieren una sociedad que ofrezca sanidad, educación y servicios sociales gestionados por el Estado, que asegure los mismos derechos a todos los ciudadanos incluyendo el derecho a un nivel de vida digno, que se establezca una sociedad laica y libre de presiones de la Iglesia, que se limite el poder de los mercados financieros, que pague más impuestos quien más tiene, que los poderes públicos aseguren a todos el derecho a una jubilación suficiente, que permita a todos vivir libremente su sexualidad, que el acceso a la educación no sea un privilegio de las clases pudientes, que no se discrimine a nadie por su sexo, su nacionalidad o su color de piel, que se destinen recursos públicos a los países subdesarrollados. Y en estas y otras aspiraciones se reconoce el pensamiento de izquierdas, mucho más que en la proclamación de consignas y programas maximalistas.
Cualquier avance que se consiga en estos y otros objetivos es un avance que la izquierda debe considerar como propio, aunque sus gestores no respeten la ortodoxia ideológica. Descalificar a priori cualquier logro parcial  bajo la acusación de “reformista” suele ocultar el deseo de instalarse en la comodidad de los principios generales para no verse en la necesidad de tomar decisiones comprometidas, siempre discutibles y nunca puras. Si esta crisis nos ha enseñado algo es que lo poco que se ha logrado (evitar desahucios, mantener abiertos hospitales y ambulatorios, evitar el cierre de muchos servicios sociales) ha sido por la acción conjunta de ciudadanos que olvidaron las siglas de los partidos y concentraron sus esfuerzos en objetivos concretos. Y lo más notable de estas movilizaciones es su pluralidad: militantes de todos los partidos, incluyendo votantes de la derecha, gente que nunca había pensado en salir a la calle, jóvenes y viejos, jubilados y parados, profesionales y amas de casa. Se ha dicho que el 15M y las sucesivas mareas que recorrieron las calles adolecían de falta de propuestas políticamente estructuradas. Por supuesto, pero esa es precisamente la función de los partidos políticos: traducir lo que la gente demanda en propuestas políticamente viables. Lo que se aprendió durante esta crisis es que la gente es capaz de olvidar diferencias para conseguir resultados concretos y habrá que esperar para saber si los partidos son capaces de aprender esta lección. Y ya llegará el tiempo de discutir programas más ambiciosos; ahora no estamos en una crisis pasajera sino en una emergencia que puede terminar con nuestro modelo de sociedad y que exige juntar las fuerzas disponibles. Mientras tanto ¿sería imposible pensar en una coalición de partidos de izquierda que se presentaran conjuntamente a las próximas elecciones, de modo que el voto a cualquiera de ellos valga lo mismo y se evitaran así las discriminaciones de la actual ley electoral?

viernes, 26 de julio de 2013

El inmodélico método alemán

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VICENÇ NAVARRO


El Ministro de Finanzas del gobierno alemán, el Sr. Wolfgang Schäuble, escribió un artículo en El País (20.07.13, p.31), significativamente titulado “No queremos una Europa alemana”, en el que subrayaba que lo último que Alemania desea es que Europa sea una réplica de su país, negando cualquier intento de alemanizar Europa. En realidad, el ministro señalaba que no es la intención del gobierno alemán la de liderar el desarrollo de la Unión Europea, proceso que, según él subraya, debe construirse por todos y con todos los países, en una decisión colectiva. Esta postura del Sr. Schäuble es, según él, la de los sucesivos gobiernos alemanes desde Schröder a Merkel.
Esta postura, sin embargo, entra en claro conflicto con la propia narrativa y argumentación utilizada por el ministro alemán para explicar el porqué la Unión Europea no acaba de arrancar y salir de la crisis. Para la mayoría de países de la UE (no solo de la periferia de la Eurozona, sino incluso del centro, como Francia e Italia), esta situación actual es intolerable. Y ninguno de ellos ve salida a este crecimiento económico tan lento, cuando no negativo.
Pues bien, según Wolfgang Schäuble, lo que estos países necesitan hacer son “reformas en su mercado laboral y en su sistema de protección social” (frase que aparece varias ocasiones en su artículo) “tal como hizo Alemania” (frase que aparece dos veces en el artículo). Y para protegerse de la crítica de que él está recomendando seguir el modelo alemán, se refiere que “así lo están proponiendo el BCE, la Comisión Europea, la OCDE y el FMI, presididos por un italiano, un portugués, un mejicano y una francesa, ningún alemán” (no hay nada mejor que sean otros los que propongan y/o apoyen tus propuestas). Detrás de la retórica del ministro lo que estamos viendo es que el gobierno alemán está imponiendo el modelo alemán a través de los organismos sobre los cuales tiene una enorme influencia. Y así lo admite él mismo, utilizando otros términos. Considera ejemplares las reformas laborales y sociales de la Agenda 2010, iniciadas por el canciller Schröder, que admite que fueron “dolorosas”, pero que salvaron al “hombre enfermo” que era la economía alemana. Según el ministro, estas reformas dieron confianza a los inversores, permitiendo así la recuperación económica, y tendrían que hacerse también a lo largo del territorio europeo.
Este es el diagnóstico del ministro y sus recomendaciones que, según él, la población europea está exigiendo y apoyando. Escribe que “según las encuestas una clara mayoría de ciudadanos, no solo del Norte, sino también del Sur de Europa, abogan por reformas y por la reducción de la deuda y del gasto público para superar la crisis”. Tengo que reconocer que tuve que leer esta cita dos veces, pues creía que me había saltado algo. No, dice lo que cito. Bien, hasta aquí el dogma que reproduce el establishment conservador-liberal que domina la gobernanza de la Unión Europea, bajo el liderazgo del gobierno alemán.
Por qué el modelo alemán no es modélico
El mismo día que leía este artículo, leí el interesante informe del European Council on Foreign Relations, titulado A German model for Europe?, escrito por Sebastian Dullien (Profesor de Economía Internacional en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Berlín), que cuestiona de arriba abajo las tesis expuestas por el Ministro de Finanzas alemán, indicando que, ni el crecimiento de la economía alemana y su bajo desempleo se deben a las reformas de la Agenda 2010, ni el modelo alemán es un buen modelo para el resto de la Unión Europea. Y muestra abundante evidencia para sostener sus críticas. Veamos los datos.
El informe de Dullien describe con detalle las reformas de la Agenda 2010, inicio de las supuestamente exitosas reformas. Tales reformas se centraron en realizar cambios en el mercado de trabajo, que dieron como resultado un mercado laboral dual, con división clara entre trabajadores fijos y trabajadores temporales. Este último sector creció dramáticamente, siendo responsable de un gran crecimiento de trabajos precarios y de bajo coste. Dichas reformas se iniciaron en el año 2003 y continuaron durante el gobierno Merkel. También, y como componente de las reformas, se redujo el gasto público, incluyendo el social, pasando algunos derechos y provisiones de ser universales (es decir, derechos de ciudadanía) a sectoriales y/o asistenciales. Esas reformas fueron altamente impopulares, causa de su posterior derrota electoral. Y así ha sido en todos los países donde tales medidas se están aplicando. En realidad, la mayoría de las encuestas muestran que la gran mayoría de personas que viven en la Unión Europea están, no a favor como el ministro escribe, sino en contra de tales reformas.
Un tanto semejante ocurre con los recortes de los gastos públicos que caracterizaron la Agenda 2010, incluyendo el gasto público social, muy sustanciales en educación y en Investigación y Desarrollo (I+D). Todas estas reformas tuvieron muy poco impacto en el crecimiento de la productividad. En realidad, y tal como muestra Sebastian Dullien, el crecimiento de la productividad laboral en Alemania ha sido más baja en los años 2000 que en la década anterior (sorprende en este sentido el artículo de Schröder en el Financial Times, 05.06.13, en el que este autor aconseja que Francia copie a Alemania en estas intervenciones, cuando en realidad el crecimiento de la productividad alemana es menor que el francés).
Lo que ha sido muy acentuado ha sido la disminución de los salarios, muy por debajo de la que le correspondería por el nivel de productividad laboral, situación que es incluso más acentuada cuando se considera el descenso de la inversión. En otras palabras, el crecimiento de la productividad depende del trabajador (y de su salario) y de la inversión en la infraestructura. Pues bien, ha habido un descenso muy marcado de la inversión pública y privada, con lo cual, el crecimiento de la productividad se ha basado primordialmente en el descenso salarial. En el año 2008, el 20% de la población trabajadora recibía salarios bajos y el 40% vio un descenso de sus salarios durante el periodo 2000-2006.
Este descenso salarial, más las políticas de recortes de gasto publico, ha creado un problema grave de demanda doméstica durante todos estos años, problema que ha sido diseñado por las políticas públicas del Estado que han favorecido las exportaciones a los otros países de la Eurozona, así como a los países emergentes. Este elevado grado de dependencia de la economía de las exportaciones y la escasa atención a la demanda doméstica y a la inversión y gasto público hacen extremadamente vulnerable a la economía alemana a los vaivenes y recesiones de la economía mundial, y sobre todo de la Eurozona.
Pero la exportación del modelo alemán es inviable en la Eurozona, pues las políticas de austeridad y bajos salarios (que es la receta alemana) están creando una escasez de demanda, origen de la crisis actual. El modelo alemán no es bueno, ni para Alemania ni para el resto de la Eurozona. El único al que se favorece es al sector exportador que, provisionalmente, se beneficia de esta situación, hasta que deje de haber demanda de sus productos, resultado de la recesión mundial.

