miércoles, 31 de octubre de 2012

¿Por qué España?

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LUIS GARCIA MONTERO

Público





Cada vez estoy más convencido de que es necesario introducir el sentimiento de España en los debates sobre la economía y la política. No dudo de que el futuro se juega en un proyecto europeo, pero se trata hoy de discutir con urgencia qué futuro y qué Europa queremos, y para eso es imprescindible hablar de España. Me parece una forma directa de unir la política a la vida real de los ciudadanos.

El politólogo Tony Judt denunció los peligros que una construcción europea precipitada y no cuidadosa podía tener para los sentimientos de solidaridad. Los ciudadanos suelen sentir respeto y hermandad por las personas que pertenecen a su propia comunidad. Los vínculos facilitan el impulso de saberse responsable de los otros. Difícilmente es ajeno a nuestra dignidad y a nuestro deseo de ayudar aquello que le ocurre a alguien incluido de manera sentimental en nuestra familia o en nuestra sociedad. Pedir solidaridad cuando no hay esa conciencia de comunidad viva es una quimera.

Eso está ocurriendo en Europa. Las directrices que imponen con crueldad los poderes de Alemania y Holanda, responsables del empobrecimiento vertiginoso de la Europa del Sur, y la forma en la que sus bancos están haciendo negocio con la miseria de nuestros países, sólo son posibles porque llegan de un mundo que se siente ajeno. Es la misma mecánica del ejecutivo millonario que permanece indiferente ante el despido de sus empleados. Los altísimos sueldos se inventaron, entre otras cosas, para marcar diferencias entre mundos. ¿Qué tengo yo que ver con un griego o con un español? ¿Qué tengo yo que ver con los problemas de mis trabajadores? Son las preguntas que suelen hacerse los ricos, que nunca se plantean de dónde sacan el dinero. Prefieren discutir en dónde se lo gastan o a quiénes están obligados a ayudar.

La construcción de Europa como territorio sin Estado ha sido el mayor disparate de la historia contemporánea. Dejó a los ciudadanos en manos de los poderes financieros y de las estrategias de la especulación. Recuperar el sentido de Estado, de comunidad, de políticas y leyes al servicio de la gente -y no de los bancos-, es imprescindible. Por eso hay que hablar de España como responsabilidad cotidiana. Sólo devolviéndole a la política su rostro concreto y humano podremos conseguir un día que Europa se preocupe de las personas desahuciadas, de las que pierden su derecho a la sanidad o a la educación pública, de las que no tienen posibilidad de encontrar un trabajo. Esos son los problemas reales.

Hablar de España es también el mejor modo de denunciar la traición que el Gobierno está cometiendo contra sus ciudadanos. Los bancos alemanes pusieron en marcha préstamos a bajo interés para que los bancos españoles agitaran el mercado hipotecario y animasen a todo el mundo a comprarse una vivienda. La crisis ha hecho fracasar sus negocios. La medidas del Gobierno, que generan el paro y la pobreza de los españoles, están pensadas para que los bancos alemanes no pierdan el dinero de sus negocios fracasados. Eso es un acto de traición a España.

El Banco Central Europeo prestó dinero a bajísimo interés a los bancos y luego los bancos compraron con ese dinero deuda española a un interés altísimo gracias a los movimientos especulativos y a las famosas primas de riesgo. En vez de denunciar la situación, analizar la deuda y detallar qué parte es una estafa, qué parte se debe pagar y en qué plazos, el Gobierno recorta de un modo cruel los servicios públicos y empobrece a su país para que los especuladores cobren sin problemas. Eso es una traición a España. Así que conviene que los españoles nos sintamos solidarios entre nosotros para impedir la situación de colonialismo y saqueo que el Norte de Europa le está imponiendo al Sur. En este momento no hay otra perspectiva más importante que la gravísima situación económica en la que los poderes financieros han colocado a nuestra gente.

Quizá sea una buena perspectiva para plantearse también el debate sobre la independencia catalana. Creo en el derecho de los pueblos a decidir y defiendo un Estado federal capaz de articular con respeto las singularidades. Esa ha sido siempre la política de la izquierda. Pero también desde la izquierda me considero con derecho a abrir un debate político. Es un error profundo permitir que la identidad, como cuestión prioritaria, oculte hoy el drama de la situación económica traidora impuesta a sus poblaciones por los gobiernos de PP y CIU. Pese a lo que afirman alguna instancias oficiales, yo no tengo ninguna duda de que Europa acabaría reconociendo a una Cataluña independiente. Esta Europa neoliberal necesita gobiernos neoliberales dispuestos a traicionar a sus ciudadanos en nombre de los bancos. Y CIU sería un aliado magnífico.

Desde un punto de vista social, la independencia tendría consecuencias políticas graves para todos. CIU se convertiría en el partido institucional de Cataluña, algo así como un PRI mexicano a lo catalán, con manos libres para imponer sus políticas a lo largo de 50 años. Y en España, de rebote, agitando banderas y ofensas, ocurriría lo mismo con el PP. Mientras tanto los ricos de los dos países serían más ricos, los pobres más pobres y todos estaríamos sometidos al poder de decisión de los bancos alemanes, que son los que marcan el rumbo de un proyecto europeo fracasado.

Luchar contra esta situación es hoy la prioridad. Recordar que los españoles y los catalanes están siendo traicionados a la vez por un sistema económico injusto es una buena manera de devolverle el compromiso humano a la política. Sólo un proyecto social claro y democrático puede devolverle una ilusión benigna a la gente.

sábado, 27 de octubre de 2012

La crisis, la victoria de Feijóo y el 'crack' del PSOE centrifugan España

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FELIX MARTÍNEZ

eldiario.es





Los resultados de las elecciones del domingo 21 de octubre en Galicia y en el País Vasco han tenido tres consecuencias inmediatas. La primera es que el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, a pesar de perder votos, ha salido más que reforzado con su reelección y ha ampliado su mayoría absoluta, lo que se ha interpretado como un cierto aval a las políticas de recortes de Mariano Rajoy. La segunda es la sorprendente irrupción con fuerza inusitada de Alternativa Galega de Esquerda (AGE), la formación de Xosé Manuel Beiras, de 76 años, que apenas tiene un mes y medio de vida. La tercera es que en el País Vasco ha vuelto la situación previa a la nefasta y desigual ley de partidos y los comicios han demostrado que el escenario ha cambiado: la sociedad vasca no está dividida al 50% entre los autodenominados "constitucionalistas" –PSOE, PP y UPyD–; dos tercios del Parlamento de Vitoria son soberanistas; y, sobre todo, el PSOE ha confirmado que se encuentra en la peor crisis de la historia de la democracia que amenaza con una debacle que se lleve por delante al partido.

Aún queda una cita electoral, dentro de un mes, en Cataluña, y todo parece indicar no sólo que CiU, con Artur Mas a la cabeza, obtendrá la mayoría absoluta gracias a su giro soberanista y su anuncio de celebrar un referéndum de autodeterminación, sino que tanto ERC como ICV-EUiA pueden dejar también dos tercios del Parlament en manos soberanistas si el PSC se hunde como prevén todos los vaticinios y el PP obtiene un resultado similar o notablemente inferior al que tiene ahora.

A corto plazo, las conclusiones son fáciles: Feijóo ha logrado la reelección con nota y, pese a que Galicia es lo que en física se conoce como una singularidad –el PP ejerce no sólo de representante del partido nacional, sino como derecha propia de Galicia, algo que sólo ocurre en Baleares–, ha permitido al Gobierno de Mariano Rajoy poder presumir de haber obtenido un aval en las urnas a sus políticas de recortes.

Nadie esperaba que en el País Vasco ni en las próximas autonómicas catalanas el PP obtenga resultados significativos. El gran perdedor, sin embargo, es el PSOE, que agrava de forma preocupante su crisis sin que haya en el horizonte alternativa alguna a la fracasada dirección de Alfredo Pérez Rubalcaba. Y sin tiempo. Porque el PSOE, y dentro de un mes el PSC lo sufrirá en sus carnes, está en arenas movedizas: cada día que pasa se hunde más en el barro.

A priori, es un escenario altamente favorable para el PP, que asiste como espectador al agónico proceso en el que está inmerso su eterno adversario. Pero no es así a medio y largo plazo. Si lo que marcan los resultados de los últimos comicios es realmente una tendencia, parece claro que la desafección que siente la ciudadanía por la clase política se ha extendido a España.

En las comunidades históricas es evidente que el PSOE ha desaparecido como alternativa y son las fuerzas nacionalistas las que se ofrecen como contrapropuesta al modelo clásico del PP. Ya sean mayoritariamente de derechas, como en el País Vasco y Cataluña, o de izquierdas, como ha ocurrido en Galicia. Y no hay que olvidar que en el Parlamento de Vitoria la alternativa al PNV es EH-Bildu, heredera de la izquierda abertzale, y que en Cataluña Esquerra e Iniciativa son fuerzas progresistas.

De momento, en Euskadi, el PNV se ha mostrado más que prudente a la hora de asumir la victoria. Íñigo Urkullu no parece tener prisa por emular a Artur Mas. Por dos razones, el País Vasco ya tiene el concierto económico al que aspira CiU, a pesar de que lo llama pacto fiscal, y teme que una reedición del café para todos acabe con esa particularidad, y porque ya que Mas ha empezado el proceso, parece más inteligente esperar a ver qué pasa en Cataluña antes de ponerse al frente de una iniciativa que ya tiene un precedente, el plan Ibarretxe, que obligó al lehendakari   a volverse con el rabo entre las piernas.

Pero lo cierto es que en este escenario centrífugo, al PP no le conviene en absoluto la extrema debilidad por la que atraviesa el PSOE. Porque a pesar de las declaraciones de federalismo que han venido haciendo en las últimas semanas diversos dirigentes socialistas, es evidente que la corriente dominante en el PSOE es la centralista, de un jacobinismo, en ocasiones, mucho más radical que el de la derecha.

Así pues, si se confirma la tendencia, el PP se puede acabar viendo como la única fuerza unionista en España, en contraposición a la jaula de grillos que supone el PSOE. Un escenario en el que el PP puede verse solo enfrentado a una alianza de fuerzas soberanistas que despierten el fondo de armario de los conservadores, los sectores más próximos a la ultraderecha. Algo que sería muy perjudicial para los populares.

Una eventual descomposición del PSOE puede no sólo dividir a la derecha de manera definitiva, sino contribuir a que la experiencia Beiras se extienda al resto de España. Si en un mes y medio AGE ha logrado nueve diputados, con un poco más de tiempo y con un mensaje más elaborado una nueva plataforma puede acabar por dinamitar el sistema de partidos si es capaz de integrar a los movimientos ciudadanos como el 15M, que no se sienten representados por el actual sistema de partidos y que utilizan un lenguaje y unas armas (políticas) que el PP no domina.

viernes, 26 de octubre de 2012

Al calor de unas elecciones

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LUIS GARCíA MONTERO



Público.es








Un proceso electoral no significa sólo un reparto de premios y castigos. Aunque se paguen los errores y se obtenga el beneficio de los aciertos, las elecciones son también una radiografía de la sociedad, una iluminación de las corrientes profundas. Interpretar el sentido de los resultados supone algo más que contar el reparto de escaños.

El PP celebra su victoria en Galicia como un respaldo de las medidas económicas del Gobierno. Pero la opinión de la sociedad no se encarna en el aumento de tres diputados, algo que depende de la ingeniería electoral y de los resultados ajenos, sino en el número de votos recibidos. El PP perdió el domingo más de 140.000 mil votos respecto a los comicios anteriores, es decir, un 18 % de su electorado. Si tenemos en cuenta que Galicia es por tradición muy fiel a la derecha, vender el triunfo como un apoyo abrumador al Gobierno se acerca mucho a la mentira. Como se traslade la situación a Castilla-La Mancha, el descalabro puede parecerse mucho al sufrido ahora por el PSOE. Sería, pues, un error que los movimientos de protesta se desanimaran.

El naufragio del PSOE sugiere también algo más que una polémica sobre el liderazgo de Rubalcaba. El congreso de Sevilla en el que fue elegido Secretario General cerró en falso el proceso de cambio que necesitaba el partido. Cuando parecía que iba a triunfar una tímida, pero alentadora transformación en la cúpula, el periódico El País publicó un reportaje interesado y machista contra Carme Chacón y la vieja guardia del felipismo se personó en el congreso para dar un golpe de Estado e imponer a Rubalcaba. Es curioso que el mismo periódico que forzó esta situación ruinosa exija ahora meditaciones serias en el interior del PSOE y un pacto de Estado con el PP. Cuidado: las mismas mentes que están hundido a El País, tan amigas del felipismo, pueden también llevarse por delante al PSOE.

