jueves, 25 de abril de 2013

Venezuela, anatomía de una ofensiva golpista

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IÑIGO ERREJÓN (*)

Público
La victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del 14 de abril en Venezuela por poco más de 273.000 votos y 1,83 puntos de diferencia fue mucho más estrecha de lo esperado por propios y extraños, incluyendo a los electores que con independencia de sus preferencias declaraban en los sondeos sentirse seguros de su triunfo. El chavismo no sólo es la primera fuerza electoral, sino que sigue siendo la principal identidad política del país y más de la mitad de la población ha votado por un proyecto explícitamente socialista incluso en ausencia de su líder y catalizador y en un momento de dificultades económicas, pero lo cierto es que ha sufrido una muy importante merma en su apoyo con respecto a las elecciones presidenciales del 7 de octubre y las regionales del 14 de diciembre que no sólo se explica por el ligero aumento de la abstención, sino también por una fuga considerable hacia el candidato opositor. Sin duda, los resultados mostraron importantes cambios políticos y confrontaron al chavismo con la necesidad de un abierto y profundo ejercicio de autocrítica, que no obstante fue inmediatamente bloqueado por la ofensiva que desplegó la derecha desde esa misma noche. También en este caso, el análisis de los resultados será objeto de un próximo artículo.
El excandidato opositor Henrique Capriles tildó la misma noche del domingo a Maduro de “presidente ilegítimo”, desconoció los resultados, al Consejo Nacional Electoral y al sistema electoral venezolano pese a saber que está auditado permanentemente por todos los actores políticos y por misiones internacionales, y pese a saber que es el mismo con el que él ganó recientemente por dos puntos la gobernación del Estado Miranda, el que rigió las primarias opositoras de Febrero de 2011 y con el que la oposición derrotó al chavismo en el referéndum constitucional de 2007 por apenas unas decenas de miles de votos. Acto seguido, llamó a sus seguidores a la movilización contra el fraude, un viejo fantasma de la derecha venezolana, nunca demostrado pero que se convoca y obtiene eco internacional con facilidad, especialmente cuando gana por poco margen una opción permanentemente sospechosa que necesita victorias de dos dígitos para que le sean respetadas. El lunes 15 de abril, con secuelas que se extendieron por dos días más, el país vivió una ola de violencia contra partidarios de la fuerza política ganadora de las elecciones, contra instituciones públicas y misiones sociales y contra los miembros del Poder Electoral. Pese a que el oligopolio mediático español haya hablado de “incidentes” y “enfrentamientos” lo cierto es que las cifras no dejan lugar a dudas: El resultado al momento de escribir estas líneas es de 10 personas asesinadas, todas ellas simpatizantes o militantes chavistas con nombres y apellidos hechos públicos por la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía General, 25 Centros de Diagnóstico Integral (ambulatorios que prestan atención médica universal y gratuita, a menudo con la colaboración de médicos cubanos) asaltados o quemados, tres sedes del Partido Socialista Unido de Venezuela incendiadas, numerosos ataques a edificios públicos, de misiones sociales o viviendas de dirigentes bolivarianos.
Es preciso entender políticamente esta oleada. Se trató de una ofensiva escuadrista destinada a atemorizar, disgregar y paralizar a las bases populares del chavismo e instaurar en el país una situación de ingobernabilidad y desorden que abriese la puerta a una salida “negociada” que pasase por encima de la voluntad expresada en las urnas. Es en ese sentido que se puede hablar de una ofensiva con rasgos golpistas. La oposición, animada por su crecimiento electoral y espoleada tanto por los sectores que financiaron su campaña como por la derecha que hoy comanda sus filas, se lanzó a un movimiento desestabilizador cuyo objetivo no era conquistar el Estado pero sí abrir la cuestión del poder político más allá de las elecciones. Interpretó, erróneamente, que tenía en frente a un Gobierno débil y con apoyo popular desorganizado y en retirada tras la muerte de Chávez, y que estaba ante una posibilidad abierta para infligir una derrota política severa que hiciese imposible la continuación del poder que ha conducido por 14 años el proceso de cambio en el país signado por el protagonismo de los sectores populares.
Sin embargo, esta ofensiva fracasó en sus objetivos principales. La prudencia en la gestión política de las protestas y la disciplina de los sectores populares más combativos evitaron tanto imágenes de represión como enfrentamientos generalizados con las bandas de la derecha que habrían alimentado y confirmado el relato de “un país partido en dos y necesitado de una solución intermedia” que se impusiese a los resultados democráticos del 14 de abril y su atribución de legitimidad política para el nuevo Gobierno. Al mismo tiempo, a la ofensiva golpista le fallaron dos ingredientes fundamentales: por una parte, las fuerzas armadas, pese a los llamados reiterados que recibieron desde la dirigencia opositora para hacer algún movimiento que forzase al Gobierno y a la institucionalidad a transigir, se mantuvieron leales sin fisuras a la Constitución y la democracia, demostrando así que ya no son las mismas de las cuales salieron quienes participaron del Golpe de Estado que el 11 de abril de 2002 –en el que participó el entonces Alcalde de Baruta Henrique Capriles asaltando una embajada, por lo que cumplió pena de prisión- impuso por menos de 72 horas al presidente de la Patronal Fedecámaras, hasta que los militares leales y el pueblo pobre restauraron a Hugo Chávez. Por otro lado, el escenario geopolítico regional se ha transformado gracias a la integración política latinoamericana, y deja poco espacio para maniobras que busquen aislar a un Gobierno democrático. Como en el intento fallido de “golpe cívico-prefectural” de la derecha regionalista boliviana en septiembre de 2008, la intervención de UNASUR volvió a ser decisiva. La cumbre celebrada en Lima el 18 de abril específicamente para la cuestión selló un sólido apoyo de todos los gobiernos de la región, que terminó por precipitar el reconocimiento internacional de los que hasta entonces se habían movido en una ambigüedad más o menos calculada, incluyendo en primer lugar al Ejecutivo español.  A estas horas, tan sólo el Departamento de Estado norteamericano se mantiene en la línea de no reconocimiento que la iniciativa opositora requería.