sábado, 20 de julio de 2013

La defunción de la Ley Wert

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Certificado de defunción

ISAAC ROSA

eldiario.es


Los grupos de la oposición en el Congreso han firmado lo que llaman el “certificado de defunción” de la Ley Wert. Se comprometen a que en cuanto el PP pierda la mayoría absoluta, “en el primer período de sesiones de la próxima legislatura procederán a derogar la LOMCE”.

Ya veremos en qué queda luego el compromiso, pero como gesto abre un interesante camino a seguir: la posibilidad de que la oposición acuerde recomponer los destrozos de Rajoy.
Un camino a seguir, en efecto: ya puestos, podrían añadir en el mismo acuerdo el compromiso de derogar la última reforma laboral, la de pensiones que está al caer, y los recortes educativos, sanitarios y de dependencia del último año y medio. Y extender el acuerdo a ámbitos autonómicos, para comprometerse en cada Comunidad a revertir privatizaciones sanitarias, recortes educativos y sociales, y hasta Eurovegas.
“Pero por qué quedarnos en esta legislatura”, dice un diputado en la reunión: “podríamos seguir rebobinando, y acordar una modificación constitucional que elimine el cambio que PP y PSOE pactaron para consagrar la austeridad en la Constitución”. En ese momento el representante del PSOE se pone nervioso, y otros asistentes a la reunión proponen que, ya que hemos llegado hasta ahí, anulemos también los recortes de Zapatero, su reforma de pensiones, y por supuesto su reforma laboral.
“Pues si hay que derogar las dos últimas, ya puestos vayamos derogando una tras otra todas las reformas laborales con que los sucesivos gobiernos han ido recortando derechos”, propone otro representante, que pese a ser de un grupo pequeño no se achica.
La reunión acaba sucumbiendo al legendario efecto “yaque”, ese que aparece cada vez que te pones a hacer obras en casa: “ya que cambiamos el baño, por qué no aprovechamos también para pintar el pasillo” y luego otro “yaque”, y otro… Pues los diputados igual: “ya que nos ponemos a derogar, deroguemos a lo grande: revirtamos también el proceso de privatización y concentración de las cajas de ahorros, y ya que, sigamos desandando el camino por el que las cajas perdieron de vista su objeto social y se emborracharon de ladrillo e inversiones locas, para que vuelvan a estar al servicio de la sociedad.”
Por ese camino, y después de devolver sus casas a las familias desahuciadas, desurbanicemos todos esos terrenos que en su día urbanizamos para nuevos barrios que ya no necesitamos, y eliminemos todos los pegotes de cemento que destrozan la costa y otras zonas. Al final, acabaremos derogando por innecesaria la Ley del Suelo que tanto hizo por la burbuja, y anularemos muchas de las recalificaciones urbanísticas hechas al calor de la misma. Esto por supuesto implicará la devolución de las gigantescas plusvalías que unos pocos se repartieron, y también el reembolso de las comisiones y “donaciones” con que los partidos hicieron caja en tantos municipios a golpe de recalificación.
Algunos en la reunión empiezan a mirar al techo o al teléfono, pero en ese momento entran por la ventana los gritos de los ciudadanos, que desde la calle animan el acuerdo: “¿Por qué no seguimos desandando, revirtiendo, derogando, anulando, borrando? Incluyamos en el acuerdo las empresas públicas que fueron malvendidas, los servicios que fueron privatizados, los oligopolios favorecidos, el tinglado del mercado eléctrico, el destrozo ambiental…"
Una vez que coges velocidad, ya es todo cuesta abajo hacia atrás en el tiempo, y por el camino puedes replantearte el euro, que tantos disgustos nos ha acabado causando; e incluso la propia entrada en una Europa que ahora sabemos que contenía la semilla neoliberal y que terminaría como ha terminado. Eso implicaría, claro, devolver mucho dinero y ver desaparecer tantas infraestructuras que hemos construido con fondos comunitarios: algunas lamentaríamos perderlas, de otras quizás nos alegraríamos. Y a cambio podríamos recuperar sectores reconvertidos e industrias que fueron desmanteladas a lo loco.
El viaje en el tiempo da vértigo, y los firmantes buscan algo donde agarrarse mientras los más ambiciosos siguen empujando para derribar todo lo que encuentran a su paso. “¡La OTAN!”, gritan en la calle. “¡La monarquía!”, añaden otros. “¡La ley electoral que hizo posible el bipartidismo!”, exclama el representante de un partido siempre perjudicado en el reparto de escaños. “¡La Constitución!”, gritan al mismo tiempo dos de los reunidos, desafiantes.
En algún momento habrá que pisar el freno, sí, y dejar de deshacer, de borrar, de derogar, de anular. Habrá que decidir cuándo empezó a joderse todo, a ver si regresando a ese momento somos capaces de empezar otra vez y, eligiendo otros caminos, no acabar cayendo otra vez en este agujero.
Al coger la pluma, las manos tiemblan. Nunca es fácil firmar un certificado de defunción de todo un sistema
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jueves, 18 de julio de 2013