El PSOE no necesita un cambio de liderazgo, sino un cambio de política que rompa por fin con la vieja España del felipismo. Es difícil que un partido que pretende representar a la izquierda pueda salvarse del descrédito sin romper con la dinámica neoliberal que ha observado estos años. Confundir la modernidad con el discurso de los mercados en España y en Europa, creer que la eficacia depende de las privatizaciones, trabajar para los bancos, destruir la democracia interna en la organización y depender de grupos mediáticos son inercias que forman parte del pacto bipartidista de Estado que Felipe González firmó ya hace años. El problema no es Rubalcaba, sino la política que representa, y el cambio debe suponer algo más que una sustitución de personas. No puede aspirar a recobrar las simpatías del electorado un partido que bloquea en el parlamento la transformación de una Ley Hipotecaria cruel cada vez que la plantea una opción de izquierdas. ¿Con qué cara representa a los desahuciados?

Se ha puesto de moda llamar radical a la izquierda sensata que lleva años combatiendo el poderío infame de las prácticas bancarias españolas. ¿Es un radical Xosé Manuel Beiras? ¿Es una radical peligrosa Yolanda Díaz? ¿Hay dudas sobre su trayectoria de seriedad en el Ayuntamiento de Ferrol? ¿Por qué se califica de radical a Alternativa Galega de Ezquerdas? ¿Por haber devuelto a la protesta una ilusión social y democrática, evitando que las discusiones se reduzcan a un asunto de identidades nacionalistas? Para la sufrida población española hay otros ejemplos más radicales y contrarios al sistema. Felipe González, por ejemplo, además de su sueldo como expresidente, cobra una suma muy alta como consejero de Gas Natural, la empresa que privatizó su Gobierno. ¿Con esta manera de entender la democracia puede generarse una alternativa?

En Galicia no ha tenido un primer éxito la izquierda radical, sino una izquierda sensata, contraria al neoliberalismo, defensora de los ciudadanos y capaz de dar cauce político a la indignación. Ha sido sensata, sobre todo, por saber unirse para formar un frente amplio. No fue así en Euskadi, donde triunfaron las escisiones, la negación al diálogo y las maniobras de control interno. Esta dinámica ha supuesto la desaparición de IU en el Parlamento de Vitoria. Aprendamos la lección. El papel de los dirigentes de izquierdas no puede confundirse hoy con el de los acosadores que rompen, exigen disciplina, castigan y expulsan para reforzar sus posiciones egoístas. Resulta muy urgente conquistar la fraternidad.

miércoles, 24 de octubre de 2012

La grave crisis del PSOE

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RAFAEL GONZÁLEZ MORERA





No sé que es lo que tiene que hacer, o no tiene que hacer un político para dimitir en España. El pinchazo del Partido Socialista en Galicia y en Euskadi señala de una forma incontestable a tres dirigentes, a Patxi Vázquez, secretario general de los socialistas gallegos, a Patxi López, máximo dirigente del Partido Socialista de Euskadi, y a Alfredo Pérez Rubalcaba, secretario general del PSOE, como los responsables de una debacle que va profundizando en una situación penosa, caótica, para los socialistas españoles. Ante este enrocamiento de la dirección del PSOE en un suicida “aquí no ha pasado nada”, la situación de cara al futuro puede ser una larga agonía frustrante para todos los militantes socialistas españoles, para la “puta base”, en palabras de mi buen amigo Anastasio Travieso.
Ha dicho José Bono: “El PSOE ha desdibujado tanto su mensaje y su imagen de partido nacional que sonroja”. Palabras que refleja la posición de un socialista castellano, y que no tiene en cuenta la realidad de Catalunya y Euskadi. Erre que erre, y más crisis para el Partido Socialista (Obrero) Español. Francisco Caamaño, gallego y exministro de Justicia: “Hay que empezar a hablar muy seriamente de la renovación”. Fue el sustituto de Mariano Fernández Bermejo, el que se fue de cacería con Baltazar Garzón y lo “cazó” la extrema derecha mediática. Es además el actual líder de los socialistas de La Coruña, y se ha enfrentado claramente contra el líder gallego, Patxi Vázquez.
Tomás Gómez, líder de los socialistas madrileños : “Habrá que hacer cambios profundos y serios”. José María Barreda, Partido Socialista de Castilla La Mancha : “No podemos estar en el fondo y seguir cavando”. Juan Fernando López Aguilar, europarlamentario :” Atravesamos la peor situación en 35 años”, aunque debió recibir un toque por dentro y al día siguiente dijo que “me voy a dejar la piel por Rubalcaba”. Más desconcierto todavía con JFLA. Por su parte José Griñán, presidente de Andalucía, líder del PSOE andaluz, dijo: “Andalucía tiene que hacerse oir dentro del PSOE”. Hay que tener en cuenta que la Federación Socialista de Andalucía es la más numerosa, más ahora con la crisis de los socialistas catalanes.
En el PSOE ahora mismo hay un canguelo de grandes proporciones, pero el Partido Popular también anda preocupado por el previsible desplome de los socialistas españoles a niveles del PASOK de Grecia, y el previsible surgimiento de una Syriza, y el éxito de Alternativa Galega de Esquerda (AGE) en sólo un par de meses de vida electoral, es un serio aviso que se podría extender a toda la geografía política española, incluida Canarias, que en eso anda ocupado Joaquín Sagaseta y otros dirigentes izquierdistas de las islas. El Partido Popular y la Monarquía juancarlista le está pidiendo al PSOE que preste un último servicio al sistema nacido de la fraudulenta transición, como lo hicieron los socialistas con la entrada de España en la OTAN, con el cambio de política con el pueblo saharaui, con meternos en una Europa neoliberal que hoy tiene pasando hambre y necesidades elementales a miles de trabajador@s españoles, a miles de jóvenes y ancianos.
Son los socialistas los que han realizado una política conservadora en muchos temas cuando el PP les ha metido miedo, los que no se han atrevido a poner en su sitio a la Iglesia Católica, y mucho menos a ponerle impuestos justos a las grandes fortunas, son los que han hecho una política españolista en Euskadi y Cataluña para poner en una situación complicada y hundir en el descrédito a socialistas catalanes y vascos, aplicando además junto al PP una Ley de Partidos que durante años ha desdibujado el panorama electoral del País Vasco. Para contentar a los todavía crédulos “progres” que se ilusionan con un cambio de rumbo del PSOE hacia posiciones realmente socialdemócratas, la dirección socialista de vez en cuando saca la canción del federalismo, y los socialistas catalanes y vascos se calman por un tiempo, sacan el disco de una política económica más progresista, y todos nos creemos la partitura casi sin mirar la letra ni escuchar la música. En esta hora, cuando ya se habla del posible despido de diez mil funcionarios canarios, cuando el paro crece de forma desbocada en nuestra tierra canaria mientras la banca gana dinero a mansalva, cuando cada vez son más los ciudadanos que se convencen que la crisis es una gran estafa, que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, incluida la clase media, el PSOE se ha convertido en una viga que mantiene una casa en ruina que se derrumba. Hasta que se les caiga encima.

martes, 23 de octubre de 2012

Aguas revueltas en el PSOE

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IGNACIO ESCOLAR

eldiario.es


José Bono: "El PSOE ha desdibujado tanto su mensaje y su imagen de partido nacional que sonroja". Francisco Caamaño: "Hay que empezar a hablar muy seriamente de la renovación". Juan Fernando López Aguilar: "Atravesamos la peor situación en 35 años". Tomás Gómez: "Habrá que hacer cambios profundos y serios". José María Barreda: "No podemos estar en el fondo del pozo y seguir cavando"… Las críticas en público son duras pero se quedan en nada comparadas con lo que, en privado, dicen muchos dirigentes socialistas sobre el desplome de su partido y sobre el liderazgo de Alfredo Pérez Rubalcaba, su secretario general. En las próximas horas es probable que aparezcan más voces, pero todo esto es un simple juego floral comparado con lo que está por llegar dentro de un mes. La verdadera amenaza para Rubalcaba no es ni Bono, ni Gómez, ni Barreda ni tampoco López Aguilar. A quien debería temer Rubalcaba es al barón andaluz, al presidente del partido, a Pepe Griñán.

Ayer lo anunció, a su manera, para el que quiera escuchar: "A partir de ahora se va a ver la presencia de Andalucía en el debate nacional". Es solo una primera advertencia; por ahora Griñán y los suyos van a esperar a que pasen las elecciones catalanas. Pero si se confirma lo que apuntan las encuestas y el PSC se desploma con porcentajes similares a los de Euskadi y Galicia –nada menos que un voto de cada tres–, el PSOE andaluz actuará: incluso puede pedir un congreso extraordinario, ante la extrema gravedad de la situación.

¿Está Carme Chacón detrás de estos movimientos de Griñán? Algunos en el PSOE creen que sí, aunque su entorno lo niega y desde Andalucía otros aseguran que Griñan va por libre, que quiere ser el secretario general, no tanto para ser el candidato a presidente del Gobierno sino para pilotar la transición: para controlar la situación hasta la convocatoria de unas primarias. Es el único dirigente socialista que puede presumir en estos tiempos de ganador –quedó segundo, pero pudo gobernar– y tiene detrás a la primera federación del PSOE: más de una cuarta parte de la militancia socialista está allí.

Mientras tanto, Rubalcaba y los suyos intentan parar la ola y frenar un debate que recorre todas las agrupaciones socialistas de norte a sur. Varias de las ejecutivas federales de las distintas autonomías están convocando de urgencia a sus miembros para analizar en los próximos días los resultados e intentar detener, al menos hasta que pasen las catalanas, esa imagen de pollos sin cabeza que ha dejado la doble derrota del domingo. Desde Ferraz han difundido este argumentario a sus dirigentes ante "el mal resultado electoral". ¿La solución? "Ir más deprisa y más a fondo en su labor de oposición", "hacer todos los cambios necesarios", "reflexionar sin excusas"… Unas intenciones excelentes a las que no ayuda que Rubalcaba esté desaparecido y aún no haya comparecido para explicar la situación.

martes, 16 de octubre de 2012

Los medios de información españoles y Chávez

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VICENÇ NAVARRO






Mark Weisbrot, uno de los analistas de la realidad internacional más conocidos y respetados en EEUU, acaba de escribir un artículo sobre Venezuela y sobre América Latina en el International Herald Tribune (10.10.12) que, como era de esperar, ha pasado desapercibido en los mayores medios de información españoles. En realidad, más que pasar desapercibido, ha sido ignorado porque los datos y la exposición de la realidad de aquel continente que presenta Weisbrot muestran los errores, manipulaciones y falta de objetividad que existen en los mayores medios de comunicación de España en sus reportajes sobre América Latina. En realidad, la práctica periodística de tales medios, en su cobertura de aquel continente, responde más al terreno de la propaganda política que al de la información equilibrada que intenta ser objetiva.

Según esta visión propagandística, Venezuela es una dictadura dirigida por el dictador Hugo Chávez que ha terminado con las libertades en aquel país. A esto se añade también que sus políticas han arruinado su economía. Esta interpretación de la realidad de Venezuela se repite constantemente en la mayoría de los medios españoles, tanto públicos como privados, y tanto escritos como orales. Raramente en tales medios se cita el nombre del Presidente de Venezuela, el Sr. Hugo Chávez, sin anteponerle el calificativo de “dictador”.

Ocultados por esta avalancha propagandística, hay algunos hechos elementales de fácil verificación. Y uno de ellos, como ha señalado Mark Weisbrot, es que la afirmación de que la libertad de prensa ya no existe o está limitada en Venezuela, o que las fuerzas opositoras encuentran dificultades para expresar su crítica al gobierno, carece de credibilidad. A la luz de los hechos, tales acusaciones no son sostenibles. Según la compañía Nielsen Media Research International (una de las compañías, basada en EEUU, de mayor experiencia en el análisis de los medios de información, tanto de EEUU como del mundo) la gran mayoría de canales de televisión en Venezuela son privados, pertenecientes a empresas mediáticas que expresan gran hostilidad hacia el gobierno Chávez. En realidad, la televisión pública -instrumentalizada por el gobierno venezolano- cubre sólo el 5,9% de la audiencia venezolana. Un tanto igual ocurre en la prensa escrita, en la que la mayoría de rotativos, incluyendo los que tienen mayor difusión, como El Nacional, El Universal y otros, son privados, pertenecientes a grupos económicos nacionales e internacionales. Todos ellos son claramente hostiles al gobierno Chávez. Algo semejante ocurre con la radio, donde sólo el 14% es de propiedad pública. La gran mayoría es privada, y es también contraria al gobierno. La oposición controla pues la gran mayoría de medios de información de Venezuela. No es cierto, por lo tanto, que haya falta de fórums para los partidos o movimientos sociales que se oponen al gobierno Chávez. Antes al contrario, los datos muestran que el dominio de los medios está en manos de la oposición.