La oposición para entonces ya había leído que se estrechaba su horizonte y había comenzado a corregir su estrategia. El martes 17, tras la noche de violencia de los grupos de la derecha, Henrique Capriles desconvocó la marcha del día siguiente a la que el Gobierno ya había prohibido llegar a la sede del Consejo Nacional Electoral en el centro de Caracas, muy cercana al Palacio de Miraflores. En los días posteriores acentuó su llamado a sus seguidores a la “disciplina”, reconociendo implícitamente de dónde provenían los ataques, y se concentró en la exigencia de un recuento de votos mientras sus medios de comunicación, ampliamente mayoritarios, invisibilizaban los asesinatos y los incendios y se afanaban en construir evidencias de “enfrentamientos” que alimentasen el discurso de “un país dividido” y diluyesen la responsabilidad y el carácter eminentemente político de la intentona de desestabilización. Consciente de que la subida en apoyo electoral se había debido a su discurso moderado -“progresista”, como sus asesores le insistían, para tapar la militancia derechista del candidato y ajustarse al desplazamiento del eje de gravedad de la política venezolana hacia la izquierda- y sus guiños simbólicos al chavismo, la oposición trató de minimizar el desgaste político por la violencia desatada, que tuvo un considerable impacto emocional y simbólico en no pocos de sus nuevos votantes, tradicionalmente chavistas.
Por decirlo utilizando la metáfora militar de Antonio Gramsci, la dirigencia opositora se replegaba de su iniciativa de “guerra de movimientos” sobre el Estado venezolano, renunciaba a una victoria rápida y “por asalto”, y se preparaba para una “guerra de posiciones” a la ofensiva, confiando en poder acorralar al Gobierno, empañando su legitimidad de origen por medio de las denuncias sobre supuestas irregularidades y hostigando desde el primer día su legitimidad de ejercicio buscando capitalizar todo el descontento con los fallos de gestión. Para esta apuesta le es fundamental mantener abierta la polémica sobre el proceso electoral el mayor tiempo posible. La reclamación de un “recuento” no debe ser entendida aquí como un objetivo en sí mismo sino como un “medio” para sostener la presión internacional, la tensión política y una imagen de interinidad del Gobierno que le dificulte tomar decisiones. Por eso las quejas no se registraron en el Consejo Nacional Electoral hasta el miércoles –tras 48 horas de protestas y ataques- y no incluyen una impugnación de los resultados ni solicitud de recuento, que se tendría que registrar en el Tribunal Supremo de Justicia. Por eso una vez que el CNE se pronunció a favor de una auditoría del 46% de las mesas que complemente el 54% ya realizado y establecido por ley, la respuesta opositora ha sido volver a elevar las peticiones.
Es claro que, en esa estrategia, la oposición trabaja con la vista puesta en el planteamiento –contemplado en la Constitución bolivariana- de un referéndum revocatorio a Nicolás Maduro en 2016, ecuador de su mandato. Hasta entonces, si consigue poner a Capriles a salvo del desgaste de la violencia desatada, tratará de construirlo como referente internacional que devuelva la confianza a sus grandes financiadores de que es posible derrotar democráticamente al chavismo, y como catalizador nacional de una nueva mayoría definida muy vagamente tan sólo en términos de rechazo.
Sin embargo una cosa es “amontonar” descontento o quejas y otra muy diferente edificar con ellos un proyecto alternativo de país. La oposición está lejos de exhibir uno, por eso se mueve en el campo político definido por el chavismo tratando de parecer una garantía de “lo mismo pero mejor”, limitándose a señalar fallos y confiando en que eso le baste para articular una mayoría que una a quienes no quieren un cambio de modelo pero están insatisfechos con algunas situaciones cotidianas (inflación, eficacia en la prestación de servicios públicos, seguridad), con su suelo tradicional de la reacción ultraconservadora contra la revolución bolivariana y la centralidad plebeya en la política nacional. A estas dificultades hay que añadirle la de mantener la iniciativa política con una correlación institucional de fuerzas muy desfavorable y moviéndose dentro de la cultura política definida por el adversario.
Por su parte, el gobierno del “primer presidente chavista” y el proceso de cambio en general tienen ante sí retos cruciales. El nuevo gabinete nombrado parece derivarse de esta misma lectura. El líder bolivariano demostró hasta qué punto la mística es un factor crucial de poder político. Hoy esa mística debe ser renovada con un nuevo impulso en el proceso revolucionario, con la participación popular más amplia, con un diálogo abierto y franco que vuelva a conectar con los sectores hoy alejados, teniendo en cuenta que éstos siguen, en lo fundamental, pensando y definiendo sus actitudes y prioridades políticas dentro la gramática, los valores y el campo simbólico sedimentado ya por el chavismo como “sentido común de época”. La tarea es por tanto repolitizar y repolarizar el escenario, suscitar las pasiones y la energía política imprescindibles en los procesos marcados por el protagonismo de masas en el Estado. Esto sólo es posible con la audacia que el proceso venezolano ha demostrado en todos los momentos en los que a una situación de impasse o de acoso ha respondido con un salto adelante y una nueva generación de ilusión popular.
Al mismo tiempo, 14 años de transformación social y cultural, inclusión y redistribución, han elevado sustancialmente las expectativas y anhelos de los venezolanos tradicionalmente invisibles, lo cual es una buena noticia que paradójicamente aumenta las demandas o inputs que debe atender el Ejecutivo de Maduro, esta vez sin el pararrayos de la identificación afectiva con Chávez. Ese vacío deberá ser llenado con políticas públicas que, en paralelo a satisfacer las principales demandas sociales, apunten a profundizar la transformación social y estatal en un sentido socialista: es decir, hacia la democratización del poder, no sólo del político. Se trata de imitar, pero en sentido contrario, cómo el neoliberalismo operó en Estados Unidos y gran parte de Europa una auténtica revolución social conservadora relativamenteirreversible —sabiendo que esto es siempre un imposible en política— ante los cambios electorales, fundante de un orden hegemónico, de un tipo de Estado y una cultura que resistían incluso a las victorias temporales de sus adversarios, por otro lado profundamente transformados para adaptarse al nuevo escenario.
Doctor e investigador en Ciencias Políticas en la Universidad Compluntense de Madrid. Miembro de la Fundación CEPS