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Estoy hasta los Bárcenas


Casi dos millones de trabajadores se quedaron sin Bárcenas ayer, después de que sus Bárcenas dejaran de estar vigentes. Es otra consecuencia de la última reforma Bárcenas, que ha debilitado la Bárcenas colectiva. Por su parte, la ministra de Bárcenas anunció ayer que el gobierno presentará antes de septiembre la nueva reforma de las Bárcenas, que incluirá como novedad el llamado factor de Bárcenas, tal como recomendaron los miembros del Comité de Bárcenas.
Según los últimos datos, aumenta la Bárcenas en España, debido sobre todo al descenso de los Bárcenas. Así, las rentas procedentes del Bárcenas siguen perdiendo peso frente a las del Bárcenas. Mientras, hay más de 600.000 familias que no reciben ningún Bárcenas, y un 25% de ciudadanos se encuentra en riesgo de Bárcenas, con especial preocupación por el aumento del Bárcenas infantil. En cuanto al problema del Bárcenas, aunque las últimas cifras del Bárcenas registrado mostraron un descenso, en realidad se trata de parados que están Bárcenas, y no porque hayan encontrado un Bárcenas.
Ayer conocimos también el caso de una familia que está a punto de ser Bárcenas de su hogar, por lo que han pedido ayuda en las redes Bárcenas. Los activistas contra los Bárcenas han logrado detener varios en las últimas semanas, pero el drama de los Bárcenas continúa.
Mientras, persisten las dudas sobre la situación de la Bárcenas española. Frente al optimismo oficial, el crédito sigue sin fluir, pese a que los Bárcenas han recibido ya más de 150.000 millones de Bárcenas en ayudas, avales y rescates, especialmente la Bárcenas nacionalizada. Y no está descartado que necesiten más, dado el deterioro de sus activos Bárcenas, que continúa pese a la reciente creación de un Bárcenas malo.
En cuanto a los países Bárcenas, todo sigue igual, o peor. Nuestro país vecino, Bárcenas, ve agravada su crisis e incluso puede necesitar un nuevo Bárcenas, tras el fracaso del primero, lo que agravaría los problemas en la Zona Bárcenas. Pese a todo, nuestro gobierno dice que hoy estamos mejor que el Bárcenas pasado, pero peor que el Bárcenas que viene.
No es extraño por todo lo anterior que ayer Bárcenas fuese el tema de apertura de todos los informativos televisivos y radiofónicos, el protagonista de portadas impresas y digitales, el monotema de tertulias y columnas de opinión, el rey de las redes sociales, y que la mayoría (yo el primero) dedicase más tiempo y atención a Bárcenas que a cualquier otro asunto. Se comprende también que cada vez que un miembro del Gobierno o del PP se acerca a un micrófono los periodistas estén deseando preguntarle por Bárcenas, y que incluso el principal partido de la oposición dedique la mayor parte de sus ruedas de prensa a hablar sobre Bárcenas.
Seguramente el PP está deseando que dejemos de hablar tanto de Bárcenas y volvamos a preocuparnos de otras cosas importantes.