En realidad, la concentración de los medios y de su propiedad es un fenómeno alarmante para la democracia venezolana (y para la española). Y es previsible que cualquier intento de diversificar la oferta mediática (controlada hoy por grupos económicos) por parte de las autoridades públicas para asegurar una mayor diversidad, genere resistencia sustentada bajo la premisa de defender la “libertad de prensa”. Esto es lo que está ocurriendo en la mayoría de países de América Latina con gobiernos progresistas. En todos ellos hay un conflicto con los conglomerados mediáticos. Mientras, hay que señalar que hay más medios de información venezolanos que critican al jefe del Estado en Venezuela que medios de información españoles que critiquen al jefe del Estado en España. Y hay muchísimos más medios de derecha en Venezuela que medios de izquierda en España. En realidad, en España, con la desaparición del diario escrito Público, no hay ni un rotativo de izquierdas. ¿Dónde hay, pues, más “libertad de prensa”?

La falta de diversidad de los medios españoles y sus consecuencias

Es precisamente la limitada libertad de prensa en España lo que explica que la visión de América Latina entre la población española sea tan sesgada. Los medios españoles, instrumentalizados los privados por grupos económicos y los públicos por los partidos gobernantes, proyectaron sus deseos al informar que el Presidente Chávez perdería las elecciones. En realidad, todas las encuestas fiables mostraban que Chávez ganaría por amplia mayoría, como así fue (ver David Rosnick Adjusting for Polling Biases in Venezuela’s 2012 Presidential Election. Octubre 2012), en unas elecciones limpias, tal como reconoció el candidato opositor. La victoria del candidato Chávez fue contundente (55% versus el 44,2% para su adversario, con un 81% de participación electoral), en uno de los sistemas electorales más democráticos de América Latina. Como ha indicado el Centro del ex presidente Carter de EEUU (que evalúa y supervisa las elecciones en varias partes del mundo), las elecciones en Venezuela han sido limpias y reflejan justamente el sentir popular. Cito directamente del informe del Centro Carter: “Aunque algunos criticarán los resultados que dieron a Chávez la victoria, nuestra observación nos permite concluir, sin lugar a dudas, que Chávez venció las elecciones justamente y sin artimañas. En realidad de todas las elecciones que hemos supervisado, las elecciones venezolanas son las mejores del mundo. Los venezolanos tienen un excelente sistema electoral…” (citado en Keane Bhatt, “A Hall of Shame for Venezuelan Elections Coverage. North American Congress in Latin America News Analysis”)

¿Qué ocurre en Venezuela?

La popularidad del Presidente Chávez se debe a que dio prioridad en sus políticas públicas a atender las necesidades de las clases populares, con especial atención a los sectores más vulnerables. Según el Gabinete de Estudios de América Latina del Center for Economic and Policy Research (CEPR), la pobreza en aquel país ha descendido durante el mandato de Chávez un 50% (y la pobreza extrema un 70%), un hecho único en América Latina. Tales datos han sido también documentados por la conocida publicación del mundo empresarial de EEUU, la Bloomberg BusinessWeek, que en un informe sobre Latinoamérica concluye: “Bajo Chávez, la pobreza pasó de representar el 50% de la población cuando ganó sus primeras elecciones, a un 31,6% en 2011. Y la pobreza extrema pasó de un 20% a un 8,5% durante el mismo periodo. Venezuela tiene el nivel de desigualdades más bajo de América Latina y el Caribe, según las Naciones Unidas” (07.10.12). (Es importante señalar, por cierto, que debido a la protesta de varios empresarios estadounidenses, tal conclusión fue eliminada del informe, tras haberse ya publicado).

Sin lugar a dudas, el gobierno Chávez ha sido uno de los que ha tenido mayor sensibilidad social en América Latina. Además de la notable disminución de la pobreza, ha llevado a cabo campañas de alfabetización y escolarización masivas, que han doblado su cobertura durante el mismo periodo antes citado, cuadriplicando, además, la cobertura del sistema de pensiones públicas. Semejante expansión ha ocurrido con el sistema público sanitario, alcanzando a sectores de la población que no habían visto un médico en su vida. Y ha priorizado últimamente un programa sumamente popular, el de construcción masiva de vivienda pública. Todos estos hechos explican su popularidad.

Y este desarrollo social se ha realizado junto con unas políticas económicas que han activado el crecimiento. Un dato resume el éxito de sus políticas económicas. Desde el año 1980 hasta 1998, periodo durante el cual los gobiernos de Venezuela aplicaron políticas de claro corte neoliberal, el PIB per capita cayó un 14%. Desde 2004, cuando el Presidente Chávez tomó el control de la producción de petróleo en su país, el PIB per capita ha crecido un 2,5% cada año en promedio. Como bien subraya Mark Weisbrott, el supuesto “colapso de la economía venezolana” ha sido una de las predicciones más frecuentes en los medios de información españoles hostiles al gobierno Chávez. En realidad, las tasas de crecimiento económico de Venezuela (4,2% del PIB en 2011 y 5,6% en 2012) han sido mucho mayores que las españolas (Un caso abusivo de desinformación sobre América Latina y sobre Venezuela son los artículos de Moisés Naím en El País, que ha estado prediciendo el colapso de la economía venezolana año tras año. Tal rotativo no ha informado de que dicho columnista fue miembro del gobierno venezolano y del Banco Central Venezolano que aplicó las políticas económicas y financieras neoliberales responsables del descenso de la capacidad adquisitiva de las clases populares de aquel país, tal como he citado anteriormente, y que el gobierno Chávez ha revertido).

El daño que hace la falta de pluralidad de los medios en España

La falta de diversidad mediática es uno de los mayores problemas que tiene la democracia española. Su cobertura de la realidad de América Latina en general y de Venezuela en particular es sesgada en extremo, alcanzando niveles bochornosos. Lo que hace no es informar, sino hacer propaganda profundamente conservadora, hostil hacia los partidos y movimientos progresistas, y en defensa a ultranza del neoliberalismo económico, cuya aplicación en Latinoamérica en los años noventa condujo a uno de los periodos en la historia reciente de aquel continente con mayor ineficiencia económica, mayor crecimiento de las desigualdades y mayor pobreza. Tal ideología está bien representada por los escritos de Mario Vargas Llosa, el premio Nobel de Literatura, que escribe habitualmente en El País, y que parece configurar la interpretación que tal rotativo presenta sobre aquel continente. Es la opinión de la ultraderecha neoliberal, que en EEUU representa el Tea Party, y que en España representa la que fue hasta hace poco Presidenta de la Comunidad de Madrid, la Sra. Esperanza Aguirre, de la cual Mario Vargas Llosa es profundo admirador, habiendo incluso indicado que si la Sra. Aguirre fuera la que gobernara en España (la pesadilla de millones de españoles), España no estaría en la crisis en la que se encuentra. Ésta es la versión de la realidad, tanto de España como de América Latina, que se presenta en la mayoría de los medios de mayor difusión, a los que se atribuye una objetividad y equilibrio inexistentes en sus reportajes.

Ni que decir tiene que la crítica al gobierno Chávez es necesaria en las áreas en las que aquel gobierno es mejorable. El excesivo presidencialismo es una de ellas. Pero la misma prensa que critica a Chávez por ello, permanece silenciosa en relación al abusivo presidencialismo de los sucesivos gobiernos españoles. Algo parecido ocurre con la violencia en Venezuela, presentada errónea y maliciosamente como el país con mayor cantidad de homicidios de América Latina. Tal violencia, común en muchos países de América Latina, es denunciable. Pero los medios súper críticos con el gobierno Chávez han permanecido en un silencio ensordecedor frente a la enorme violencia de Honduras, el país más violento de América Latina, con el agravante de que gran parte de tal violencia es política (lo cual no es el caso de Venezuela, cuya violencia es por delitos comunes), como consecuencia de una brutal represión por parte del gobierno hondureño, cuyo partido pertenece, por cierto, a la misma Internacional Liberal que el partido gobernante en Catalunya, Convergencia Democrática, sin que este partido catalán haya protestado por tal represión.

Otro silencio ensordecedor aparece en la crítica de la alianza del gobierno Chávez con el sistema dictatorial de Irán. No tengo ninguna simpatía por tal régimen. Antes al contrario. Pero la política (que considero desacertada) de que el adversario de tu adversario es tu amigo, lleva a unas alianzas en la ­­­­­­­­­geopolítica que determinan unos apoyos frecuentemente cuestionables. La crítica a esta alianza Venezuela-Irán por parte de los citados medios pierde credibilidad, sin embargo, cuando se compara con su silencio respecto a las alianzas tanto de EEUU como de la Unión Europea con el Estado de Israel, a pesar de los horrores y brutalidades documentadas que se están realizando en contra del pueblo palestino por parte de aquel Estado.

Los costes para España de tener tales medios de información y persuasión

El comportamiento tan sesgado de los medios españoles sobre Venezuela y sobre América Latina está perjudicando enormemente a la comprensión de lo que ocurre en aquel continente. Tales medios intentan dividir los gobiernos entre buenos (Lula) y malos (Chávez) creando divisiones falsas que no ayudan a entender lo que ocurre. En realidad, Lula apoyó a Chávez, indicando que “una victoria de Chávez será una victoria no sólo para el pueblo de Venezuela, sino también una victoria para todos los pueblos de Latinoamérica”. Hoy, al periodo neoliberal de los años ochenta y noventa le ha sucedido uno con una larga lista de gobiernos de izquierda que intentan transformar profundamente sus sociedades a partir de procesos democráticos que exigen un cambio muy notable de las relaciones de poder controladas por grupos económicos y mediáticos que se resisten a tales cambios. Todos estos gobiernos (Rafael Correa en Ecuador, Luiz Inácio Lula da Silva y ahora Dilma Rousseff en Brasil, Evo Morales en Bolivia, José Mújica en Uruguay, Cristina Fernández en Argentina, y otros) están intentando democratizar sus sociedades, lo que implica un cuestionamiento de la monopolización de la información en los medios, lo cual explica su “mala prensa”. El día que España tenga un gobierno que sea de izquierdas e intente semejante democratización, veremos también su “demonización”.

viernes, 12 de octubre de 2012

La enfermiza obsesión de Vargas Llosa contra Chávez

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LUIS MATIAS LOPEZ


Público


Mario Vargas Llosa, un buen escritor galardonado con el premio Nobel, ha obtenido con sus novelas el reconocimiento general. Cosa muy distinta, sin embargo, es que merezca un crédito similar como analista político. En este otro papel ya no resulta ni brillante ni equilibrado ni objetivo. Antes al contrario, hace gala de un sectarismo incompatible con la finura en la descripción de personajes y situaciones, o con la sobresaliente capacidad para escarbar en lo más profundo de la naturaleza humana que le permitieron firmar obras esenciales del ‘boom’ de la literatura latinoamericana. El último ejemplo es su postura ante las elecciones en Venezuela. Podría haberse limitado ser un patriarca de las letras, respetado por todos, pero ya sea por mesianismo, convicción radical o porque se ha embutido unas orejeras que solo le permiten mirar en una dirección, se ha convertido en un patético paladín de lo que él llama liberalismo, pero que recuerda a la derecha de toda la vida.

En este su segundo y hoy más activo papel cae a veces en la incongruencia. Un caso notable es el de la inquina hacia el fundador de Wikileaks, Julian Assange, tal vez porque buscó la protección de una de sus ‘bestias negras’, el presidente ecuatoriano Salvador Correa. El escritor acusa al ‘hacker’ australiano que hizo públicos centenares de miles de documentos confidenciales del Gobierno norteamericano de dinamitar la legalidad y degradar y desnaturalizar la libertad. Se nota que no ha caído en la cuenta de que la idea de que “no hay que confundir la libertad con el libertinaje” tiene en España una connotación que retrotrae a los tiempos del franquismo.

Para ser un liberal confeso, resulta sorprendente que ponga tanto el énfasis en el peligro que han podido correr algunas fuentes de información de las embajadas cuando se han hecho públicos sus nombres, o que defienda con fervor el derecho de los gobiernos al secreto de sus comunicaciones, sin ni siquiera recordar que algunos de estos secretos son inconfesables y que hacerlos públicos podría considerarse también un servicio público. No menos pasmoso es que, salvando las distancias (que son enormes), no aprecie ninguna similitud entre la situación de Assange y la peripecia vital de Roger Casement, protagonista de su obra ‘El sueño del celta’. Éste denunció las atrocidades genocidas cometidas en Perú y el Congo, cuando gran parte del país africano era propiedad personal del rey de los belgas Leopoldo. Por hacerlo fue perseguido y difamado, se revelaron sus vicios ocultos y, finalmente, terminó en el patíbulo como reo de alta traición por su apoyo al nacionalismo irlandés.