sábado, 20 de abril de 2013

Los intereses de PRISA (Diario El Pais, Cadena SER) en Venezuela y América Latina

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Diagonal.net

“Un país asolado por la corrupción y el desorden económico, con infraestructurasdestruidas y una administración arruinada”: La Venezuela de Hugo Chávez que presenta El País es una república al borde del colapso. Con Evo Morales en el poder, Bolivia tampoco goza de mayor suerte en sus páginas. Hace pocas semanas, el diario de referencia de Prisa alertaba: “El creciente papel de Caracas y La Habana en el devenir de Bolivia comienza a crear un serio malestar, tanto de la oposición política como de distintos sectores de la sociedad”.
Pese a estas informaciones, distintos sondeos de opinión llevan a cuestionar este malestar entre los ciudadanos. Según datos del último Latinobarómetro, el 65% de los venezolanos aprueba la gestión de Chávez al frente del país, un porcentaje muy superior a la media deAmérica Latina. En Bolivia, a su vez, Morales obtuvo mayoría absoluta con el 54% de los votos y su popularidad ha aumentado con la nacionalización de hidrocarburos.
Imperio mediático Repasar los intereses económicos de Prisa en la zona es un ejercicio útil para comprender mejor el choque entre la realidad que perciben los ciudadanos de ambos países y la que aparece en los medios de este grupo. Porque en algo sí aciertan las críticas de El País. Un ejemplo: en el mismo artículo sobre Morales, el periódico afirma que “la prensa boliviana refleja casi a diario el creciente malestar por el aquí llamado ‘tutelaje’ de Chávez sobre Morales”. Teniendo en cuenta que el grupo Prisa es el principal accionista de la mayor cadena televisiva de Bolivia (ATB) y que además edita tres de los diarios más importantes del país (Extra, El Nuevo Día y La Razón), probablemente esa aseveración resulte irrebatible.
Las críticas de la prensa no son menores en Venezuela, ni la presencia de Prisa resulta menos desdeñable. PRISA posee allí inversiones cruzadas con el grupo Cisneros,que con la cadena Venevisión por bandera constituye el mayor grupo mediático del país. En 1996 Cisneros se hizo con un 6,9% de Vía Digital, una plataforma que terminó integrada en Sogecable. A ello se suma el nexo de unión entre ambos que constituye el grupo empresarial Valores Bavaria. Cisneros es uno de los socios estratégicos de esta compañía, a través de la cual tiene presencia en el Grupo Latino de Radio, el holding en el que, con un 87% de acciones, Prisa agrupa toda su actividad radiofónica fuera de España. Y Bavaria reaparece en Caracol Radio, cadena líder de Colombia donde Polanco posee el 19% de acciones.
En cuanto a sus contenidos, el socio de Polanco en Venezuela está lejos de ser un ejemplo de objetividad. Su canal televisivo, Venevisión, no sólo constituye uno de los pilares de la oposición antes a Chavez y ahora a Maduro. También ha sido denunciada por su implicación directa en el intento de golpe de estado de abril de 2002. Los grandes medios del grupo mantienen desde entonces una guerra abierta contra el gobierno. En este enfrentamiento, los intereses comunes con Cisneros hacen que a Prisa no le cueste decidir en qué trinchera situarse.
Colonialismo en red En la red de negocios de Prisa no cabe ignorar los vínculos con las demás empresas que también han desembarcado en América. En publicidad, Repsol-YPF invierte cada año cantidades millonarias en medios del grupo. Telefónica, operadora líder en telefonía en la zona, es dueña del 20% de la acciones de una de sus empresas: Sogecable. Por otro lado, el imperio de Polanco también mantiene lazos accionariales con las dos primeras entidades financieras en América Latina, BBVA y BSCH, lo cual genera una red de confluencias entre las grandes empresas españolas de los sectores financiero, energético y comunicativo. El proceso de nacionalización del gas en Bolivia ha sido el ejemplo más reciente de este fenómeno. De forma directa o indirecta, los problemas a los que se enfrentan algunas de estas empresas acaban afectando al resto.
Los intereses comunes tienen reflejo en las páginas de El País. El pasado 13 de marzo, bajo el titular de ‘España se la juega en el extranjero’, el diario iniciaba una serie de artículos donde aplaudía “la gran aventura empresarial en América Latina” como “una apuesta sumamente audaz”. Y añadía: “Bancos Santander y Bilbao pasan a convertirse en poderosos instrumentos de influencia de la política exterior, que anuncian el regreso de España como agente activo de la vida internacional”. Pero en medio del optimismo El País ve algunos riesgos. Saltándose su propio libro de estilo, donde se establece que “el uso de adjetivos calificativos debe restringirse en los géneros más puramente informativos, en los que prima la objetividad”, el periódico carga contra los movimientos que hacen frente a esta colonización empresarial. La objetividad brilla por su ausencia a la hora de describirlos:“explosiones telúricas de un magma indigenista, etnopopulista y nacionalista, más o menos hostil al capital extranjero”.
Los negocios de PRISA han confluido además directamente con los del Estado español. El ejemplo más nítido se da con Santillana. A través de ella, Prisa no sólo posee nueve sellos editoriales e implantación en un total de 22 países. Además, bajo gobiernos del PSOE, la editorial hace grandes negocios con Fondos de Ayuda al Desarrollo. Con frecuencia, el Estado español condona la deuda y el país empobrecido invierte parte del dinero en libros y material educativo de empresas españolas. Por lo general, las de Prisa. Esta práctica ha sido a veces denunciada como un escándalo. En 2000, la prensa chilena revelaba que durante su etapa en el Ministerio de Educación, el presidente Ricardo Lagos compró material con un sobreprecio de 664 millones de pesetas, un 70% por encima de su coste.
Bolivia vivió otro caso similar. Tito Hoz de la Vila, ministro de Educación durante el mandato del ex presidente Sánchez de Lozada, se vio obligado a responder en los juzgados por un manejo irregular en la licitación de una polémica reforma educativa que dejó en manos de Santillana la producción y venta de libros para los estudiantes de primaria. Y en 2002, el diario boliviano La Prensa denunciaba que una hija del ministro, María Cristina Hoz de la Vila, fue contratada en Madrid como consultora de recursos humanos de Santillana.
Treinta años después, el escándalo seguía el guión de una de las primeras maniobras de Polanco. Según relata Jesús Cacho en El negocio de la libertad, en 1970 el ministro franquista Villar Palasí ofreció a Santillana información privilegiada sobre su reforma educativa. Al curso siguiente, esta editorial fue la única con libros actualizados. Polanco sehizo rico. Años después, Villar fue contratado en Santillana. En América, estas complicidadesno han faltado a lo largo de décadas. Ahora el mapa político cambia. Varios países se niegan a seguir el juego. Con tanto dinero en la zona, poco sorprende la hostilidad de Prisa hacia Chávez y Evo Morales.

Grupo Cisneros: el imperio del Berlusconi venezolanoSu fortuna personal se calcula en unos 5.000 millones de dólares. Gustavo Cisneros, propietario del Grupo Cisneros, es la tercera persona más rica de América Latina y la más adinerada de América del Sur. Las empresas que forman su organización operan en más de 50 países de América, Asia y Europa. Entre las más destacadas cuenta con Venevisión, la mayor red de televisión de Venezuela y la mayor productora en español de Sudamérica; o Direct TV, empresa pionera en televisión por satélite. Más allá de las comunicaciones, es dueño además del equipo de beisbol Los Leones de Caracas o del concurso de Miss Venezuela.
Entre su círculo de amigos se cuentan personajes como el Secretario de Estado durante la era de Nixon, Henry Kissinger; el magnate David Rockefeller, o los dos George Bush (padre e hijo). Una prueba de su poder se produjo en 1985, cuando el economista Lyndon H. LaRouche intentó difundir en Venezuela el libro Narcotráfico S.A., donde se relacionaba a Cisneros con el lavado de dinero procedente del narcotráfico. Los servicios de inteligencia requisaron todas las copias y un tribunal prohibió su circulación.
La idea de Cisneros sobre el periodismo quedó de manifiesto en los momentos de mayor conflictividad social en Venezuela. Durante las movilizaciones que siguieron al paro petrolero, entre diciembre de 2002 y marzo de 2003, Cisneros decidió que en sus canales no se transmitiesen manifestaciones a favor de Chávez. En el intento de golpe de estado transmitió de forma ininterrumpida los actos de la oposición, suprimiendo la programación cotidiana y renunciando a emitir publicidad.