miércoles, 17 de julio de 2013

La corrupción como sistema

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Zona Crítica

La corrupción como sistema


JOAQUIM BOSCH

Portavoz de Jueces para la Democracia

Público



En una de tantas escenas memorables de la película Casablanca, el prefecto francés Renault ordena el cierre del café de Rick, ante las presiones de los nazis. Cuando el personaje interpretado por Bogart le pregunta por el motivo, el policía le contesta: "Estoy sorprendido. Me he enterado de que en este tugurio se juega". En ese momento un empleado del local llega y le entrega al prefecto un fajo de billetes y le dice: "Sus ganancias, señor".
Los indicios por corrupción detectados en nuestro país por numerosos magistrados y por abundantes informaciones periodísticas nos pueden llevar a situaciones igualmente delirantes. Y quizás ya no nos extrañemos si, en mitad de una rueda de prensa, nos encontramos con algún cargo público lanzando diatribas contra la corrupción, mientras algún croupier pasa a toda velocidad y le entrega un sobre o una caja de puros de contenido inconfesable.
Hay demasiadas evidencias de que no tenemos el problema puntual de unas cuantas manzanas podridas. Lo que está podrido es el cesto. Eso no significa que todos nuestros políticos sean deshonestos. Sin duda, muchos de ellos son personas honradas. Pero la cantidad y calidad de datos que se van acumulando, con centenares de cargos públicos imputados, nos muestran la apariencia de unas estructuras de corrupción cancerígena que ha llegado a la metástasis. Y, si el vaso no está limpio, se enturbiará lo que en él derramemos. Tenemos causas judiciales que afectan a instituciones municipales, a instituciones autonómicas, a instituciones estatales. Y ahora las acusaciones salpican al propio presidente del Gobierno.
La indignación resulta comprensible. La corrupción representa la ruptura de las reglas del juego. Además, supone el descrédito de nuestras autoridades, que deben tener un comportamiento ejemplar a los ojos de la ciudadanía. Pero una corrupción sistémica no se improvisa, sino que es el resultado de una larga práctica reiterada en el tiempo. Se ha consolidado como consecuencia de determinados mecanismos de opacidad, de falta de democracia interna y de la gestión corporativa de la autobeneficencia en el ámbito político. Y se ha complementado a la perfección a través de la discrecionalidad con la que se ha permitido actuar las administraciones públicas en muchas de sus actuaciones, sin mecanismos de control. Podemos añadir la comprensible disposición de determinados agentes económicos a participar en el reparto de dividendos.
El contrapeso judicial ha sido y sigue siendo voluntarioso. A veces admirable. Nuestros jueces de instrucción son la esperanza de gran parte de la ciudadanía. Pero siguen limitados por la falta de medios para poder afrontar las investigaciones. Por otro lado, nuestro sistema penal ha sido capaz de castigar con prisión al inmigrante que coloca el top manta para poder sobrevivir, mientras que en algunos casos ha previsto simples multas para el político corrupto que perjudica a toda la sociedad.
Hacen falta muchas reformas. En el funcionamiento interno de los partidos. En la fiscalización de sus cuentas y en la de las contrataciones públicas. En la limitación de los donativos de las empresas a las fuerzas políticas, porque el que toma a dar se obliga. Pero a corto plazo lo más saludable sería la presentación de dimisiones. Como ocurre en cualquier país europeo cuando existen serias sospechas de irregularidades. Y, por favor, resulta necesario que nuestros cargos públicos no sigan nombrando a los tribunales en vano: las responsabilidades penales están en un plano distinto de las políticas. No resulta legítimo refugiarse bajo el escudo de procedimientos judiciales que todos sabemos que pueden durar lustros. Manuel Azaña escribió que la política debía ser el estadio más elevado de la cultura. Nos conviene que no siga degradándose más, porque nuestra democracia acabará perdiendo toda su credibilidad. Y, sin una auténtica democracia, la libertad será un espejismo.

sábado, 13 de julio de 2013

Otro artículo sobre Luis "el cabrón"

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¡Atención! No solo Bárcenas va a tirar de la manta

Por: José A. Hernández 
El País
Los teléfonos están que arden este fin de semana entre los afectados de las diferentes trincheras con vistas a la comparecencia del extesorero Luis Bárcenas ante el juez Ruz el lunes. Todo el mundo está con las espadas en alto, expectante. Y me cuentan que la cosa puede acabar como el rosario de la aurora si Bárcenas opta por una verdad a su medida.
El toque de queda, con ley del silencio incluida, que el propio Bárcenas impuso en su entorno para evitar delaciones (incluso con amenazas: "¡ojito con lo que dices...!") cuando se vio atrapado por la grabadora en la que el jefe de la Gürtel se desahogaba diciendo aquello de "Sí, yo, Paco Correa, he  llevado a Bárcenas mil millones, a su casa y a su despacho de Génova”, puede quedar hecho añicos a partir del lunes.
Si se sienten concernidos, ya hay empresarios y personas relacionadas con Gürtel y con los llamados papeles de Bárcenas que, avisan, también tirarían de la manta. "¡Y que salga el Sol por Antequera...!" Bueno, en realidad no se echarían al monte, sino que se encaminarían al juzgado de guardia para denunciar a Bárcenas por estafa. ¿Y por qué por estafa?  Pues porque dieron fuertes sumas para cosechar infuencia en el partido y se han dado cuenta de que el dinero se esfumó en el camino. Nada que ver con las cantidades que hay en los papeles secretos. Ignoraban semejante aminoración. "¿Dónde está el dinero? ¿Quizás en Suiza?, se preguntan. 
Pero la cosa no queda ahí. Si la moda ahora es echarse al monte, más de uno que ahora se hace el sueco también puede acabar arrastrado entre el cieno. Porque son muchos los que están encima de él con la única protección de una frágil manta de paja. Si de lo que se trata es de hablar de dinero negro, estos empresarios están dispuestos a entrar en el debate. Porque negrísimos fueron los 250.000 euros (unos 40 millones de pesetas) que un expresidente del partido ordenó pagar para uno de sus acólitos cuando este dejó la política activa. Y no menos oscuros, me cuentan, fueron los 35 millones que este altísimo cargo del PP obtuvo del partido supuestamente para unas elecciones y que, en realidad, acabó invertido en ladrillo propio. 
Barcenas siempre ha mantenido que fue él quien contribuyó a echar a Correa del PP tras avisar de sus andanzas. Lo que olvidó contar, y hay papeles, que no son los suyos, pues todos tienen los propios, que revelan su otrora estrecha relación con el jefe de la Gürtel. Ni Bárcenas ni su esposa, Rosalía Iglesias, salían de viaje al extranjero sin pasarse antes por la agencia de Correa. Me cuentan, además, que en la manta también irían “los vínculos económicos” (supuestos) que han mantenido “Luis Fraga (sobrino del fundador del PP), Javier Sánchez (relacionado por vía paterna con el partido), un tal  G.G. y el famoso extesorero del PP”.  Lo del lunes con Bárcenas, me reiteran fuentes muy solventes, puede salir por peteneras.
Me parece bien, que se aclare todo. Y tiempo al tiempo. Pero antes, ¡a ver qué dice Bárcenas!  

miércoles, 10 de julio de 2013

UN ARTICULO DE VINCENÇ NAVARRO

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Por qué la deuda pública no debería pagarseCapital-Trabajo: el origen de la crisis actual
jul09