En sus amores y sus odios, Vargas Llosa es visceral. No busca ni el equilibrio ni la objetividad, lo que a la postre quita eficacia a su mensaje, incapaz de convencer a nadie que no esté convencido de antemano. Así, ha rozado el ridículo con el panegírico dedicado a Esperanza Aguirre cuando ésta anunció su retirada de la política: Juana de Arco del liberalismo; una pena que no llegase a presidenta porque, con ella en La Moncloa, España jamás se habría visto sumida en esta crisis; una dirigente con un enorme respeto por el trabajo creativo. Ahí queda eso, para escándalo o regocijo sarcástico del reguero de víctimas que la ‘lideresa’ ha ido dejando por el camino, como muestra de su ‘tolerancia’ con los discrepantes y su ‘aprecio’ por libertad de expresión.

Y es que Aguirre tiene otra gran ‘virtud’, que abomina del régimen cubano, como otro de los ídolos de Vargas, Rosa Díez, la líder de UPyD, a la que pido desde ya disculpas por situarla, aunque sin pretender compararlas, en la misma frase que a la ex presidenta de la Comunidad de Madrid. El escritor hispano-peruano aprecia que ninguna de ellas caiga en la “aberración ideológica” que supone que el régimen castrista conserve aún cierta legitimidad moral entre algunos sectores de la izquierda.

Pero si hay un caso en el que la fobia y el rechazo visceral del autor de la extraordinaria ‘Conversación en la catedral’ se muestran de forma más brutal y descarnada es en el de Venezuela, de cuyo régimen -y sobre todo de su presidente- abomina, y no sólo porque sea el principal apoyo político y económico de Cuba. El artículo (difundido entre otros medios por EL PAÍS) en el que mostraba su respaldo a Henrique Capriles, algo a lo que por otra parte tenía perfecto derecho, era una colección de disparates que le han dejado en evidencia. Daba por cierto que el candidato opositor triunfaría por un amplio margen y se mostraba convencido de que, si la ventaja no era demasiado clara, Chávez manipularía los resultados para seguir en el poder de forma fraudulenta. Según él, los pistoleros afines al régimen se preparaban para violentar con las armas la voluntad democrática del pueblo venezolano.

Los más de nueve puntos de ventaja con los que el presidente ha sido reelegido, y el reconocimiento de su derrota por el mismo Capriles, que no ha cuestionado la legitimidad del proceso, dejan en ridículo y sin argumentos a Vargas Llosa. El socialismo bolivariano de Chávez, deslavazado con frecuencia en su expresión pero coherente en su ejecución, disgusta a muchos Gobiernos, empezando por el de EE UU, y a buena parte de sus compatriotas (el 44% que ha votado a Capriles).

Dentro de un marco de libre debate, se le pueden discutir sus logros y magnificar sus fracasos. Sin embargo, tachar a este inclasificable populista de constituir “la mayor amenaza” a la democratización y la modernización en América Latina, o acusarle de haber destruido la libertad y la convivencia pacífica de los venezolanos, pese a que es presidente por la fuerza de los votos, es ir demasiado lejos, incluso para un ‘apóstol del liberalismo’. Ignorar, como hace el escritor, los resultados espectaculares de la gestión de Chávez en empleo, educación, sanidad, aumento de la renta por habitante o reducción de la pobreza resulta cuando menos tan absurdo como no reconocer su fracaso en la lucha contra la extendida corrupción y la aterradora y creciente inseguridad ciudadana. La falta de equilibrio, de sopesar pros y contras es lo que descalifica a Vargas Llosa.

El escritor desliga a Capriles de cualquier parentesco con la vieja clase política que llevó a la ruina y al caos a Perú, Colombia o la propia Venezuela, donde Chávez la enterró, pero sus argumentos parecen un intento de resucitarla. En un acto de fe, que no de análisis objetivo, da por seguro que, más pronto que tarde, el candidato opositor sucederá al presidente. Una de dos: porque le gane en las urnas la próxima vez, o porque el cáncer que padece le mate o le obligue a renunciar al cargo, algo que considera muy probable. “¿Alguien puede dudar”, se pregunta, “de que si ese fuere el caso [y ante la ausencia de un heredero claro], Capriles se impondría con un porcentaje todavía mucho mayor que en éstas?”.

Remachaba así que, antes de los comicios, no albergaba dudas ni de la derrota de Chávez, ni de que en cualquier caso se aferraría al poder. Como profeta no tiene precio. Los hechos le han quitado la razón de forma brutal. Es el riesgo de escribir con las tripas, de dejarse llevar por lo que, si no es fanatismo, se le parece mucho. Algo que no se podría disculpar pero sí entender en un mal político, pero nunca en un intelectual que se precie, o en un gran escritor. Zapatero a tus zapatos.

jueves, 11 de octubre de 2012

La crisis de legitimidad del Estado español: causas y consecuencias

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VICENÇ NAVARRO






Cuando volví del exilio me encontré con un establishment profundamente conservador que gobernaba España, que estaba inmerso en una enorme complacencia, traducida en aquella famosa frase del presidente Aznar de que “España va bien”, a la cual se añadía la frase del entonces presidente Pujol (representante del establishment catalán), de que “Catalunya va incluso mejor”. Soy hombre de datos, y me paso la mayoría de mi trabajo mirando y analizando datos económicos, políticos y sociales de los países en los que vivo y de otros que asesoro. Y los datos que yo veía no mostraban ni que España estuviera bien ni que Catalunya estuviera mejor. En realidad, España iba mal y Catalunya iba incluso peor.

Ello motivó que escribiera el libro Bienestar Insuficiente, Democracia Incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país que, al recibir el Premio Anagrama de Ensayo, hizo que se conociera extensamente en círculos políticos y mediáticos de España. Recibí bastante abuso, sin embargo, no sólo, como era predecible, por parte de las derechas, sino también por parte de algunos protagonistas de la Transición de la dictadura a la democracia, que se consideraron personalmente molestos, pues en mi libro señalaba que este proceso de Transición, en lugar de ser modélico, había sido profundamente inmodélico, pues el producto que había producido –la democracia y el Estado del Bienestar- eran claramente limitados e insuficientes. La Transición había ocurrido bajo el dominio de las fuerzas conservadoras que controlaban el aparato del Estado y la mayoría de los medios. Y tales fuerzas continuaron teniendo una gran influencia en las instituciones, no sólo económicas y financieras, sino también políticas y mediáticas, lo cual explicaba el enorme retraso social de España (todavía hoy, treinta y cuatro años después, tiene el gasto público social por habitante más bajo de la UE-15) y la no resolución del carácter plurinacional del Estado español (llegando incluso al extremo que se asignaba al Ejército bajo la dirección del Rey, la función de garantizar la unidad de España, transformando tal aparato del Estado en un aparato de seguridad interna).

He documentado extensamente las consecuencias negativas de tal dominio conservador sobre la España Social en mi libro, El Subdesarrollo social de España. Causas y Consecuencias. No hay lugar a duda que este subdesarrollo social se debe a este dominio conservador en las instituciones del Estado. La evidencia es abrumadora. Ni que decir tiene que la socialdemocracia española corrigió parte del retraso social de España, pero su vocación reformadora, activa en muchos sectores sociales, fue profundamente moderada en las áreas de política económica y fiscal. Y en la reforma del Estado, su federalismo se quedó a nivel narrativo, sin ningún intento de desarrollarlo.

Los hechos que están ocurriendo ahora en España demuestran la falta de sensibilidad social del Estado español y la nula evolución en el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado, tal como yo había predicho y denunciado en mis escritos a la vuelta del exilio. Hoy, a lo largo del territorio español, hay protestas día tras día en contra de las políticas de austeridad llevadas a cabo por el Estado español, que están empobreciendo todavía más a la España Social. Nunca antes desde la Transición se había visto tanta agitación social como ahora. Y en Catalunya, nunca antes el desapego de la mayoría de la población con el establishment español, basado en Madrid, había alcanzado niveles tan elevados. Las profundas crisis financieras y económicas han generado una profunda crisis política. Y todas ellas responden a la misma causa: el enorme dominio de las fuerzas conservadoras sobre el aparato del Estado.

La crisis de legitimidad de las instituciones del Estado

Estamos hoy viendo un creciente malestar, tanto en España como en Catalunya (donde se añade al tema social el tema nacional), que está cuestionando la viabilidad del sistema político fruto de la Transición. Como era de esperar, las fuerzas conservadoras, incluyendo las derechas (aunque también se incluyen voces importantes de las izquierdas), están tomando la Constitución (que sintetizó el desequilibrio de fuerzas durante la Transición) como el texto sagrado que hay que respetar. Es lógico que los movimientos de protesta anti-establishment consideren tal Constitución como una camisa de fuerza que obstaculiza los necesarios cambios que deben realizarse para resolver tanto el problema social como el problema nacional. Las encuestas señalan que la mayoría de la ciudadanía cuestiona la representatividad de las instituciones del Estado, percibiendo tal Estado como una componenda de las élites que dominan los dos partidos mayoritarios, influenciados por poderes financieros y económicos que están imponiendo políticas que nadie ha aprobado en el proceso electoral. De ahí su enorme crisis de legitimidad, que tales élites todavía no han percibido o entendido. Y es lógico y muestra de salud democrática que tales movimientos antiestablishments quieran cambios.

La oposición por parte de las élites gobernantes y de los grupos de presión a estos cambios (cambios que las encuestas muestran que son deseadas por la mayoría de la población) refleja una postura profundamente antidemocrática. Tal oposición también muestra la falta de credibilidad de los argumentos que se han estado utilizando por el establishment español, basado en Madrid, durante todos estos años. Solo hace unos meses se impusieron cambios de la Constitución, como el Pacto Fiscal (que prohíbe al Estado español tener déficit público) y que condenan al país a continuar a la cola de la Europa Social, sin que la ciudadanía haya tenido ninguna voz en tales medidas. Y todo ello se hizo porque el capital financiero (europeo y español) así lo dictó a tales élites gobernantes.

Y ahora, las mismas élites niegan que pueda tocarse la misma Constitución alertando que el Ejército pueda intervenir si se intenta hacer realidad lo que en teoría dicen que se acepta, la plurinacionalidad del Estado español. Si se considera a Catalunya como una nación (como la narrativa oficial insinúa, llamándola nacionalidad) ¿cómo puede entonces negarse al pueblo de una nación que se exprese sobre su propio futuro? La unión en un país tiene que basarse en un acto voluntario, no forzado. La unión actual está garantizada por la fuerza del mismo Ejército que muchos consideran heredero del golpista de 1936. ¿Cómo se puede defender esta situación, garantizada por las Fuerzas Armadas, según la cual éstas son las que deben defender tal unión? Se equivoca Jorge Martínez Reverte cuando en su artículo “No habrá más Cu-cuts”, El País (08.10.12), define a las Fuerzas Armadas como las continuadoras de aquellos sectores militares que en un momento histórico –dice él- defendieron la legalidad republicana. Todos los indicadores muestran lo contrario. Las amenazas procedentes de estamentos militares (sin ninguna corrección o sanción por parte del gobierno Rajoy) a los movimientos que piden el poder de decisión de la población en Catalunya, muestran que poco se ha cambiado de su prepotencia y nula sensibilidad democrática. Y esta vez, el golpe militar, si es que ocurriera, se presentaría en defensa de la Constitución que, en realidad, solidificó su dominio.

Creerse que la Constitución refleja la libre voluntad de los españoles es ignorar el deseo existente entre la población, en aquel periodo, de terminar con la dictadura, al coste que fuera. Pero las nuevas generaciones, educadas en un mayor nivel de exigencia democrática, no ven la Constitución y la estructura de poder que refleja, con los mismos ojos que sus antecesores. Éstos últimos, al votar la Constitución, mostraron su hartazgo con la dictadura. La agitación social actual a lo largo del territorio español, muestra hoy el hartazgo hacia el establishment español, basado en Madrid, y su Constitución, que perciben que no responde a sus necesidades.

Los indicadores de la insensibilidad democrática

Se me ha dicho miles de veces por los defensores de la Constitución, que el Rey, jefe de las Fuerzas Armadas, está sujeto al mandato popular. Si ello fuera así, ¿por qué entonces se amenaza con la intervención militar, tal como se afirma cuando se subraya con toda contundencia que Catalunya nunca podría conseguir su independencia? Algunas voces (algunas sutiles, otras bien claras), están amenazando con la utilización de la fuerza. No soy independentista, pero como demócrata defenderé siempre el derecho de la población que vive y trabaja en Catalunya de decidir, incluso para alcanzar su independencia. Si el pueblo catalán votara en unas elecciones democráticas (que deberían incluir la defensa de todas las opciones en sus medios públicos, lo cual no está ocurriendo ahora) con amplia mayoría, por su independencia, oponerse a ello por la fuerza sería un golpe antidemocrático, se hiciera como se hiciera, incluso si se hiciera legalmente. La ley refleja y sintetiza siempre unas relaciones de poder. Y estas relaciones pueden y deben cuestionarse si son antidemocráticas.