miércoles, 17 de abril de 2013

Capriles, el PP y el fascismo de siempre

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JUAN CARLOS MONEDERO





publico.es


La derecha cree que el poder le pertenece. Cuando salen electoralmente de los palacios de gobierno, suelen desconocer las elecciones. Primo de Rivera, Franco, Pinochet, Salazar, Videla, Carmona… Desde que desapareció la URSS, la derecha del fin de la historia creyó que ya no tenía adversarios. Chávez les descuadró las cuentas. Por eso aplicaron en Venezuela todas las tretas. Pero el proceso bolivariano las derrotó todas, incluido el golpe tradicional. Tuvieron que ponerse la máscara de demócratas. Cuando les sacas diez puntos, parece que no les queda otra que aguantarse. Eso sí, no sin intentar enturbiar los procesos electorales. Cuando las cifras son más apretadas, dan una patada a la mesa. Algo que nunca ocurre cuando el mismo caso ocurre en la dirección contraria.

Todos los grupos de observación internacional en Venezuela expresaron este 15 de abril sus conclusiones sobre las elecciones presidenciales: han sido elecciones limpias, transparentes, fiables, en conclusión, expresión veraz de la voluntad popular. Todos los grupos han coincidido. Observaciones internacionales donde están ex Presidentes de los tribunales electorales de América Latina. Incluidos los de países donde se desarrollan sistema políticos bien diferentes, como Colombia o México. Capriles quiere desconocer estas declaraciones colectivas prestigiosas, y se ha apoyado en individualidades (un eurodiputado del PP que lleva diez años haciendo las mismas declaraciones), o en un par de gobiernos que suelen pecar de los mismos excesos. Qué curioso, los de los dos países que reconocieron como Presidente al golpista Carmona en abril de 2002. El gobierno español de Aznar (hoy de su delfín, Mariano Rajoy) y los Estados Unidos de la doctrina Monroe (da igual que el inquilino de la Casa Blanca sea Bush o sea Obama).

Capriles ha desconocido la victoria de Nicolás Maduro, quien le ha sacado los votos que le sacó Aznar a Felipe González o Felipe Calderón a Andrés Manuel López Obrador. Por supuesto, más de los que le sacó Bush a Al Gore. Pero a Capriles le ha dado lo mismo y ha llamado a sus huestes a la insurrección. Y le han hecho caso: quema de Centros de Diagnóstico Integral (ambulatorios), de sedes de partidos (del Partido Socialista Unido de Venezuela), asedio a las televisiones públicas (VTV y TeleSur), persecución de médicos cubanos, quema de casas sociales y asesinato de chavistas (disparados desde vehículos). Azuzados por los que, hace apenas dos días, sonreían diciendo que para chavistas, ellos. Que iban a respetar las misiones, que iban a nacionalizar a los médicos cubanos, que iban a defender los logros de los últimos años, que estaban con el pueblo. Les sale el golpista en cuanto se juntan tres o cuatro.

Y el gobierno del Partido Popular, apoyando. Qué bochorno. Como si no nos bastara el daño que nos hacen dentro, también nos avergüenzan fuera.

Venezuela ha aprendido del golpe de 2002. También América Latina. Sabe que los que ahora desconocen el resultado, son los fascistas de siempre. Un periodista venezolano del Opus Dei, destacado por matar a Chávez diez o doce veces antes de tiempo, afirmó este lunes 15 que en un centro médico se escondían cajas con papeletas electorales. Las turbas de la oposición han tomado ese centro, destrozando todo, agrediendo a los médicos, secuestrando a pacientes. Unos atizan el odio y otros lo ejecutan. No son menos culpables.

Capriles pide el conteo del 100% de los votos. No habría problema, salvo que es mentira que les interese el resultado. Saben que han perdido. Se lo ha dicho, incluso, el rector electoral que tienen en el CNE. Todos los expertos del mundo saben que auditar el 54% de los votos es mucho más de lo necesario. Es la proporción que se audita en Venezuela. Esa auditoría ha demostrado que el recuento manual de las papeletas y el resultado de la máquina coinciden. 15 auditorías previas habían blindado previamente el procedimiento. El sistema venezolano es el más auditado del mundo. Capriles quiere ahora que se cuenten el 100% de los votos. Y lo exige desde sus medios de comunicación. Lo único que busca es desconocer al Consejo Nacional Electoral (si quiere ese conteo, debiera impugnar las elecciones, pero no lo hace porque quedaría como un imbécil después de las auditorías ya efectuadas). Quieren tiempo y ruido. Por lo mismo muestran fotos de destrucción de material electoral de otros comicios (de 2010) como si fueran actuales, para enardecer a sus ya abducidos fanáticos. ¿No es un delito incitar al odio y la violencia a través de mentiras?

En otros países, lo que ha hecho Capriles y los medios de comunicación que le apoyan les significaría cárcel. Son comportamientos insurreccionales que desconocen las leyes aplicando violencia. No es desobediencia civil pues es violenta y no busca generalizar ningún derecho. Qué hipócrita el PP que apoya estos comportamientos y quiere encarcelar a los indignados, a los desahuciados, a los estudiantes a los que se les niega el derecho a estudiar. El fascismo de siempre, que no cree en la democracia.

Hace poco Aznar estuvo en el continente organizando una derecha iberoamericana. Aquí les vemos actuando. El fascismo de siempre dándole un tiro en la cabeza a un trabajador mientras le grita: ¡Para que aprendas, fascista! Capriles, el PP y el fascismo de siempre.