VINCENÇ NAVARRO


Público
La dictadura que el golpe militar de 1936 estableció en España, que la gobernó desde 1939 hasta 1978, se define fuera de España como una dictadura fascista. Cuando el Sr. Juan Antonio Samaranch, delegado de deportes durante aquella dictadura, y más tarde Presidente del Comité Olímpico, visitó Atlanta en EEUU para inaugurar los Juegos Olímpicos que tomaron lugar en aquella ciudad, la nota biográfica que el The New York Times publicó de él lo presentó como Director General de Deportes del régimen fascista liderado por el General Franco. Y así en Gran Bretaña y Suecia (entre otros muchos países) donde también viví y trabajé por largos periodos de mi vida. Solo en España se conoce aquel régimen como la dictadura franquista, término ampliamente utilizado no solo por las derechas sino incluso también (sorprendentemente) por las izquierdas. La causa de definir aquel régimen de esta manera se debe a un proyecto conservador altamente exitoso que tenía por objeto presentarlo como un régimen caudillista, autoritario, liderado por un general, que limitaba la expresión de libertades sin intentar, sin embargo, cambiar la sociedad e imponer una ideología totalizante a la población. Los que intentaban hacer esto último eran los regímenes totalitarios, tales como los regímenes comunistas. Estos eran no solo autoritarios sino también totalitarios pues promovían el comunismo, que es una ideología totalizante que quería establecer una nueva cultura, ideología y manera de pensar diferente y opuesta a la de un sistema democrático, laico y republicano.
Esta distinción entre regímenes autoritarios y totalitarios la había establecido el politólogo español Juan Linz, profesor de Yale, EEUU, y había sido adoptada por el Departamento de Estado de aquel país para justificar su apoyo a gran número de regímenes caudillistas latinoamericanos, indicando que no eran totalitarios y que, por lo tanto, tenían el potencial transformador en regímenes democráticos, cosa que no ocurría con los regímenes totalitarios tales como los regímenes comunistas, que no eran reformables y, por lo tanto, eran dignos de todo tipo de oposición.
Y el mismo Sr. Linz (español procedente de una familia militante de la Falange, el partido fascista español) negaba que el régimen español fuera totalitario y todavía menos fascista. Según él, el régimen liderado por el general Franco era autoritario pero con el tiempo fue cambiando, dando origen a un régimen democrático. Según este autor, aquel régimen liderado por el General Franco tuvo muy poco de fascista, pues la Falange (el partido fascista) fue una fuerza política con poco peso sobre el aparato del estado. Debido a la enorme influencia del Sr. Linz en las ciencias políticas españolas, esta visión fue ampliamente aceptada no solo por la comunidad académica sino por la cultura mediática y política dominante, de manera que incluso las izquierdas la aceptaron. Pocos líderes de izquierda se refieren a aquel régimen como fascista. A lo único a lo que se llega es a aceptar que puede que el régimen fuera fascista al principio, pero luego, con la llegada de los tecnócratas del Opus Dei a la gobernanza del país, el régimen cambió.
¿Qué es fascismo?
Veamos ahora los datos. El profesor Malefakis, Catedrático de la Universidad de Columbia en Nueva York, y uno de los mayores expertos sobre el fascismo europeo, ha definido las características del fascismo (según él, ocho) de manera tal que si un régimen político las tiene entonces es –según él- un régimen fascista. Veamos cuáles son y si el régimen que existió en España tuvo cada una de ellas, señalando la evidencia que lo avala.
Conforme al Profesor Malekafis, un régimen era fascista si:
1. estaba dirigido por un hombre presentado por el régimen como superhumano. Evidencia: el régimen dictatorial español presentaba a Franco como “Caudillo por la Gracia de Dios”. Yo no soy creyente, pero entiendo que es difícil alcanzar un nivel superior para un ser humano que el ser nombrado a dedo por Dios, dotándolo de características superhumanas. El hecho de que Franco fuera, en realidad, un personaje de gran mediocridad es irrelevante. El régimen lo presentó como superhumano;
2. este caudillo superhumano utilizó a un partido, creado antes del régimen, que le ayudó a tomar el poder y establecer su liderazgo en los distintos aparatos del Estado. Evidencia: dicho partido se llamó la Falange, partido creado e inspirado por el Partido Fascista Italiano, tal como reconoció su propio fundador, José Antonio Primo de Rivera;
3. este partido tiene que tener una ideología nacionalista extrema, con deseos imperialistas, con un canto a la fuerza militar y a la fuerza y masculinidad en general. Evidencia: esta fue la ideología que transmitía el régimen a través del partido;
4. tiene que tener pleno control de todas las instituciones mediáticas creadoras de opinión con fines propagandísticos, desde la radio, la prensa, las escuelas, las universidades. Evidencia: el dictador nombraba a dedo a todos los directores de todos los canales radiofónicos o de televisión, diarios y cualquier institución transmisora de información y persuasión;
5. este control tiene que tener como objetivo el de transmitir la ideología del régimen con el fin de crear una nueva mentalidad y un nuevo tipo de sociedad. Evidencia: esa ideología era un nacionalismo españolista extremo y un catolicismo profundamente reaccionario. Tanto el nacionalismo como el catolicismo son ideologías totalizantes que invaden todas las esferas del ser humano, desde la lengua hasta el sexo. En realidad, es difícil encontrar una ideología menos totalizante que el nacionalcatolicismo, que fue la ideología propia e impuesta por el régimen en todos sus medios de información. Desde la lengua que la población debía hablar hasta como realizar el sexo (dos esferas de máxima intimidad) estaban normatizados en aquel régimen, con sanciones (torturas, cárcel, asesinato y/o exilio) en caso de no cumplimiento;
6. el régimen debe intentar romper con un orden anterior para crear uno nuevo. Evidencia: el régimen dictatorial intentó no solo romper sino eliminar cualquier institución republicana, a la cual consideró como anti-española. Su objetivo era crear una sociedad opuesta a la sociedad democrática, laica y republicana, a la que intentó erradicar;