El miedo a la democracia explica la oposición, también antidemocrática, de que haya un referéndum en que la población catalana escoja su destino (o que haya un referéndum en España para que se permita a la población que diga su parecer sobre las políticas llevadas a cabo por el gobierno central -o por la Generalitat de Catalunya- sin que tuvieran el mandato para que las hicieran). Yo intentaré convencer a mis compatriotas catalanes que no voten por la independencia (aunque tengo que admitir que la continua resistencia a tener este referéndum por parte de las izquierdas españolas, está debilitando mi compromiso a adoptar tal postura). ¿Cómo puede el establishment español, basado en Madrid, acusar de victimismo a las fuerzas políticas catalanas cuando se les niega el poder de decisión, como consta, entre estos hechos, en la referencia a las Fuerzas Armadas como garantes de tal unión? ¿Es que no se acuerdan de que las Fuerzas Armadas fueron las que brutalmente ocuparon Catalunya, prohibiendo la expresión de su identidad? Deben darse cuenta de que la resistencia a que la población catalana exprese su deseo la está radicalizando. Si se hubiera aprobado el Estatuto aprobado por el Parlament de Catalunya no estaríamos ahora donde estamos. Si continúa negándose ahora el referéndum, serán ellos los responsables de unos años de enormes tensiones.

Dos últimas observaciones. Durante años y años, el Sr. José Bono fue uno de los personajes del establishment español, basado en Madrid, que constantemente se opuso a las peticiones catalanas de que se corrigieran las injusticias que el Estado español estaba perpetrando contra Catalunya. El Sr. Bono continuamente desmereció y trivializó tales peticiones definiéndolas como fruto del “victimismo” que caracterizaba –decía él- al nacionalismo catalán (olvidando, por cierto, que eran las izquierdas catalanas las que con mayor contundencia hicieron tales peticiones). Y como el Sr. Bono, miles y miles de voces del establishment español. Pues bien, ahora, por fin, el Sr. Bono ha admitido que estaba él equivocado. En sus memorias señala que fue un error el establecimiento del “café para todos”, pues “era legítima y justa la demanda de los catalanes”. Por mera coherencia, sería necesario que el Sr. Bono, que es profundamente católico, pidiera perdón por haber contribuido tanto a crear en España una imagen falsa de Catalunya.

La otra observación es a los movimientos de protesta, tanto en Catalunya como en España. A los primeros, de carácter independentista, les aconsejaría que se dieran cuenta de que su hartazgo hacia el establishment español, basado en Madrid, es ampliamente compartido en España. Y aunque las soluciones son distintas, comparten intereses y objetivos con las protestas españolas, por lo que sería un enorme error caer en antagonismos, pues estos movimientos españoles –la génesis de una nueva España- serán de una enorme importancia para el futuro de Catalunya. Sin complicidades con fuerzas españolas, su labor será mucho más difícil. De ahí que deberían denunciar los insultos a la población española, como los presentes en el artículo del dirigente independentista Alfons López Tena, escrito en Público (“El rey felón”, 19.10.2012), que ofendía a la población española, expresando, además, una enorme ignorancia. Acusó nada menos que al presidente de la República Española Manuel Azaña de haber dicho que a Barcelona se la tenía que bombardear cada cincuenta años. En realidad, fue el General Espartero el autor de la frase que López Tena maliciosamente atribuye al presidente Azaña, el cual precisamente criticó al general Espartero por tal declaración. Tal personaje ignora que Manuel Azaña, presidente de la República, defendió la autodeterminación del pueblo catalán. Y es más, añadió que en caso de que fuera la decisión de separarse de España, él deseaba que continuaran los dos Estados siendo amigos y valorando su pasado común. El comportamiento de este personaje, López Tena (la caverna catalana, es la más semejante que existe a la caverna española), debería denunciarse, y especialmente, por los propios independentistas, pues tienen que darse cuenta de que con españoles como Azaña, Catalunya no habría tenido tantos problemas como ha tenido. Catalunya necesita aliados, que existen en España, en contra de lo que, manipuladamente, se está informando y afirmando en Catalunya en sectores independentistas. Todos los que queremos cambiar Catalunya y España necesitamos aunar nuestros esfuerzos, pues sin la mayoría de la población, a los dos lados del Ebro, no se podrá cambiar lo que se tenía que haber cambiado en el momento de la Transición.

La farsa política

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LUIS GARCÍA MONTERO


Público





Es desolador oír hablar a los políticos del descrédito de la política. Asombra escuchar a Carlos Floriano, vicesecretario de Organización del PP, justificar la situación de descontento y desprecio social ante las instituciones por el malestar que han provocado siempre los gobiernos socialistas. También asombran las opiniones, aunque más matizadas, de Oscar López, secretario de Organización del PSOE. El trabajo de los diputados se mira hoy en España con malos ojos por culpa del PP y de sus medidas económicas. Parece que el traje de portavoz de un partido, sea vicesecretario o secretario de Organización, implica la farsa, las consideraciones de trazo grueso y el uso de ideas chillonas, de corte fácil y manga ancha, para denigrar al contrario y salvar las propias responsabilidades. La política española tiene hoy muy poco fondo de armario.

Una de mis mayores sorpresas de los últimos meses ha sido conocer en persona a Esteban González Pons, antiguo vicesecretario general de Comunicación del PP. Confieso que me había descompuesto muchas veces delante de un televisor mientras escuchaba al señor Pons, maestro en dar titulares y usar la demagogia más burda para opinar sobre España, Zapatero, los vascos, los catalanes, Europa y los mercados. Uno le toma manía a cierto tipo de gente y yo tardé poco en tomarle manía a Pons. Este verano coincidí con él en un curso sobre medios de comunicación y justicia organizado por la Universidad de Jaén y la Fundación de Baltasar Garzón. Fue una verdadera sorpresa oírlo hablar, defender con inteligencia sus ideas y discrepar con otros participantes de forma respetuosa. Seguía sin estar de acuerdo con él, pero no me transmitió malestar físico ninguno. Sólo preocupaciones ideológicas.

Esteban González Pons como persona es mucho mejor que como vicesecretario general de Organización del PP. Supongo que pasará lo mismo con Carlos Floriano. Cuento esta anécdota porque creo que el malestar que provoca hoy la política española tiene que ver con la distancia entre la persona y el papel de vicesecretario.

¿A qué juega un político? ¿Qué disfraz utiliza? Durante años las cúpulas del PP y del PSOE se han apoyado mutuamente a través de los insultos. En algunas ocasiones ha sido necesario invocar la responsabilidad nacional para ponerse de acuerdos en una política neoliberal al servicio de los poderes financieros. Así ocurrió al final de la legislatura de Zapatero cuando en pocos días se cambió la Constitución en nombre del control del déficit. Se señaló un camino: el desarrollo cada vez menos social de nuestra convivencia bajo unas reglas cada vez más mercantilistas. Pero la verdadera colaboración entre los dos partidos mayoritarios se ha establecido por lo general a través del insulto. Echándose la culpa de todo entre ellos, dividiendo a la nación entre el odio a Gónzalez y Aznar, o entre Zapatero y Rajoy, han instalado el bipartidismo con la ayuda inestimable de una ley electoral manipuladora. Sus estrategias se fundaron en la capacidad de generar reacciones furiosas contra el adversario: o tú o yo, o blanco o negro. Bajo esa tormenta mediática, los dos partidos han cultivado la misma mentalidad a la hora de confundir la eficacia con las privatizaciones, la seriedad con el beneplácito del banco de Santander, la modernidad con la degradación de las condiciones laborales y Europa con la avaricia del capitalismo.

La labor del los vicesecretarios o secretarios de comunicación, organización y comunión ha servido para levantar chistes, rencores y culpas contra el adversario, convirtiéndolo en enemigo de la sociedad. Los ciudadanos fueron cortados por la mitad con un centro basculante. Más que en los valores, se ha confiado la política al rencor y al miedo. El problema que ahora vivimos, dentro de una crisis de sistema y muy grave, es que resulta difícil mantener en pie los diques bipartidistas del furor. Las situaciones extremas apuran los tiempos de la farsa e impiden la verosimilitud del argumento. Cuesta trabajo creer al señor Rubalcaba cuando critica a Rajoy por hacer lo mismo que él hizo hasta que perdió las elecciones. Cuesta trabajo creer a Rajoy cuando habla de la herencia recibida. Son demasiado recientes sus mentiras electorales, sus descalificaciones demagógicas a Zapatero y la promesa de que todo iba a resolverse con su presencia en el Palacio de la Moncloa y en los teatros de Bruselas. Los ciudadanos asisten al espectáculo de la inutilidad, de la impotencia, del vacío. Ya no encuentran protección en la política. Se sientan abandonados en las garras de los especuladores.

Rotos los diques del rencor, ahora el malestar se generaliza. Los culpables no son los unos o los otros, sino todos a la vez. El malestar incuba la indignación y los dos partidos, PSOE y PP, están a punto de encontrarse en medio del país furioso que ellos mismos han ayudado a crear con tanto empeño. El desprecio de la política es uno de los síntomas más inquietantes, porque siempre fue el recurso preferido por las opciones antidemocráticas. Por eso conviene buscar en la política el remedio contra el descrédito de los políticos. Hace falta una nueva ilusión, un camino no basado en el rencor, sino en la esperanza. La política, esa zona devastada, debe salirse de la farsa, volver a repoblar con personas las instituciones y encargar al sastre un nuevo traje para los secretarios o vicesecretarios de Organización. Que dar una rueda de prensa no signifique actuar de demagogo por oficio. Que ponerse ante un micrófono no suponga ser peores personas de lo que realmente somos. Que mentir no valga la pena.

Españolizar catalanes

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RAQUEL SANCHO
La Vanguardia



El señor Wert no sé a qué enseñanza se refiere cuando afirma que en las escuelas se oculta la relación histórica entre España y Catalunya. Yo fui a un colegio público de Barcelona donde nos impartieron clases de historia en catalán y no supuso una barrera para conocer los hechos acontecidos en el país. Nos hablaban de la Guerra Civil, del periodo franquista y de la transición democrática como en cualquier otro lugar. Con la enseñanza justa y neutral, el alumno decidía y decide cómo sentirse y posicionarse.

Ahora, los que se sienten catalanes no quieren españolizarse porque muchos de los que se sienten españoles ya se han encargado de marginarnos, discriminarnos e incluso odiarnos. Resulta que sentirnos catalanes se ha convertido en nuestra arma de rebeldía y de defensa. Mi pregunta es si las escuelas españolizadas de Wert ocultarán el poder y patrimonio de Catalunya.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Felipe González, paradigma del cambio ideológico-crematístico

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PEDRO COSTA MORATA*

Público



La historia de España dedicará numerosas y –seguramente– elogiosas palabras a Felipe González, presidente socialista del Gobierno entre 1982 y 1996, pero los historiadores del socialismo español tendrán que ser más finos y rigurosos y es de suponer que sea su inmensa capacidad de cambio lo que centre estos análisis, ya que en su caso el castizo “de sabios es cambiar” alcanza categoría cuasi científica. Felipe González (FG) nos ofrece un ejemplo singular de transmutación ideológica a más y más conservador, hasta haberse integrado en el grupo de privilegiados por el capitalismo internacional. Digamos que, si bien fue el marxismo una de sus referencias originales, pronto abandonada y trocada en paparruchería de corte progresista, éste (el marxismo, aunque no sólo éste) se ha vengado de él sometiéndolo a esa ley de tan amplia aplicación que marca la derechización de un político al ritmo y en la medida en que economía prospera…

Pero sus cambios, abandonos y ganancias superan en mucho lo que pueda arrojar la historia biográfica del PSOE, y por eso el que en las pasadas primarias del partido ninguno de los candidatos propusiera la expulsión del partido de personaje tan mutante, dadas las escasas señas de identidad que mantiene con cualquier definición de socialista, y su escandalosa trayectoria, fue una oportunidad perdida; por el contrario, ambos postulantes compitieron por llevar a FG a su campo y campaña (ganando Rubalcaba, a fin de cuentas ex ministro en sus gabinetes). Queda así abierta la posibilidad de que sea él mismo quien acabe abandonando ese partido, del que ha reconocido sentirse “menos simpatizante que antes”.

FG se permite, pese a haber perdido cualquier credencial ética, pontificar sobre numerosos asuntos políticos, de entre los que destacan los europeo-comunitarios, alarmándose de la escasa legitimación democrática de las instituciones de la UE y predicando una “refundación” vaga y banal; como si él no hubiera intervenido, y con gran entusiasmo, en aquellos cambios (Acta Única de 1986, Tratado de Maastricht de 1992) que sentaron las bases de la Europa neoliberal actual, cuyos horizontes resultan más y más antisociales, menos y menos democráticos. Y nos obliga a recordarle que nuestro ingreso en la Europa de entonces fue papanatas, imprudente y escasamente democrático; y que, con más descaro que sutileza logró hacer creer a la opinión pública que esa integración conllevaba, necesariamente, asumir otras dos decisiones de “modernización y realismo”: consolidar nuestros vínculos con la OTAN (lo que nos ha hecho participar en bombardeos, invasiones y ocupaciones de remotos territorios compartiendo las responsabilidades criminales de toda entidad imperialista) y reconocer a Israel (Estado-catástrofe cuya amistad nos impusieron tanto el capitalismo internacional como esa socialdemocracia europea que siempre ha apadrinado y dirigido a FG).