Fuente: http://www.comiendotierra.es/2013/04/16/capriles-el-pp-y-el-fascismo-de-siempre/

Frente Amplio

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Periodista

Rafael González Morera 





Empezaré por decir que me he llevado una alegría por la constitución del Frente Amplio, del cual tan necesitado está Canarias y doble alegría al ver que mi admirado Pepe Alemán está involucrado en tan importante objetivo. Pero Pepe seguro que me dírá que no sólo con alegrarse uno es suficiente aportación a tal encomiable empezo, de ahí que es justo y necesario que diga ¡cuenten conmigo!, y les prometo que a partir de ahora voy a escribir más del Frente Amplio y menos de José Manuel Soria, perdonen la ironía, pero que quieren, de muy joven aprendí de Pepe Alemán estas incursiones por el humor inglés, que en mi caso abarca que también me ria de mi sombra, que es la mejor manera que hace años me dijo el doctor Oscar Oswaldo González Morera (mi hermano), que no me salga una ulcera, o al menos trate de mitigarla.
Hay quienes toman mucha leche para combatir la úlcera, y en mi caso me tomo un par de copas y me rio mucho con mis amigos de la Peña de la Vieja, y eso me ayuda a resistir el escarche que nos está haciendo la derecha. Pero no quiero pecar de machista. y por eso no puedo dejar en el olvido a mi amiga Laura Gallego, que también con Pepe fue la presentadora de esta hermosa aventura a la que me dicen muchos izquierdistas e izquierdosos se van a incorporar de forma inmediata.
El proyecto de Frente Amplio se venía gestando desde hace algún tiempo, pero no acababa de arrancar, y ahora lo hace con cinco o seis premisas fundamentales, la primera que es una opción política pacífica, como no podía ser de otra manera, y luego se va a identitar por luchar por una regeneración democrática,  que tanta falta le hace a España y a Canarias, la recuperación del Estado de Bienestar Social, la erradicación de la corrupción política, el fomentar una economía solidarias y sostenible, la promoción y revitalización del empleo público, y como decíamos al principio todo esto en el marco de una actividad pacífica y democrática.
Por supuesto que queda mucho camino al andar, pero creo que el único camino es andar, y en este sentido estoy de acuerdo con lo expuesto por Pepe y Laura, que es fundamental la unidad. Equo, Soberanistas  de Izquierda, Unidad del Pueblo, Partido Humanista y Canarias por la Izquierda/Sí se Puede, son los colectivos que ya se han significado en este proyecto de Frente Amplio en donde hay que repetir que uno de los objetivos fundamentales es la unidad.
Personalmente estoy cansado de que muchos dirigentes políticos de izquierda prefieran tener un chiringuito aunque sea pequeñito, en donde puedan ser jefes aunque sea de un pequeño pelotón, que no ir a una unidad que cree un gran movimiento que le haga frente a la derecha cavernícola que parece dominarlo actualmente todo. Como decía Pepe Alemán, "o remontamos lo que hay, o sufriremos las consecuencias de una involución". Y eso desde luego sería históricamente grave, y nuestros nietos nos harían preguntas que no podríamos contestar mirándoles a los ojos.

martes, 16 de abril de 2013

Obama y Latinoamerica

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VINCENÇ NAVARRO



Una de las áreas del mundo donde la política exterior de EEUU ha decepcionado más a las fuerzas progresistas de América (Norte, Centro y Sur) ha sido en Latinoamérica. La falta de cambio ha sido una constante. Casi inmediatamente después de su primera elección, la Administración Obama mostró un silencio ensordecedor frente al atentado al presidente Correa, de Ecuador, cuando, en septiembre de 2010, hubo un intento golpista. Vimos también el mismo silencio durante el golpe de Estado contra el presidente legalmente elegido, Fernando Lugo, que fue destituido por la oligarquía que ha dominado Paraguay durante la mayoría de su historia. El Departamento de Estado de EEUU no denunció tal golpe.
Pero el caso más flagrante fue la aceptación del golpe militar de Honduras, cuando un presidente democráticamente elegido, el presidente Manuel Zelaya, fue detenido y expulsado del país, instaurándose uno de los regimenes más represivos en aquel continente. El asesinato político de sus oponentes es práctica común en aquel país. 83 miembros del Congreso de EEUU enviaron una carta a la entonces Ministra de Asuntos Exteriores de EEUU, la Sra. Hillary Clinton, pidiendo que se denuncie la situación represiva existente en Honduras. El presidente Obama, no sólo no rechazó el golpe militar, sino que lo apoyó, indicando que las elecciones (fraudulentas) que tuvieron lugar después del golpe habían legitimado al nuevo gobierno.
Tal situación de brutal represión apenas aparece en los medios de mayor difusión de EEUU y de Europa. Mientras que tales medios han ido mostrando una enorme hostilidad al gobierno venezolano presidido hasta hace poco por el gobierno Chávez, que intenta alcanzar el socialismo utilizando la vía democrática (hay mayor diversidad ideológica con los mayores medios de difusión en Venezuela que en España), han mantenido un silencio ensordecedor frente a las atrocidades y asesinatos políticos cometidos por un gobierno cuyo partido pertenece a la Internacional  Liberal, a la cual pertenecen muchos partidos europeos, incluido el partido gobernante en Catalunya, el CDC). Según la International Federation for Human Rights (que ha preparado un informe para el International Criminal Court) basada en París, en 2012 se cometieron más de 100 asesinatos políticos (en contra de sindicalistas, periodistas y campesinos, entre otros) con un número mayor de desaparecidos, detenciones ilegales, torturas y violaciones, represión dirigida a crear temor entre la población, según tal informe. Figúrense, por un momento si tales hechos hubieran ocurrido en Venezuela bajo el gobierno del Sr. Chávez. El escándalo internacional hubiera sido enorme. En lugar de ello, un silencio sepulcral que detecta y muestra una complicidad además de hipocresía.
Pero lo que es todavía peor, desde el punto de vista de la  Administración Obama, no es su silencio, sino su apoyo a tales atrocidades. En realidad existe evidencia, mostrada y documentada por el miembro del Senado de EEUU, el senador Patrick Leahy, de que tales asesinatos son realizados por la policía del gobierno hondureño (dirigido por Juan Carlos Bonilla) a la cual el gobierno federal de EEUU ha estado asesorando y financiando (Ver Mark Weisbrot, “Will Obama’s Legacy Be a Death Squad Government in Honduras?” The Guardian 30.03.13). En realidad, y tal como denuncia el senador Leahy, tal ayuda es ilegal en EEUU, pues la ley federal de aquel país prohíbe la ayuda militar o policial que policías o ejércitos que han cometido actos de violación de derechos humanos que han permanecido inmunes.
Como concluye Weisbrot, Obama ha vuelto a los estándares de brutalidad que caracterizó la política del Presidente Reagan, el guru de los neoliberales, que hoy han reavivado su brutalidad y opresión que permanece oculta en los medios de mayor difusión en tales países.