7. el régimen debe presentarse como creador de una sociedad nueva. Evidencia: el objetivo explícito de aquel régimen fue alcanzar este objetivo de desarrollar una sociedad nueva, opuesta a la anterior republicana, con un imperialismo extremo, regida por una cultura religiosa liderada por la jerarquía católica profundamente reaccionaria, subordinando todas las instituciones económicas, sociales y políticas a este objetivo;
8. el régimen debe basarse en tener una alianza con grupos de poder económico y otros, subordinados al estado, que sirvan al poder totalizante. Evidencia: en España, todos los poderes y grupos fácticos, desde la Iglesia y el ejército hasta las grandes empresas y bancos y los grandes terratenientes, apoyaron al régimen, beneficiándose enormemente por ello;
Estas son, pues, las ocho categorías que Malefakis considera necesarias y suficientes para que un régimen fuera definido como fascista. Ahora bien, yo creo que estas categorías son incluso insuficientes (para expandir en este punto ver mi libro El subdesarrollo social de España, 2006, pp. 127-145). Hay que añadir tres que se encontraron en el nazismo alemán y en el fascismo italiano:
9. el régimen debe ser racista. Evidencia: el régimen dictatorial español justificó la conquista de América Latina y el imperio que se estableció en una supuesta superioridad de la raza española. De ahí que el Día Nacional (día que celebraba el imperio) se conocía como el día de la raza;
10. el régimen debe negar que el mundo empresarial y el mundo del trabajo tengan intereses contrapuestos. Evidencia: el régimen dictatorial negó la existencia de la lucha de clases, de donde deriva el establecimiento de los sindicatos verticales, en los que se incluía al empresariado y a los trabajadores;
11. el régimen debe ser profundamente anticomunista. Evidencia: el régimen se caracterizaba por su anticomunismo.
Argumentos en contra de la definición de aquel régimen como fascista: sí que lo fue pero solo al principio
Presentados con la evidencia de que el régimen dictatorial reunía estas once características, han aparecido toda una serie de contraargumentos (a los que contesto en el libro citado anteriormente) entre los cuales el que se repite más frecuentemente es que, aun admitiendo que el régimen pudo reunir estas características al principio, dejó de tenerlas pronto. La Falange, por ejemplo, excepto en la primera etapa de gran represión, fue perdiendo poder, cambiando la naturaleza del estado, dominado en su última etapa por los tecnócratas del Opus Dei. Este argumento ignora varios hechos. Uno, la complicidad del Opus Dei con la Falange y su reproducción del nacionalcatolicismo. Es más, la simbología fascista y su parafernalia continuaron hasta el último día de la dictadura. En la entrada de cada pueblo de España aparecía el símbolo fascista, junto con el nombre del pueblo. Y ello hasta 1978. También hasta esta fecha se requería juramento de lealtad al Movimiento Nacional (que tenía desde el uniforme hasta el saludo, el fascista) a todos los funcionarios públicos. Y así una larga lista de hechos.
El hecho de que en las últimas etapas la nomenclatura que controlaba el estado no fuera o no creyera en el fascismo es irrelevante. Tampoco la nomenclatura que controlaba el aparato burocrático en la URSS creía en el comunismo y en cambio se le llamó hasta el último día régimen comunista. En ambos casos, la nomenclatura eran personalidades que no se adherían a ninguna ideología, defendiendo solo y exclusivamente sus intereses personales (desde el Rey hasta Suárez, jefe del Movimiento Nacional). Pero ello  no previene que se debiera definir a aquel Estado como fascista, pues todos sus símbolos así lo fueron.
Otro argumento que se ha utilizado en contra de definir aquel régimen como un régimen fascista fue la existencia de otros grupos y fuerzas políticas que competían con la Falange en su influencia sobre el Estado. En realidad, varios autores han considerado la Falange como un partido con escasa influencia. La evidencia muestra, sin embargo, lo contrario. La ideología dominante de aquel régimen reunía cada una de las once características definidas en este artículo. En cuanto a la pequeñez de la Falange, ignora que un partido o fuerza política puede ser de escaso tamaño y en cambio, su ideología, puede ser la hegemónica en el país. Los partidos liberales hoy en Europa son minoritarios y, en cambio, el neoliberalismo es hegemónico en Europa.
Por qué se quiere negar el carácter totalizante de aquel régimen
Una última observación. El lenguaje no es inocente. La narrativa oficial es siempre la que es promovida por la estructura del poder de un país, y lo mismo ocurre en España. Negar el carácter totalizante del régimen dictatorial, su nacionalcatolicismo, el ingrediente central del fascismo español, tiene una función política de enorme importancia, como podemos ver hoy. Las contrarreformas que está llevando el gobierno del Partido Popular y la ideología que lo sustenta tienen sus raíces históricas en el fascismo español. La obvia falta de cultura democrática del PP, su intento de recuperar un nacionalismo extremo, su negación de la plurinacionalidad de España, su represión de la clase trabajadora con pérdida de derechos laborales, sociales y políticos, su estrecho ligamen con los grupos fácticos y poderes económicos, sus contrarreformas educativas para generar “élites superiores” que gobiernen el país, su profundo nacionalcatolicismo, son todo ello reliquias del fascismo que caracterizó aquel Estado. No estoy, naturalmente, indicando que el PP o su cultura sean fascistas, pero sí que estoy subrayando que partes de esta cultura son heredadas del régimen fascista. Y soy consciente de que cuando lo defino como fascismo en lugar de franquismo, se generará una respuesta de hostilidad, no solo por parte de las fuerzas conservadoras españolas sino también incluso por parte de algunas izquierdas que ven el término fascismo como “excesivamente fuerte”. Y ahí está el problema. Viendo a aquel Estado como meramente autoritario no se dan cuenta de la continuidad de la ideología que todavía hoy rige el establishment conservador con la existente en aquel régimen dictatorial que científicamente puede demostrarse que fue de una ideología totalizante fascista.