En su itinerario público no debe olvidarse su acceso a la política nacional y su protagonismo en los años del cambio político. Merece la pena evocar aquella portada de Doblón, de las mejores aparecidas en los semanarios políticos de la Transición, a la que llenaba el rostro casi desconocido del Isidoro de Suresnes con el titular: “¿Quiere ser usted la oposición?” (26-04-1975), con un texto en el que aparecía dos veces fotografiado con Willy Brandt, todopoderoso líder socialdemócrata alemán y ex canciller.

Y en sus cambios de imagen política, al compás de su innegable capacidad de malabarista dialéctico, tampoco se debe pasar por alto el alarde de considerarse “nueva izquierda”, esa que pretendió representar (en el sentido más teatral) exhibiéndose en público sin sonrojo con esos grandísimos bribones llamados Clinton y Blair, agresores internacionales, embaucadores y agentes principalísimos de la reacción antisocial universal.

Lejos de querer bromear con aquel eslogan electoral de 1982, “Por el cambio”, que le produjo doce millones de votos, ha resultado cierto que, con el tiempo por testigo, resultó ser el aviso de que los cambios ideológicos que ya había emprendido se multiplicarían, acumularían y superarían hasta situar a FG muy próximo a las antípodas de cualquier socialismo, por desteñido y contradictorio que pueda considerarse; cambios ideológicos que en gran medida vienen estrechamente relacionados con sus intereses económicos, como se demuestra. Una de sus primeras “espantás” fue el olvido, radical, de las promesas hechas al pueblo saharaui en su estancia en los campamentos de Argelia (14-11-1976), sobre todo si tenemos en cuenta sus negocios y relaciones en Marruecos y con la Casa Real alauí (de cuyos escrúpulos democráticos no dudará en salir fiador).

Luego, una vez en el poder, fue la corrupción a discreción entre sus gentes, de la que se enteraba por la prensa, a la que se añadió el innombrable episodio de los asesinos del GAL, de los que nunca supo nada, desde luego; y todo ello deslegitimó al líder y al partido, facilitando la llegada al poder de Aznar y su peste neoliberal (de la que ha acabado contagiándose su propio partido).

Sin duda lo más espectacular de su éxito económico ha de ligarse con su debilidad por América Latina, que le viene de cuando era secretario general de su partido e incluso jefe de gobierno: se decía que esos asuntos los llevaba directamente él. Ahora, a juzgar por los réditos que obtiene de aquella afición resulta imposible no recordar algunas de las amistades más famosas que allá cultivó, como el empresario logrero Cisneros (que adquirió, como pelotazo, Galerías Preciados), o el corrupto Carlos Andrés Pérez, que fuera presidente venezolano. Y en ese mundo latinoamericano ha encontrado al mexicano-libanés Carlos Slim, que ha hecho de FG su principal “lobbysta a través del mundo” (Le monde diplomatique, abril de 2008), y que con seguridad le corresponderá con la generosidad esperable de quien hoy ya es el hombre más rico del mundo. Más recientemente, ha sido la empresa energética Gas Natural-Unión Fenosa, la que lo ha fichado, precisamente, por sus influencias en América Latina. Seguro que conoce muy bien que sirve a un empresario que ha hecho su superfortuna como resultado de las privatizaciones (Telecomunicaciones en primer lugar) realizadas en México en los arrebatos neoliberales de los años 1980-90 impuestos por el FMI y simultáneos, inevitablemente, con el empobrecimiento de millones de mexicanos; y que deberá estar informado de las actividades en América (por ejemplo, en Guatemala) de la eléctrica que le paga. Lo de menos, dada su ética declinante, es que se muestre favorable a la energía nuclear (¿le permitiría Gas Natural-Unión Fenosa, decir otra cosa?) y nos haga recordarle que fue su primer gobierno el que congeló cinco centrales nucleares en construcción (porque resultaba más barato para todos dejarlas como estaban).

Y cuando este verano volaba en jet privado hacia la costa ibicenca para disfrutar de unas carísimas vacaciones en el año más triste para millones de sus compatriotas, no debe descartarse que hiciera balance –provisional, claro– de tan plástico y exitoso discurrir, diciéndose a sí mismo: “Nadie ha cambiado como yo, soy el más sabio entre los sabios: ¡lo he traicionado todo!”.

(*) Pedro Costa Morata es ingeniero, sociólogo y periodista. Premio Nacional de Medio Ambiente en 1998.

domingo, 7 de octubre de 2012

DESDE CANARIAS: Con la Venezuela bolivariana

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WOLFANG ALCÁNTARA*


El mundo se estremeció en diciembre de 1998 y los sacudimientos afectaron sobre todo a la América Latina y El Caribe.

Fue esta vez en Venezuela, cuna del Libertador Simón Bolívar.

Un formidable movimiento antioligárquico y antimperialista rompió el hielo con el que, supuestamente, el capitalismo salvaje del modelo neoliberal había sepultado, en una década de reacción, las aspiraciones emancipatorias de una punta a otra del planeta.

Las fuerzas liberadas en el histórico diciembre venezolano iban a propiciar otras rupturas, nuevos despertares que cruzaban naciones y continentes a la velocidad de la luz, donde la historia modificaba su curso a un ritmo insólito meses atrás.

Superando muy duras pruebas, el proceso de la Revolución Bolivariana se consolidó y elevó sus objetivos para convertir en realidad la Independencia de la Patria, el puro cierre de la batalla de Carabobo a la distancia de dos centurias, en un diseño continental que excluye al imperialismo yanqui y bebe del pilón de los libertadores.

A medida que avanzó en sus políticas sociales redistribuidoras, en el control soberano de los recursos económicos y en la apuesta por una democracia participativa, la Venezuela Bolivariana ganó a pulso un significado histórico universal, afianzado por su orientación hacia el Socialismo del Siglo XXI.

El movimiento bolivariano y su indiscutible líder, Hugo Chaves Frías, ocupan desde hace tiempo los sitiales de grandeza que merecen en la lucha de los pueblos por la liberación social y nacional.

No es solo cuestión de solidaridad internacionalista rendir apoyo militante a la Revolución Bolivariana, pues en un contexto marcado por agudas contradicciones de clase y por la interconexión de los fenómenos, su futuro involucra directamente a la totalidad de los que estamos de veras con la izquierda.

En unos pocos días, los sectores revolucionarios de Venezuela afrontarán otra lid contra la reacción oligárquica, las injerencias imperialistas, los planes desestabilizadores y las campañas mediáticas del capital depredador.

Desde Canarias, estamos con ellos: ¡Hasta la victoria siempre!

*Wolfang Alcantara.Agustín Millares Cantero. Luis Also. Joaquín Sagaseta. Martha Alamon. Pedro Limiñana. J. Jesús Arteaga. Rene Behoteguy. Vicente Quintana Pérez. Daniel Casal. Meri Pita. Adolfo Padrón Berriel. Maximiliano Paiser. Javier Doreste. Diego Leon Socorro. Fco. González Navarro. Javier Díaz Reixa. Víctor Caro. Noemí Santana Perera. José R. Morales Caballero. Miguel Ángel Redondo. Pedro González de la Fe. Olga Alonso Gens. Luis Alberto Anaya Hernández. J.R. Pérez Melendez. José Armengol. Micaela Sagaseta Paradas. Juan A. Díaz Garrido. Sebastian Ramírez. Margarita Etala. Ernesto Suárez. Rodríguez Guillen. Noelia Ojeda Camara. Vicente García Brito. Mª Teresa Sagaseta. Blas Guedes. Mónica García Afonso. José Mª Guerra Rodríguez. Conchy Morales Afonso. Andrés Santana Suárez. Ana Sagaseta Cortadellas. Fernando Eugenio Reyes. Mª Victoria Reyes Sosa. Chipi Hormiga. Josep Bel. Mª Luisa Hernández Domínguez. Rafael Marrero. Sara R. García. Javier Armas Medina. Danielle Triay. Pedro Santana Estevez. Marisa Acosta Noble. Mario García Suárez. Miguel Sagaseta. Alejandro Pérez Peñate. Arelis Coromoto Melo Correa. Isaias González. Héctor Valdivia. Pino González. Sergio Gil Socorro. Richard Domínguez. Isabel Mujica Sánchez, Cristóbal J. Romero. Fco. Sanchez de La O. Antonio Reyes Rodríguez. Ana Sagaseta Paradas. Juan S. Rodríguez Ramírez. Mercedes Mujica Sánchez. Manuel Sagaseta. Sebastian Cordobés. Fca. López de Medina. Juan Harit. Aida Alvarado. José Quintana Martín. Jorge Santaella. Sara R. García. Juan Jesús Mendoza. Vicente Román Delgado. Guaci Santana Guerra. Gustavo Tarajano. Florencio Bethencourt. Teresa Alonso. Sito Pérez Izquierdo. Margarita Cortadellas. David Naranjo Ortega. Jorge Falcón Pulido. Mª del Pino Jerez. Fco. José García Suárez. Juan Ortega. Carlos González Sánchez. Pini Aguiar. Jose Guaguero. Jorge García Jaime.

sábado, 6 de octubre de 2012

El nacionalismo españolista

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VINCENÇ NAVARRO





Durante los Juegos Olímpicos pudimos oír como la BBC presentaba con toda naturalidad a Gran Bretaña como un Estado de varias naciones, Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y Gales, que tienen sus propios derechos claramente diferenciados. Sería impensable, sin embargo, que la televisión pública española diera un informe semejante sobre España. Y sería también impensable que el establishment español, basado en Madrid, admitiera que España es un Estado de varias naciones, cada una con su pleno derecho de autodeterminación, incluyendo su poder de escisión, si así lo desean, como ocurre en Gran Bretaña con Escocia o en Canadá con Quebec. Lo máximo que se llega a admitir es que España ya es, en realidad, un Estado federal, pues el gasto de las autonomías es mayor que el gasto gestionado por algunos Estados en un sistema federal.

Este argumento se repite una y otra vez sin haber variado ni un ápice desde hace ya años. Y desde luego, tales establishments tampoco reconocen que ellos mismos son profundamente nacionalistas, lo cual es fácil de ver que lo son, pues defienden una visión de España que niega la plurinacionalidad del Estado, sometiendo todas las otras nacionalidades al Estado español, a su cultura, idioma y comportamientos. En esta resistencia a la plurinacionalidad no ven ninguna expresión de dominio. El hecho de que los parlamentarios catalanes no puedan expresarse en catalán no lo ven como una imposición de dominio cultural. Cualquier defensa de tal plurinacionalidad es acusada de victimismo, de secesionismo, de falta de internacionalismo o peor, para una persona de izquierdas, de falta de solidaridad con el resto de España, asumiendo que tener un Estado central es la condición necesaria para distribuir la riqueza. Tal nacionalismo españolista se justifica así como garante de solidaridad, confundiendo solidaridad con uniformidad. Por lo demás, las demandas por parte de la gran mayoría de partidos políticos en Catalunya, excepto el PP catalán, son definidas como el resultado de los deseos de la burguesía catalana de expandir sus privilegios de clase a costa del resto de España. Esta interpretación de los hechos está enormemente generalizada y ha creado un sentimiento hostil hacia Catalunya que la derecha española ha rentabilizado electoralmente, estimulando tal sentimiento. Estos sentimientos aparecen también en sectores del nacionalismo españolista dentro de las izquierdas, de las que he llegado a oír que el entonces presidente Montilla o la dirigente socialista Manuela de Madre, “estaban contaminados de nacionalismo”.

Y el establishment españolista, basado en Madrid, considera un disparate indicar que tal establishment esté explotando a Catalunya o a cualquier otra comunidad. El hecho de que el sistema de transporte ferroviario sea enormemente radial, centrado en su gran parte en Madrid, se considera lógico y razonable, debido a la capitalidad de tal ciudad. Y el hecho de que se pueda ir de Barcelona a Madrid en dos horas y media, y que conlleve más de seis horas ir de Barcelona a Bilbao (que tiene la misma distancia), no se reconoce como indicador de algo que es profundamente injusto.

Es esta actitud y estos argumentos que han llevado a gran parte de Catalunya a un hartazgo y al deseo de separarse de España. Tengo muchísimos amigos aquí en Catalunya que nunca pensaron en separarse de España, y ahora lo están pensando y deseando.