lunes, 15 de abril de 2013

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Las falsedades y los errores de la sabiduría económica convencional (SEC)
abr15
Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 15 de abril de 2013
Este artículo señala que la reducción mayor del déficit público del Estado se está haciendo a costa del Estado del Bienestar puesto que las Comunidades Autónomas, que son las que financian las transferencias y servicios públicos de tal Estado del Bienestar, son las que están contribuyendo más a la reducción de este déficit.
La narrativa que se utiliza en el discurso económico no deja ver la realidad supuestamente descrita por tal análisis económico. Así, hemos visto que la discusión sobre cómo reducir el déficit del Estado español se ha centrado en cuánto debe reducirse por parte del Estado central y cuánto por parte de las Comunidades Autónomas. En el discurso económico del gobierno central existe un tono un tanto optimista, pues el déficit del Estado según este ha disminuido de un 9% del PIB en 2011 a un 6,7% del PIB en 2012 (aún cuando la Comisión Europea cree que la cifra real es un 6,98% del PIB). Sea la cifra que sea, significa una reducción importante, a pesar de que hay que sumarle el 3% del PIB como consecuencia de lo que se llama rescate bancario, que no es más que una aportación de fondos públicos para salvar a los bancos, “a fin de garantizar la estabilidad financiera”, la frase más utilizada por la comunidad financiera para justificar tan generosa ayuda por parte del Estado (y con el fin de resolver un problema que esta comunidad creó).
Ahora bien, esta nota de optimismo debería complementarse con otra que describiera qué parte del Estado ha sufrido más recortes para alcanzar tal reducción del déficit. Después de todo, el Estado tiene tres componentes, el central, el autonómico y el local o municipal. Pues bien, el que redujo más el déficit fue el nivel autonómico, pasando de un 3,3% del PIB en 2011 a un 1,7% del PIB en 2012, reduciéndolo nada menos que a la mitad. Es más, de toda la cantidad ahorrada (o recortada), que fue de 24.000 millones, el 70% de la reducción lo hicieron las CCAA, es decir, 16.600 millones. Mientras que en 2012 las CCAA han reducido su déficit en un 1,6% del PIB, el Estado Central lo ha hecho en un 1,3%, manteniéndose el central como el nivel que más contribuyó al déficit total del estado, generando un 3,8% del PIB de déficit, más del doble de la aportación al déficit de las CCAA (1,7% del PIB) y muy por encima del déficit que generaron las administraciones locales (0,2%).
Mírese como se mire, pues, las CCAA han soportado el mayor peso en las reducciones del déficit del Estado. Pero cuando decimos CCAA, parece que ha sido un sacrificio (injusto, por cierto, pues la mayoría de ingresos van al Estado, no a las CCAA) del nivel autonómico. Pero la situación es peor, y así debería presentarse. El mayor costo de la reducción del déficit lo ha soportado el Estado del Bienestar y muy en particular los servicios públicos del Estado del Bienestar, tales como sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios de dependencia, servicios sociales, vivienda protegida y una larga lista de servicios y transferencias públicas, utilizados y recibidos en su gran mayoría por las clases populares. Estos servicios están ya financiados y gestionados a nivel autonómico. En realidad, constituyen la mayoría de los gastos de los gobiernos autonómicos. Una vez más, estamos viendo cómo la reducción del déficit público en España se está consiguiendo a base del debilitamiento muy notable del Estado del Bienestar que, ya antes de que comenzara la crisis, estaba subfinanciado.
En España, siempre que se ha reducido el déficit público se ha hecho a costa del Estado del Bienestar. Esto ocurrió cuando se estableció el euro y está ocurriendo ahora cuando los recortes se han justificado por la necesidad de “salvar al euro”, aunque el euro no ha estado nunca en peligro y está sobrevalorado, perjudicando a la economía española. Esto es de lo que debería informarse a la ciudadanía, lo cual no se hace por los medios de mayor difusión del país.

martes, 9 de abril de 2013

ADA COLAU, PORTAVOZ DE LOS AFECTADOS POR LA HIPOTECA

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06-04-2013



“No creo en los maximalismos que llevan a la inacción absoluta”