sábado, 6 de julio de 2013

El caso de Snowden

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Quince verdades del barquero en el caso Snowden

05jul 2013
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1.- Edward Snowden lo tiene crudo. A este paso envidiará la suerte de Julian Assange, atrapado en la embajada ecuatoriana en Londres desde hace más de un año.
2.- Los obstáculos de varios países europeos al sobrevuelo o escala del avión de Evo Morales, por sospechas de que el exanalista de seguridad se encontraba a bordo para asilarse en Bolivia, revelan el vergonzoso grado de sumisión a Estados Unidos.
3.- El trato humillante a Evo Morales ampliará a Europa la brecha abierta entre eleje bolivariano y Estados Unidos, además de suscitar una condena generalizada en el conjunto de América Latina.
4.- Puede que este vaya a ser el siglo de China, pero aún lo es de EE UU, capaz de intimidar a rivales como China y Rusia, pseudoenemigos como Venezuela, Bolivia y Ecuador, y aliados como los de la UE, incluida España.
5.- Dice Merkel: “La guerra fría ya pasó. Espiar a los amigos es intolerable”. Pero lo tolera, como Hollande, o Rajoy. Y, en la práctica, tratan como un delincuente a Snowden, pese a estar en deuda con él.
6.- Con su estrategia de acoso y derribo al exempleado de la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), Obama pretende convertir al héroe en villano, y desplazar el centro de atención desde un indigno espionaje masivo a una planetaria caza del hombre.
7.- Obama asegura: no hay de qué espantarse, los espías están para espiar, para entender mejor el mundo. Todos los países lo hacen. Pero ¿alguien duda de que habría montado la de Dios es Cristo si el espiado hubiese sido Estados Unidos?
8.- ¿Será verdad que en todas partes cuecen habas? Tal vez lo más relevante de este caso no sea el qué sino el cómo. Lo último: Le Monde revela que la DGSE (espionaje exterior) escruta ilegalmente millones de llamadas telefónicas y mensajes electrónicos y de teléfonos móviles.
9.- Agua de borrajas. A eso sueña la “indignada” reacción del Parlamento Europeo a las revelaciones de Snowden. Y en eso quedará la “investigación exhaustiva” acordada por la Cámara, que se cuida mucho de decidir nada que moleste de verdad a Washington.
10.- Obama, la gran esperanza de regeneración hace cinco años tras la nefasta era de Bush, casi le emula en cuanto a juego sucio, apenas ve amenazado el ectoplasma de la seguridad nacional. Llámese espionaje global, desprecio a las libertades individuales o los usos diplomáticos, asesinatos con drones o mantenimiento de la cárcel de la vergüenza de Guantánamo.
11.- El Reino Unido ha llevado la alianza transatlántica con EE UU a su extremo más innoble al sumarse con entusiasmo al espionaje masivo y al compartir resultados con Washington… pero no con la UE, a la que pertenece. Se aprovechó que gran parte de los cables de enorme capacidad de almacenamiento de datos atraviesa territorio británico, una cuestión de economía y geografía que ha derivado en política y militar.
12.- Al presidente norteamericano debería caérsele la cara de vergüenza al ver como ese paladín de los derechos humanos y la libertad de expresión llamado Vladímir Putin le saca los colores al condenar que Snowden pueda ser juzgado en un país, EE UU, donde se aplica con frecuencia la pena de muerte, mientras que en Rusia existe una moratoria desde 1996.
13.- Hasta China, acusada de ciberterrorismo por Estados Unidos y amenazada por ello con fuertes represalias, se siente ahora legitimada para dar lecciones de moralidad a su gran rival en la pugna por la hegemonía mundial.
14.- El masivo programa Prism de la NSA estadounidense habría sido imposible sin la cooperación de las grandes empresas que gestionan y facilitan el tráfico en Internet, como Google, Facebook, YouTube y Yahoo. En sus mercenarias ypatrióticas manos –y ahora sabemos que también en las de los espías-  está (estamos) todo aquel que utiliza un ordenador, una tableta o un teléfono inteligente.
15.- Si esto no se parece ya al Gran Hermano, aunque sea con 39 años de retraso, que venga y lo vea el Orwell de 1984.

viernes, 5 de julio de 2013

Importante ascenso de Izquierda Unida en las encuestas

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Izquierda Unida, ¿parte de la solución o parte del problema?

La contestación social ha revelado que la pluralidad de la izquierda excede con mucho los contornos de IU y de sus sectores más próximos. Así, simpatizantes del 15M, activistas de la PAH, votantes socialistas desencantados, integrantes de las diversas “mareas” ciudadanas, partidos minoritarios o sindicalistas sin un referente político claro son, entre otros, actores políticos decisivos no vinculados directamente a IU.