Veamos.

1. Un socialista tiene que estar en contra de cualquier tipo de explotación, sea ésta de clase, género, raza o nación. Y dentro de España hay explotación de todo tipo, incluso de nación. Ya sé que esto nunca (repito, nunca) un intelectual del establishment madrileño, desde Fernando Savater al político José Bono y muchos otros lo aceptará. Pero, mientras, repito, pueden ir de Madrid a Barcelona en dos horas, pero para ir de Barcelona a Bilbao se necesitan seis horas y cuarto. ¿Nunca han oído el dicho del presidente Aznar de que el modelo ferroviario de España debería basarse en que cualquier capital de provincia no estuviera más distante de Madrid que 4 horas?

2. Las personas que pagan impuestos no viven en el vacío. Viven en territorios que necesitan servicios públicos e infraestructuras. Esta frase que continuamente se utiliza de que no son territorios pero individuos los que pagan impuestos, ignora que los individuos viven en territorios cuyos recursos públicos se financian por aportaciones individuales.

3. De ahí que sea lógico que desde Catalunya se hable de que ésta, al ser más rica, aporte más recursos, lo cual ninguna fuerza catalana ha cuestionado. La continua acusación que se hace a Catalunya de ser insolidaria es otro insulto más entre otros muchos que constantemente se hacen a Catalunya. El cuestionamiento de solidaridad, por muy extraño que parezca, no es el tema que está llevando a miles de catalanes a la calle. Que Catalunya, al ser más rica que el promedio de España, aporte más al erario público del Estado español que otras partes de España, por tener ciudadanos con más recursos, no ha conllevado ninguna objeción por la gran mayoría de partidos políticos catalanes. Ahora bien, los recursos que el Estado catalán recoge, debe revertirlos en Catalunya, donde tales ciudadanos viven, una vez se descuenta el pago de gastos comunes y la solidaridad con otras partes de España. Y en esta devolución a Catalunya tiene que incorporarse una variable más, el coste de vida, pues un pensionista catalán recibiendo la misma pensión que un extremeño, tiene menos capacidad adquisitiva, pues al ser el nivel de vida superior en Catalunya que en Extremadura, el pensionista catalán sale perjudicado. Y esto ocurre en muchas otras transferencias de gasto público. Recibir igual no es lo más equitativo. Además, una nación como Catalunya tiene la responsabilidad de garantizar la viabilidad y fortaleza de su lengua y de su cultura, lo cual requiere dinero y capacidad de decisión. Si Catalunya quiere permanecer como nación, debe considerar el catalán como la lengua prioritaria, sin que ello implique ninguna minusvaloración del idioma castellano, también patrimonio de Catalunya. Si ello no ocurriera, la propia fortaleza del castellano diluiría la cultura catalana hasta el punto de desaparecer (como ha ocurrido en Francia). ¿Es esto lo que desean los nacionalistas españoles? Me temo que algunos sí. Y que tal posibilidad exista, el nacionalismo españolista lo ignora.

4. El nacionalismo españolista es el más oprimente, pues es el que ha mandado y dominado el Estado español. Y actualmente está enrocado en la Constitución, que se considera erróneamente como reflejo de la voluntad de todos los españoles, sin tener en cuenta el momento y contexto en que se aprobó. Un gran desequilibrio de fuerzas explica la Transición inmodélica que creó una Constitución que reproduce este nacionalismo, hasta el punto que prohíbe por fuerza de las armas que Catalunya o el País Vasco pudieran escindirse de España si así lo desearan. Y a esto no le llaman los intelectuales en Madrid dominio y explotación. Por lo visto no se dan cuenta de que una unión es oprimente si no se hace voluntariamente.

5. El Estado de las autonomías no es un Estado federalista. Considerarlo como indicador a través del dato del porcentaje del gasto estatal total que se consume y se gestiona en una Comunidad Autónoma es un error metodológico notable, pues se confunde descentralización con autogobierno. Catalunya puede tener el 80% del gasto sanitario pero tiene una capacidad decisoria limitada en sanidad. Un tanto igual ocurre en educación. Como director de un programa académico en la UPF, tengo que pedir permiso a Madrid, al Ministerio de Educación, para cambiar una asignatura de mi programa. Imposible en EEUU, un Estado federal. Es inimaginable que yo tenga que llamar a Washington para pedir permiso para cambiar una asignatura de un programa académico en la The Johns Hopkins University en Baltimore, en el Estado de Maryland. En Barcelona, sin embargo, sí que tengo que hacerlo, llamando a la capital del Reino.

6. La Transición inmodélica, ocurrió en una situación excepcional, con gran dominio del proceso por parte de las fuerzas conservadoras que dominaban al Estado, estableciendo un Estado que es insatisfactorio para un número creciente de españoles. Su gran retraso social y su falta de plurinacionalidad son un indicador de ello. Y lo que está ocurriendo hoy en las calles de Barcelona (y también en Madrid) es un ejemplo muy claro. La animosidad de gran parte de la población catalana no es hacia España, sino hacia el establishment español y hacia el Estado, lo cual está ocurriendo a lo largo del territorio español. Se requiere un profundo cambio hacia el establecimiento de una España heredera de su pasado republicano con un Estado auténticamente democrático, social y plurinacional, en el que la democracia representativa sea auténticamente proporcional y auténticamente participativa en que las distintas naciones y regiones puedan desarrollar referéndums sobre lo que desean, con una Constitución en la que la unidad en el Estado sea voluntaria, libremente expresada, sin ninguna imposición, y en el que la solidaridad se ejerce, entre otros indicadores, por un pago contributivo según su riqueza, a un nivel que permita el continuo desarrollo de todas las naciones, incluyendo Catalunya, en que los órganos centrales estén distribuidos entre las distintas naciones sin que exista una capitalidad que centralice el poder del Estado. En EEUU, hay muchas agencias federales que están ubicadas en varios estados.

7. El hecho de que la derecha nacionalista catalana esté ahora intentando liderar el movimiento a favor de la autodeterminación no quiere decir que tal derecha sea la auténtica representante del movimiento. En realidad, en los momentos difíciles en Catalunya, como durante la dictadura, fueron las izquierdas las que, en una lucha heroica, defendieron más la identidad catalana, como incluso el presidente Pujol reconoció en su día. La burguesía catalana y la Iglesia catalana, incluyendo Montserrat, apoyaron el fascismo. Tampoco es cierto que todos los que estamos apoyando el derecho de autodeterminación estemos deseando la Secesión. Las encuestas muestran que la mayoría de los ciudadanos en Catalunya que ya están pidiendo el autogobierno no están pidiendo la Secesión. Lo que sí que hay es un deseo mayoritario de que el Estado español no es el que se desea, lo cual no quiere decir la rotura con España.

8. No hay duda de que el gobierno CiU está utilizando tal movimiento para desviar la atención popular de lo que en este momento debería ser central, es decir, el impacto en la población de sus políticas neoliberales, llevadas a cabo con apoyo del PP en el Parlament y en las Cortes, donde CiU apoya tales políticas. Pero confundir esta realidad con la creciente fuerza de tal movimiento, evaluándolo como una simple estrategia de CiU es un profundo error. Hoy hay un hartazgo hacia el establishment español, basado en Madrid, que el establishment político catalán está intentando utilizar. Pero también el establishment españolista basado en Madrid lo está utilizando para movilizar, una vez más, el anticatalanismo.

9. Muchos en Catalunya han abandonado este proyecto de luchar por otra España, pues creen que España nunca cambiará. Hoy son independentistas. Simpatizo con ellos. Pero no quiero abandonar el proyecto de construir otra España, muy distinta a la actual, que sea auténticamente democrática, justa y plurinacional. Pero no es nada fácil, incluso también bastante agotador. Las izquierdas españolas gobernantes a pesar de definirse como federalistas, han hecho muy poco para desarrollar el federalismo. Ha sido un indicador más de su excesivo conformismo.

viernes, 5 de octubre de 2012

¿Por qué Chávez?

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Ignacio Ramonet
Presidente de la asociación Mémoire des luttes (Memoria de las luchas), presidente honorífico de Attac
Jean-Luc Mélenchon
Copresidente del Partido de izquierda, diputado europeo



Hugo Chávez es sin duda el jefe de Estado más difamado en el mundo. Al acercarse la elección presidencial del 7 de Octubre, esas difamaciones se tornan cada vez más infames. Tanto en Caracas como en Francia y en otros países. Atestiguan la desesperación de los adversarios de la revolución bolivariana ante la perspectiva (que las encuestas parecen confirmar) de una nueva victoria electoral de Chávez.

Un dirigente político debe ser valorado por sus actos, no por los rumores vehiculados en su contra. Los candidatos hacen promesas para ser elegidos: pocos son los que, una vez electos, las cumplen. Desde el principio, la promesa electoral de Chávez fue muy clara: trabajar en beneficio de los pobres, o sea -en aquel entonces-, la mayoría de los venezolanos. Y cumplió su palabra.

Por eso, este es el momento de recordar lo que está verdaderamente en juego en esta elección, ahora cuando el pueblo venezolano se alista para votar. Venezuela es un país muy rico, por los fabulosos tesoros de su subsuelo, en particular sus hidrocarburos. Pero casi todas esas riquezas estaban acaparadas por las élites políticas y las empresas transnacionales. Hasta 1999, el pueblo sólo recibía migajas. Los gobiernos que se alternaban, democrata-cristianos o social-demócratas, corruptos y sometidos a los mercados, privatizaban indiscriminadamente. Más de la mitad de los venezolanos vivía por debajo del umbral de pobreza (un 70,8% en 1996).

Chávez hizo que la voluntad política prevaliera. Domesticó los mercados, detuvo la ofensiva neoliberal y posteriormente, mediante la implicación popular, hizo que el Estado se reapropiara los sectores estratégicos de la economía. Recuperó la soberanía nacional. Y con ella, ha procedido a la redistribución de la riqueza, en favor de los servicios públicos y de los olvidados.

Políticas sociales, inversión pública, nacionalizaciones, reforma agraria, casi pleno empleo, salario mínimo, imperativos ecológicos, acceso a la vivienda, derecho a la salud, a la educación, a la jubilación… Chávez también se dedicó a la construcción de un Estado moderno. Ha puesto en marcha una ambiciosa política del ordenamiento del territorio : carreteras, ferrocarriles, puertos, represas, gasoductos, oleoductos.

En materia de política exterior, apostó por la integración latinoamericana y privilegió los ejes Sur-Sur, al mismo tiempo que imponía a los Estados Unidos una relación basada en el respecto mutuo… El impulso de Venezuela ha desencadenado una verdadera ola de revoluciones progresistas en América Latina, convirtiendo este continente en un ejemplar islote de resistencia de izquierdas alzado en contra de los estragos del neoliberalismo.

Tal huracán de cambios ha volteado las estructuras tradicionales del poder y acarreado la refundación de una sociedad que hasta entonces había sido jerárquica, vertical, elitesca. Esto sólo podía desencadenar el odio de las clases dominantes, convencidas de ser los legítimos dueños del país. Son estas clases burguesas las que, con sus amigos protectores de Washington, vienen financiando las grandes campañas de difamación contra Chávez. Hasta llegaron a organizar –en alianza con los grandes medios que les pertenecen– un golpe de Estado el 11 de Abril del 2002.

Estas campañas continúan hoy en día y ciertos sectores políticos y mediáticos europeos se encargan de corearlas. Asumiendo -lamentablemente- la repetición como si fuera una demostración, los espíritus simples acaban creyendo que Hugo Chavez estaría encarnando « un régimen dictatorial en el que no hay libertad de expresión ».

Pero los hechos son tozudos. ¿Alguién ha visto un « régimen dictatorial » ensanchar los límites de la democracia en vez de restringirlos ? ¿Y otorgar el derecho de voto a millones de personas hasta entonces excluidas? Las elecciones en Venezuela sólo ocurrían cada cuatro años, Chávez organiza más de una por año (14 en 13 años), en condiciones de legalidad democrática, reconocidas por la ONU, la Unión Europea, la OEA, el Centro Carter, etc.

Chávez demuestra que se puede construir el socialismo en libertad y democracia. Y convierte incluso ese carácter democrático en una condición para el proceso de transformación social. Chávez ha probado su respeto al veredicto del pueblo, renunciando a una reforma constitucional rechazada por los electores vía referendum en 2007. No es casual que la Foundation for Democratic Advancement (FDA), de Canadá, en un estudio publicado en 2011, situara entonces Venezuela en el primer lugar de los países que respetan la justicia electoral[i].