JORDI MOLINA


Nueva Tribuna.es




Es partidaria de la acción cotidiana y rehúye los discursos de crítica capitalista de gran complejidad. Desde que llamó “criminal” a un representante de la Banca, se ha convertido en la cara más visible de los movimientos sociales en los grandes medios. Sin embargo, su lucha en favor del derecho a una vivienda digna se remonta al año 2004. Entonces, en el marco de las protestas antiglobalización y en contra de la Guerra de Irak, unos cuantos activistas se especializaron en temas de vivienda. Entre ellos, Ada Colau (Barcelona, 1974) la líder antideshaucios que no quería serlo.
molina_jordi | El Tribunal de Justicia de la UE os ha dado la razón.
Habíamos insistido mucho en que la normativa española sobre los desahucios era ilegal. Ha tenido que ser la Unión Europea la que, finalmente, ha penalizado las prácticas del Gobierno español.
¿Qué supone esta sentencia para la PAH?
Ada Colau | Con la sentencia europea se deberían poder parar cerca de 200.000 procesos de ejecuciones hipotecarias. La resolución dice lo mismo que denuncia la Plataforma desde hace años. Exigimos que se asuman responsabilidades políticas.
Y las estáis exigiendo ‘cara a cara’ con los diputados. ¿Cómo va la presión social delescrache?
Estamos en una fase inicial y justo ahora empieza la segunda. En un primer momento, hemos invitado a los diputados a venir a nuestras reuniones y muy pocos han respondido. Como no han venido a conocer la realidad social, la realidad social ha ido a buscarlos. Ahora hemos pasado a interpelarles personalmente en la calle. Estamos convencidos de que, si conocen la gravedad de la situación, votarán en favor de nuestras propuestas. La ciudadanía se organiza colectivamente y señala los representantes públicos. Creemos que en el Congreso se diluye la responsabilidad individual de los representantes en las votaciones.
Una estrategia de presión popular que se hacía en Argentina para señalar a los responsables de la dictadura militar.
En cierto modo sufrimos una dictadura financiera. Nuestras políticas sociales y nuestros derechos fundamentales están a merced de la clase financiera. Son contextos diferentes y hay que salvar distancias, pero son similares. Eso sí, aquí los responsables no deben responder por sus crímenes, sino que además son premiados por la gestión pública.
Señalar los diputados responsables. ¿No sería justo también hacer una discriminación positiva?
Lo hemos hecho, pero nos lo han reflejado poco. Los primeros en responder fueron ICV y ERC, que trasladaron al Congreso nuestras demandas cuando los desahucios aún no eran noticia. Han llevado nuestras propuestas al Congreso hasta en cuatro o cinco ocasiones. Por el contrario, y hasta hace cuatro días, el PP y PSOE, siempre habían votado en contra. CiU y PNV han sido más ambiguos y han votado según soplaba el viento.
¿Te ves dentro de unos años formando parte de alguna lista electoral?
Lo he pensado porque mucha gente me lo ha dicho. Y de sectores muy diferentes. De hecho, dos fuerzas me llamaron para las elecciones catalanas. Rechacé ir en las listas de ICV-EUiA y la CUP, a pesar de compartir buena parte del programa. Sinceramente, no creo que un fichaje individual cambie nada. Creo que ahora mismo se hace más desde fuera del Parlament que desde dentro. Es necesaria una refundación de la democracia en la que el conjunto de la ciudadanía se implique. La PAH, una organización sin casi recursos, ha tenido mucha más incidencia que ningún partido… En el futuro, si abordamos un proceso amplio de revisión de maneras de hacer, puedo plantearme participar en la política, pero en ningún caso con el sistema de partidos actual.
La Plataforma hace una crítica sistémica, como la hizo el movimiento del 15-M. ¿Comparte la misma esencia?
Tenemos puntos en común, pero no somos iguales. De hecho, la Plataforma nace dos años antes del estallido de indignación del 15-M. En ese momento, se produjo un encuentro perfecto entre una cosa y la otra. Por un lado, el 15-M vio en la labor de la Plataforma un trabajo previo que había que integrar. Y, por otro, nosotros, que hasta entonces sólo estábamos consolidados en Catalunya, nos extendimos por el territorio español.
El 15-M rehuyó de liderazgos y exigía una “democracia real”. La PAH ha encontrado en ti una única portavoz y ha sabido concretar en las demandas. ¿Se ha tratado de no caer en los mismos errores?
Nosotros lo hemos tenido más fácil porque somos una plataforma sectorial. Pero sí es cierto que, más allá de la expresión inicial de malestar y de indignación, había un segundo proceso de concreción. Y nosotros, con el tema de la vivienda, ya teníamos un trabajo hecho de denuncia y de indentificación de responsables. Por otra parte, no soy la única portavoz. Simplemente he estado en la Plataforma desde el principio, he tenido incidencia en la generación del discurso y es razonable que sea una de las caras más visibles. En la Plataforma hay gente muy válida en diferentes sectores y tratamos de poner al servicio del movimiento las habilidades de cada uno.
¿Temes convertirte en una víctima mediática? Te hemos visto en platós donde sólo se escucha a quien más grita…
Sabemos lo que hacemos. Ir a según qué programas de televisión no quiere decir que todo nos parezca bien. Pero hoy en día, es un hecho que vivimos en una sociedad mediática y para llegar a la mayor parte de la población, que siempre ha sido nuestra vocación, hay que pasar por los grandes medios. Debemos hacerlo con cuidado, dosificando nuestras apariciones y con espíritu crítico. Quizás con una o dos veces que vayamos a ‘El Gran Debate’ de Tele5 es suficiente. Y tratamos de pactar entrevistas, no aparecer únicamente en el intercanvio de gritos.
¿Ha habido voces discordantes dentro de la Plataforma sobre la participación en este tipo de programas?
Sí, no todo el mundo lo ha visto de la misma manera. Hay gente que es más crítica… Ahora los que insisten en que los visite son los del ‘Gato al Agua’, de Intereconomía.
¡Qué miedo!
Estamos debatiendo qué hacer…
Los grandes medios silenciaban la problemática o la abordaban desde el sensacionalismo. Ahora parece que se empieza a hablar más de la organización de la PAH.
Tenemos claro que el gran medio de masas es una empresa que funciona con criterios de rentabilidad. Cuando éramos totalmente desconocidos sufrimos casos de pequeña censura. Convocábamos los medios para que captaran acciones que hacíamos frente a algunos bancos y las televisiones, por ejemplo, tenían prohibido enseñar los logos de las entidades financieras, que son las grandes proveedoras de publicidad. Cuando no se ha podido silenciar el fenómeno hemos visto cómo nos llamaban para enterarse de los desahucios más traumáticos, buscando la parte morbosa del drama. Desde la famosa comparecencia del Congreso se ha hecho más visible la parte de la movilización social y se ha mostrado el proceso de empoderamiento de la gente.
La comparecencia en la que tildas de “criminal” a un representante de la Banca… La red hirvió. ¿Qué papel han jugado las redes sociales?
Las palabras de criminal se han magnificado mucho desde los medios, pero en las redes miles de personas habían visto la comparecencia entera. Es un medio de comunicación emergente que, de momento, no está controlado por las grandes empresas. Se ve, cada vez más, cómo lo que las redes recogen acaba determinando el contenido de los programas.
La PAH combate las injusticias del día a día. ¿No crees que es necesaria una crítica más global?
No creo en los maximalismos que llevan a la inacción absoluta. Llevo varios años de activismo y he comprobado su ineficacia total. Creo en “hacer a medida que haces”. Los pequeños gestos desencadenan las grandes transformaciones. Si vamos con un discurso maximalista de crítica capitalista, de cero colaboración con nadie que pueda estar manchado, llegaremos a poquísima gente. Hoy necesitamos mecanismos concretos que permitan a los afectados sobrevivir y no quedarse en la calle. Y, en este proceso, se desencadenan procesos colectivos de transformación que generan un efecto de bola de nieve.
Las políticas públicas de vivienda han sido las grandes olvidadas. ¿Por qué?
La cuestión de la vivienda ha sido un auténtico desastre. A finales del franquismo comienza un modelo de cambio en términos sociales y culturales. José Luis Arrese, ministro de Franco, lo plasma en la frase: “queremos un país de propietarios, no de proletarios”. Poco a poco, se avanza hacia una sociedad individualista y conservadora que no sólo se perpetúa en democracia, sino que se radicaliza. En 1998, el PP le da un empujón definitivo a la burbuja inmobiliaria con el “todo urbanizable” de Francisco Álvarez Cascos. Pero es que el PSOE fue el que liberalizó el alquiler, con el ‘decretazo’ de Miguel Boyer. Los dos grandes partidos han hecho que el alquiler no sea una alternativa y nos han llevado a todos al sobreendeudamiento.
Zapatero decía que la economía española estaba en la Champions League …
Exportaciones, milagro español … Era una estafa. En ese momento la burbuja permitía el modelo de ‘todos estamos ganando’. Los que han gobernado no se han atrevido a detener ese aparente modelo de crecimiento de la burbuja inmobiliaria porque temían que la oposición y la ciudadanía se les echara encima. Vivimos en una democracia descafeinada en la que sólo importa ganar las elecciones. La política miope, más pendiente de los réditos electorales que de hacer una sociedad más justa, nos ha llevado directamente al abismo.
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/-no-creo-en-los-maximalismos-que-llevan-a-la-inaccion-absoluta/20130404114916090558.html

lunes, 8 de abril de 2013

La República posible

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La historia depende, en última instancia, de la actitud del pueblo