Acaban de cumplirse tres años de la fecha en la que el gobierno de Zapatero dio un giro en su política económica para iniciar la senda de los recortes sociales, los ajustes salariales, el abaratamiento del despido y el retraso en la edad de jubilación. Un año y medio después de su llegada al poder comprobamos cómo el Gobierno del Partido Popular ha profundizado aún más dichas medidas, ahondando la depresión y generando más desempleo.
La gestión que ambos partidos han hecho de esta crisis —caracterizada por socializar las pérdidas bancarias, cargar a la ciudadanía con la factura de la burbuja inmobiliaria e incumplir reiteradamente sus respectivos programas electorales— ha determinado una enorme contestación social, así como el hundimiento de sus expectativas de voto. El régimen de alternancia bipartidista, que había imperado en este país desde la Transición y que ha demostrado ser un nicho de corrupción, se encuentra seriamente cuestionado.
No obstante, a pesar de este desfondamiento del bipartidismo, no existe hoy por hoy una alternativa política con posibilidad de gobernar y que sea capaz de llevar a las instituciones la voz de la movilización popular. Amplios sectores de los movimientos sociales comprueban así las limitaciones de la protesta cuando ésta no se ve acompañada de un proyecto político en el que se materialice el descontento social. Empieza por ello a resultar evidente que sólo una alternativa política y electoral —un “frente amplio” que se oponga a las contrarreformas neoliberales, similar a la experiencia de Syriza en Grecia— podrá desatascar la situación actual en beneficio de la mayoría social.
El PSOE ya no tiene ninguna credibilidad para formar parte de dicha aventura. Durante años ha renunciado a situar al frente de su agenda política la defensa de los derechos colectivos —seña de identidad de lo que en su tiempo fue la socialdemocracia— llegando al extremo de atacarlos sistemáticamente. Sus ademanes por despojarse del manto del liberalismo ya no resultan verosímiles.
Izquierda Unida (IU) debería jugar sin embargo un papel central en la conformación de dicha alternativa política: su sintonía con las demandas populares, su conexión orgánica con la movilización y su protagonismo en la labor de oposición sitúan a la coalición en un lugar idóneo para ello. De hecho, el rápido declive del PSOE se ha traducido en un importante ascenso de IU en las encuestas electorales, llegando incluso a rozarse el sorpasso en los sondeos de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid.
Sin embargo, son diversas las incertidumbres y contradicciones que se ciernen sobre la capacidad de IU para jugar dicho papel. Destacan especialmente dos. En primer lugar, el ascenso que otorgan los sondeos de opinión produce una suerte de “aletargamiento” en sus filas: el “éxito” en las próximas contiendas electorales parece asegurado, luego ¿para qué hacer nada distinto? ¿Por qué buscar ningún tipo de reagrupamiento con otros actores políticos y sociales? Cayo Lara ya dejó claro en la pasada X Asamblea que "IU es la Syriza española, no hace falta irse a buscarla fuera". Pero además, y en segundo lugar, desde esa posición de fuerza que le dan los sondeos la mayoría de la coalición aboga por llegar a pactos de gobierno allá donde sea posible. En Andalucía IU se ha integrado en el ejecutivo con la intención de “estirar” del PSOE hacia la izquierda. En Extremadura mantiene al gobierno del PP, sosteniendo unos presupuestos con importantes recortes sociales en lo que ha sido calificado como “oposición realista” por los dirigentes locales. 
Esta estrategia —que intenta conjugar el apoyo a las reivindicaciones populares, acuerdos de gobierno que no entrañan una ruptura con lo que se dice defender, y un elevado grado de inmovilismo a la hora de buscar dinámicas de convergencia con otros sectores políticos y sociales— lastra la propia capacidad de IU de actuar como elemento aglutinante. Valga como ejemplo las contradicciones del gobierno andaluz, criticadas recientemente por los sindicatos: mientras que por un lado atiende una importante reivindicación popular con la ley contra los desahucios, por otro prolonga los recortes en las pagas extra para 2013, convirtiéndose así, junto con Cataluña, en la única Comunidad que sigue manteniendo dicha medida.
Por mucho que algunos de sus dirigentes no quieran darse cuenta, IU no es la “Syriza española”. Por varias razones. Recordemos que la coalición helena, encabezada por Tsipras, ha abordado de forma distinta la posibilidad de formar parte de un gobierno. Cuando en mayo de 2012 pudo hacerlo, sus condiciones para empezar a negociar pasaban por exigir la retirada de los planes de ajuste y la renegociación del Memorando firmado con la UE. Su negativa final a entrar en el ejecutivo le sirvió a Syriza para consolidarse como alternativa de gobierno y cosechar en las siguientes elecciones, un  mes después, el mejor resultado de su historia, pasando del 16,8% al 26,9%.
Pero además, la contestación social ha revelado que la pluralidad y amplitud de la izquierda excede con mucho los contornos de IU y de sus sectores más próximos. Así, simpatizantes del 15M, activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), votantes socialistas desencantados, integrantes de las diversas “mareas” ciudadanas, partidos minoritarios o sindicalistas sin un referente político claro son, entre otros, actores políticos decisivos no vinculados directamente a IU. Una dinámica de confluencia con estos actores —democrática, horizontal y sin tutelas— resulta totalmente necesaria si verdaderamente se quiere construir un amplio referente político, que cree nuevas expectativas sociales, contribuya a la movilización y sea capaz de derrotar a la derecha. Esta convergencia podría utilizar como punto de apoyo los debates que estos actores ya están teniendo, así como las diversas jornadas que comienzan a impulsarse al respecto.
El horizonte debe ser el de construir una fuerza política plural y unitaria, que levante un amplio frente contra las medidas neoliberales y que sea coherente entre lo que diga y lo que haga. Esta nueva alternativa —orientada en torno a reivindicaciones como la reconstrucción de la enseñanza y la sanidad pública, el reparto del trabajo y la defensa de los salarios, la declaración de una moratoria en el pago de la deuda para auditar su grado de ilegitimidad y la refundación democrática del sistema político— debiera tener la vocación de conquistar la hegemonía política en la izquierda y formar gobierno. Es necesario reagrupar en torno a este nuevo proyecto a todos aquellos votantes de izquierdas desencantados y huérfanos de representación, pero dispuestos a sostener una fuerza política apoyada en la movilización y fiel a los intereses populares. Hoy día empieza a ser posible.
Los actuales dirigentes de IU debieran ser conscientes de que el proceso de “pasokización” del PSOE no constituye todavía un fenómeno irreparable, y de que el ascenso en la intención de voto que reflejan las encuestas bien pudiera resultar reversible si la coalición no hace nada al respecto. Transformar el actual “voto prestado” en un voto realmente efectivo dependerá en buena medida de las ilusiones que suscite el proyecto electoral con el que finalmente se concurra a las urnas.
Refundar un proyecto político “a la ofensiva” —es decir, cuando todas las encuestas ofrecen resultados en ascenso— haciéndolo converger con el resto de sectores sociales que se enfrentan a las medidas de recortes actuaría de catalizador de ilusiones, disparando la resonancia y la credibilidad de dicho proyecto. Especialmente si este paso adelante se acompaña de una renovación de las caras públicas. Tanto en las filas de IU como en las de los movimientos sociales emergen activistas –muy populares en algunos casos– con capacidad para encarnar tal proceso.
IU se enfrenta por tanto a un enorme reto histórico. Tiene que elegir entre la seguridad de ganar algunos escaños en las próximas elecciones o la posibilidad de impulsar lealmente una nueva alternativa política, con capacidad real de situar las vidas de la gente por delante de los beneficios económicos. La decisión no es fácil, es cierto, pero la falta de valentía podría llevar a que IU deje de ser parte de la solución para pasar a ser —a fuerza de “taponar” un verdadero proceso de refundación— parte del problema.
Que este proceso de refundación logre triunfar exigirá no sólo visión estratégica entre la militancia de IU, sino también una importante dosis de empatía política, generosidad y conciencia del desafío actual. Precisará también que esta militancia movilice a nivel interno la suficiente capacidad de presión como para impulsar este proceso. Un resultado contrario, el enroque de los aparatos burocráticos en la seguridad que proporcionan las expectativas electorales, no servirá más que para retrasar y dificultar la aparición de una verdadera alternativa. En política, como en la vida, hay trenes que sólo pasan una vez. La izquierda de este país no debiera dejar pasar este.