El gobierno de Hugo Chávez dedica el 43,2% del presupuesto a las políticas sociales. Resultado : la tasa de mortalidad infantil ha sido dividida por dos. El analfabetismo, erradicado. El número de docentes, multiplicado por cinco (de 65 000 a 350 000). El país presenta el mejor coeficiente de Gini (que mide la desigualdad) de América latina. En su informe de Enero de 2012, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPALC, un organismo de la ONU) establece que Venezuela es el país suramericano que – junto con el Ecuador-, entre 1996 y 2010, ha logrado la mayor reducción de la tasa de pobreza. Finalmente el instituto norteamericano de sondeos Gallup ubica al país de Hugo Chavez como la 6ta nación «más feliz del mundo»[ii].

Lo más escandaloso, en la actual campaña de difamación, es pretender que la libertad de expresión esté constreñida en Venezuela. La verdad es que el sector privado, hostil a Chávez, controla allí ampliamente los medios de comunicación. Cada cual puede comprobarlo. De 111 canales de televisión, 61 son privados, 37 comunitarios y 13 públicos. Con la particularidad de que la parte de la audiencia de los canales públicos no pasa del 5,4%, mientras que la de los privados supera el 61%[iii]… Mismo escenario para los medios radiales. Y el 80% de la prensa escrita está en manos de la oposición, siendo los dos diarios más influyentes – El Universal y El Nacional –, adversos al gobierno.

Nada es perfecto, por supuesto, en la Venezuela bolivariana -¿Dónde existe un régimen perfecto?-. Pero nada justifica esas campañas de mentiras y de odio. La nueva Venezuela es la punta de lanza de la ola democrática que, en América Latina, ha barrido con los regímenes oligárquicos de nueve países, apenas caído el muro de Berlin, cuando algunos vaticinaban « el fin de la historia » y « el choque de las civilizaciones » como horizontes únicos para la humanidad. La Venezuela bolivariana es una fuente de inspiración de la que nos nutrimos, sin ceguera, sin inocencia. Con el orgullo, sin embargo, de estar del buen lado de la barricada y de reservar los golpes para el malévolo imperio de los Estados Unidos, sus tan estrechamente protegidas vitrinas del Oriente Próximo y donde quiera reinen el dinero y los privilegios. ¿Por qué Chávez despierta tanto resentimiento en sus adversarios? Indudablemente porque, tal como lo hizo Bolívar, ha sabido emancipar a su pueblo de la resignación. Y abrirle el apetito por lo imposible.

jueves, 4 de octubre de 2012

Obama II

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IGNACIO RAMONET




Le Monde diplomatique




Tres elecciones decisivas se celebran en las próximas semanas cuyo resultado dibujará el nuevo rostro del mundo. La primera es la del 7 de octubre en Venezuela. Si –como lo prevén los sondeos– gana Hugo Chávez, será una gran victoria para todo el campo progresista en América Latina, y la garantía de que los cambios continuarán.

La segunda, a mediados de este mes, tiene lugar en el marco del XVIII Congreso del Partido Comunista de China, donde con casi toda seguridad, Xi Jinping será elegido nuevo secretario general del Partido, en sustitución de Hu Jintao, primer paso hacia su probable elección, dentro de unos meses, como próximo presidente de China y, en consecuencia, líder de la segunda economía mundial, de la principal potencia emergente y rival estratégico de Washington.

La tercera, el 6 de noviembre, decidirá el mantenimiento del demócrata Barack Obama en la presidencia de Estados Unidos o su sustitución por el republicano Mitt Romney. Aunque está demostrado que un cambio de mandatario no afecta demasiado al poder financiero (que es quien decide en última instancia), ni modifica las opciones estratégicas fundamentales de la potencia estadouniense, no cabe duda de que estas elecciones, en el contexto internacional actual, resultan determinantes.

A priori, Barack Obama salía con pocas esperanzas de renovar su mandato. Pero el asesinato de diplomáticos estadounidenses en Libia y los ataques contra la embajada estadounidense en Egipto el pasado 11 de septiembre –justo once años después de los atentados contra el World Trade Center en 2001– han hecho entrar de repente los temas de la política exterior en la campaña electoral. ¿Podría esto favorecer la reelección de Obama?

Ningún candidato ha ganado jamás basándose en un proyecto (o un balance) de política exterior. Sin embargo, se puede afirmar que esos trágicos sucesos recientes no han desfavorecido a Obama en la medida en que, por contraste, su rival republicano Mitt Romney dio, en esa ocasión, una imagen de político superficial e irresponsable. Muy alejada, en todo caso, de la imagen que la opinión pública tiene de un verdadero hombre de Estado.

Si añadimos a eso el efecto devastador que provocó, días después, la difusión de un vídeo “clandestino” en el cual Romney declara con desprecio que la mitad del país –los electores de Obama– se compone de “víctimas”, de “perdedores” y de “asistidos”, podemos afirmar que el presidente saliente recobra, a pocas semanas del escrutinio, posibilidades de ganar.

No era evidente. Porque, habiendo prometido mucho durante su campaña de 2008, Barack Obama decep­cionó en igual proporción. Él mismo admitó haber vendido demasiados ­sueños. Y su popularidad se despeñó ­desde muy alto. Tanto que cabe preguntarse ¿cómo un hombre que atrajo a dos millones de personas el día de su toma de posesión en Washington en enero de 2009, y que tiene más de trece millones de seguidores en Twitter, ha podido perder tan brutalmente su magia?

Intelectualmente brillante, el primer presidente negro de Estados Unidos no ha conseguido transformar su país. El dinero sigue dominando la vida política, las instituciones siguen paralizadas por los bizantinismos del Congreso, la economía sigue renqueando, y la hegemonía planetaria de Washington está más cuestionada que nunca.

También es cierto que, al llegar a la Casa Blanca, el nuevo presidente se vio enfrentado a una crisis financiera, industrial y social de una gravedad ­sólo comparable con la Gran Depresión. El país había perdido ocho millones de empleos… Sin embargo Obama dio la impresión de no darse cuenta que el navío se hundía. Siguió con su ­papel de Gran Embaucador de la campaña electoral. No vio venir el naufragio. Y falló durante la primera parte de su mandato.

Tenía que haberse apoyado en su gran popularidad para atacar –inmediatamente– los excesos irracionales de las finanzas y de la banca. Restableciendo la prioridad de la política sobre la economía. No lo hizo. Y su presidencia arrancó sobre una base errada.

Obama debió también utilizar el apoyo de la nación para golpear de inmediato al Partido Republicano y ampliar el frente de las reformas. Debió dirigirse directamente al pueblo para presionar al Congreso. Y obligarle a votar las leyes sociales y fiscales que hubiesen permitido reconstruir el Estado de bienestar y restablecer la felicidad social. Tampoco lo hizo. Escogió la prudencia. Y fue otro error.

No cabe duda que sus reformas de la sanidad y de las reglas de Wall Street han sido importantes. Pero las obtuvo muy rebajadas. La ley sobre la reforma de la sanidad se elaboró de modo muy conservador, y la consecuencia es que millones de estadounidenses han tenido que recurrir al sector privado de los seguros de salud. La reforma de las regulaciones del mercado financiero tampoco ha tenido un alcance suficiente para poner fin a las peores costumbres del sector especulativo y bancario. En fin, la Casa Blanca no promovió suficientemente el Employee Free Choice Act que hubiese garantizado a los trabajadores la posibilidad de crear más sindicatos.

Pero además, Obama había prometido cambiar el modo de funcionamiento de la vida política estadounidense, en particular en el Congreso. Igual que hizo Franklin D. Roosevelt en los años 1930, Obama debió movilizar al pueblo y utilizarlo como un arma en su combate legislativo. Tampoco lo hizo. Y acabó por parecerse a las momias políticas de Washington que tanto había criticado. Y que los ciudadanos detestan. Consecuencia: fueron los republicanos quienes se dirigieron directamente al pueblo…

En principio, los demócratas disponían de todo lo necesario para gobernar. Controlaban los poderes ejecutivo y legislativo: la presidencia, la mayoría en la Cámara de los Representantes y la mayoría en el Senado. Normalmente, el control de esas dos palancas esenciales basta para dirigir un país. Pero ya no en nuestras sociedades post-democráticas.

En realidad, a pesar de su legitimidad democrática, Obama y el Partido Demócrata, sólo disponían de una baza. Cuando hoy se necesitan al menos tres para gobernar. Le faltaban pues dos más: los grandes medios de comunicación de masas (los republicanos tienen la cadena Fox) y un poderoso movimiento popular surgido de la calle (los republicanos tienen el Tea Party). Obama y los demócratas no tenían ni los unos, ni el otro. Y constataron su impotencia…

De tal modo que –algo insólito– se vieron desbordados por la derecha en pleno periodo de crisis económica y social… La derecha estadounidense tuvo el monopolio de las manifestaciones en la calle, de las luchas contra el Gobierno y hasta de la batalla de las ideas… Consecuencia: en las elecciones de medio mandato, en noviembre de 2010, los demócratas perdieron la mayoría en la Cámara de representantes.

Hubo que esperar a los albores de la campaña electoral para que Obama entendiese por fin que debía salir del lodazal politiquero de Washington y apoyarse en una estrategia orientada hacia los movimientos populares. En Denver, en octubre de 2011 –por primera vez desde que llegó a la Casa Blanca–, Obama movilizó directamente a su base popular lanzándole una llamada de socorro: “Os necesito. Necesito que protestéis. Necesito que os movilicéis. Necesito que seáis activos. Necesito que os dirijáis al Congreso para gritarle: ‘¡Haced vuestra tarea!’”.

Esta nueva estrategia resultó eficaz. Los parlamentarios republicanos tuvieron de repente que ponerse a la defensiva. Un nuevo Obama más atacante y en plena progresión en los sondeos empezó a emerger. Y hasta tuvo nuevas audacias: se declaró en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, y en favor de otra política hacia los inmigrantes que pusiera fin a las expulsiones indiscriminadas de los sin papeles. Su popularidad aumentaba.

Entre tanto, los republicanos elegían para representarlos en la carrera a la Casa Blanca al multimillonario Mitt Romney. Este concentró inmediatamente sus críticas contra Obama denunciando el “balance catastrófico del mandato” del presidente: 23 millones de parados o precarios; un déficit presupuestario nunca visto en Estados Unidos; y una deuda nacional en aumento del 50% en cuatro años y equivalente al PIB estadounidense.

Romney confiaba en unas encuestas según las cuales el 54% de los electores declaraban que Obama no merecía un segundo mandato; y un 52% estimaban que vivían “peor hoy que hace cuatro años”.

El candidato republicano no paraba de repetir eso a lo largo de su campaña. Olvidándose de señalar que los sondeos también decían que el propio Romney no conseguía convencer a los electores de su sinceridad y de su interés por la gente. Las encuestas también revelaban que una mayoría de estadounidenses estaba de acuerdo con Obama sobre casi todos los grandes problemas: desde la reforma de la sanidad hasta la política fiscal. En cualquier caso, pensaban que Barack Obama los defendería mejor que Mitt Romney.

Este tuvo entonces la idea de designar al muy conservador Paul Ryan –presidente de la ­Comisión del presupuesto de la Cámara de Representantes– ­como candidato a la vicepresidencia. Cosa que estimuló a Obama porque, a partir de ese momento, decidió invertir los papeles habituales de una campaña presidencial. Se plantó en opositor ofensivo en vez de defender su balance. Ya no fue él quien se justificó por sus dificultades para relanzar la economía, sino que obligó a los republicanos a explicar su impopular plan de recortes del presupuesto nacional, su promesa de “reducción de los impuestos de los millonarios” y de supresión de las ayudas a las familas modestas. De ese modo, Obama se transformaba en campeón de las clases medias, segmento principal de la población estadounidense y por consiguiente del electorado.

Hecho significativo, en su discurso del 6 de septiembre pasado ante la Convención demócrata, el presidente no defendió su balance, excepto en política exterior. Recordó la muerte de Osama Ben Laden, la retirada militar de Irak y su decisión de retirar las tropas también de Afganistán.

Habría mucho que decir sobre el balance de su política exterior que es globalmente muy decepcionante. Tanto en América Latina (Cuba, Venezuela, golpes de Estado en Honduras y Paraguay, etc.) como en Oriente Próximo (primaveras árabes, Libia, Siria, Irán, Palestina…). Pero, ya lo hemos dicho, el resultado de la elección no lo determinará la política exterior.

Todo se jugará sobre las cuestiones económicas y sociales. Y éstas, en los últimos meses, han mejorado netamente. El crecimiento, por ejemplo, vuelve a ser positivo (+0,4% de media por trimestre). La situación del empleo ha mejorado mucho (un millón de empleos creados en los últimos seis ­meses). Salvada de la quiebra gracias al Estado, la General Motors ha recuperado el primer puesto (en vez de Toyota) en la lista de los principales fabricantes de automóviles del mundo. La construcción de viviendas también va mejor. La Bolsa ha progresado más de un 50% desde 2009. Y el consumo de los hogares vuelve a estar en alza.

¿Será esta reciente mejoría suficiente para garantizar la reelección de Barack Obama?