JOSE LÓPEZ




Rebelión


Los recientes acontecimientos en España parecen sugerir la inminencia de la caída del actual régimen: la Monarquía Juancarlista. Sin embargo, conviene recordar que en la historia humana nada está garantizado. Podemos hablar de probabilidades pero nunca de certezasLa historia humana está siempre, más o menos, abierta. En las condiciones actuales la historia española se encuentra en una encrucijada con los siguientes caminos: 1) el Rey Juan Carlos sigue siendo el jefe de Estado, 2) el Rey Juan Carlos abdica en su hijo Felipe para salvar la Monarquía, 3) la Monarquía cae de manera controlada por el propio sistema para salvar al sistema, 4) la Monarquía cae por la presión popular, a pesar del sistema. Evidentemente, no todas las opciones parecen igualmente probables. Podríamos discutir largo y tendido sobre cuáles son más o menos probables, pero lo importante es ser conscientes de que la historia la hacen quienes llevan la iniciativa. Incluso algunas de estas opciones pueden entremezclarse: la presión popular puede forzar la caída de la Monarquía, pero el sistema puede reconducir el proceso para que los cambios no sean muy profundos, para que todo cambie en apariencia y nada cambie en verdad. La experiencia islandesa es muy esclarecedora: una revolución ciudadana controlada por la clase política para finalmente dejarla en estado de congelación. Indudablemente, de dicha experiencia pueden retomarse ciertas cosas, pero indudablemente también, hay que superar sus carencias y contradicciones.
Y es que lo que ocurra en cualquier país depende, en última instancia, de la actitud del pueblo, de la mayoría, y no sólo de su vanguardia más activa. De poco sirven las manifestaciones en las calles, las huelgas generales,…, si luego en las votaciones electorales la mayoría, o gran parte de la ciudadanía, sigue sosteniendo a los partidos políticos del régimen. Así es muy difícil que un régimen caiga. La gran contradicción popular consiste en que el pueblo vote a sus verdugos. Es imperativo superar esta contradicción. Esto no podrá lograrse en dos días, pero deberá hacerse todo lo posible para que ocurra cuanto antes. En contra están la tradición, la inercia, el pensamiento conservador de una gran parte de la ciudadanía de que más vale malo conocido que bueno por conocer, los prejuicios trabajados diariamente por los grandes medios de adoctrinamiento ideológico disfrazados de medios de comunicación, etc. Pero crecen los factores favorables al cambio: la realidad habla con contundencia, las contradicciones del régimen se vuelven cada vez más insostenibles (de esto son muy conscientes los guardianes ideológicos del propio régimen). El pueblo, poco a poco, está siendo abocado a despertar y rebelarse. Sin embargo, si no ve alternativas serias, de poco puede servirle la rebelión. Ésta se transformará en revolución cuando la inmensa mayoría se conciencie de que sí se puede tener un sistema mejor, en el que el protagonista sea el ser humano y no el dinero, en el que los gobiernos gobiernen para la mayoría, y no para ciertas minorías privilegiadas.
Esa alternativa al régimen político-económico actual tiene nombre y apellidos en la España del siglo XXI: Tercera República. Pero, además, sobre todo, debe tener contenido. Y éste no puede ser otro que unas reglas del juego político auténticamente democráticas. Gracias a las cuales los gobiernos deberán supeditarse al mandato popular. Porque de poco sirve elegir a los gobiernos, como estamos comprobando en estos duros momentos, si luego hacen lo que les da la gana. El voto debe servir para algo, no debe representar un cheque en blanco. La “democracia” actual en la que el ciudadano ejerce su soberanía durante los cinco minutos que tarda en depositar una papeleta en una urna, para luego perderla hasta dentro de x años, debe dar lugar a una democracia continua, donde la presión popular esté presente en todo momento, no sólo en las calles sino que también en las instituciones. Y esto puede lograrse con medidas técnicas concretas que obliguen a todos los políticos a servir a los ciudadanos que les votan. Elmandato imperativo (que los programas electorales sean de obligado cumplimiento), la revocabilidad (que el pueblo pueda expulsar del poder a cualquier cargo público antes de las siguientes elecciones mediante referéndum), referendos vinculantes y frecuentes, una profunda y verdadera separación de poderes, de todos, sobre todo respecto del poder económico, una ley electoral donde todos los votos valgan igual, la elegibilidad de todos los cargos públicos (imposible en una monarquía), una ley igual para todos (imposible también en una monarquía),…, supondrían un gran salto para lograr una democracia verdaderamente representativa. Pero, si, además, complementamos la democracia representativa con la directa en aquellos ámbitos más locales donde sea factible, si, además, expandimos los métodos democráticos por todos los rincones de la sociedad, llegando especialmente a la economía, el núcleo de toda sociedad, si la democracia se desarrolla de manera continua, entonces, no hace falta tener mucha imaginación para darse cuenta de que así sí es posible una sociedad más justa y libre.
La alternativa al sistema actual, a la dictadura disfrazada de democracia, es la auténtica democracia. Pero ésta sólo podrá alcanzarse cuando sea el pueblo quien lleve la iniciativa y controle el proceso de transición. La democracia real no interesa a las élites pues con ella dejarán de ser élites. Obviamente, no podrá prescindirse de ciertos liderazgos, ni de los partidos políticos, pero si tanto los unos como los otros son presionados sistemáticamente desde abajo, si además de la presión popular ejercida en las calles, los ciudadanos votan con más inteligencia y coherencia, de tal forma que dejen de apoyar a los principales partidos políticos del actual régimen para apoyar a aquellos que apuesten por cambios más profundos, entonces las probabilidades de que los cambios sean reales se disparan. Si la iniciativa la llevan las élites entonces podemos estar seguros de que, independientemente del nombre que adopte el “nuevo” régimen, de quién esté a su cabeza, su contenido será muy parecido, demasiado parecido al del régimen actual. Si, por el contrario, quienes llevan la iniciativa, en todo momento, por lo menos durante cierto tiempo suficiente, son los ciudadanos, la mayoría, entonces realmente sí será posible alcanzar una democracia que merezca tal nombre. Es por ello imprescindible que cada uno de nosotros hagamos todo lo posible por contribuir, humildemente pero también insistentemente, al cambio. Grano a grano podemos lograr montañas. De nosotros, los ciudadanos corrientes, depende. La democracia real sólo puede venir de abajo. Arriba necesitan evitarla.
La República será posible, y, sobre todo, será realmente útil, si quienes estamos objetivamente interesados en ella, es decir, la inmensa mayoría, se conciencia y lucha unitariamente por ella. El gran objetivo político a corto/medio plazo del 15-M, del 25-S, debe ser un proceso constituyente protagonizado por el 99%. Proceso que dé lugar a un referéndum para que el pueblo elija su régimen, si desea Monarquía o República, precedido de un amplio debate donde todas las opciones posibles puedan ser conocidas en igualdad de condiciones. Proceso donde se redacte una nueva Constitución con la máxima participación popular, finalmente ratificada en las urnas por el pueblo. La Democracia sólo puede ser alcanzada democráticamente. La historia la hacen los pueblos, por pasiva o por activa. Hagamos que sea por activa. ¡Entre todos podemos!
Blog del autor: http://joselopezsanchez.wordpress.com/