miércoles, 17 de marzo de 2010

El P.P. toca a zafarrancho y desafuero

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Lo estábamos echando en falta, la rancia derecha española, después de 31 años de democracia, llama a zafarrancho y desafuero, por boca de la “bien pagá” la desesperanza de los madrileños. Mientras España nadaba en abundancia, y en la creencia de que éramos riquísimos, y, que el tanto trasiego de dinero , era debido a la visión futurista del ególatra de las Azores, aquel presidente que convirtió en suelo urbanizable a toda España, y, de cuyos aciertos, hoy, con un invierno algo más lluvioso, que los que podría pronosticar el primo de Rajoy, se ha convertido en la ruina de cientos de familias, que han visto desaparecer bajo las aguas, sus viviendas, construidas en la ribera de los ríos y cauces de barrancos, pues allí donde existía un erial, sus “allegados” construyeron urbanizaciones de lujo, para vender a incautos extranjeros. Hoy pinchada la burbuja inmobiliaria que emborrachó a tanto ingenuo, apuntado a empresario, con el beneplácito del judío banquero de turno, y la crisis financiera desatada al otro lado del Atlántico, provocada también por los “allegados” y especuladores financieros de la city neoyorkina; el tenebroso Sr. de las FA-ES, aquel nostálgico del dictador que desde su Quintanilla de nacimiento, nos describía las “bondades” del gallego opresor, activa a los ultras hibernados en la sede de Génova, para que alienten la consigna de Dª Esperanza , que llama al desacato y desafuero, por el proyecto del Gobierno legítimamente salido de las urnas, que somete al Parlamento el proyecto de incrementar el IVA en dos puntos, hecho que sin ser del agrado de la mayoría de la ciudadanía, no se deja de reconocer, que la actual coyuntura económica lo hace preciso.

Como viene siendo habitual, D. Mariano el dubitativo comparece en el Parlamento, dispuestos a dar la batalla que el cree tener ganada, pero como hay políticos decentes que cumple la palabra dada, hoy, D. Mariano se quedó con las ganas de afear a Zapatero tamaña decisión.

Está D. Mariano empeñado en sentar a los suyos en la bancada azul, antes de tiempo, pero los ciudadanos, pudieran estar cabreados, por la situación de crisis, pero no son ingenuos, y saben perfectamente, que los populares tomarían iniciativas mucho más impopulares que las que toma el actual Gabinete, con lo que en clan de Génova, a pesar de los pesares, lo tiene crudo.

Se dice por la capital del reino que D. Mariano, tiene conformado un gobierno en la sombra, dispuesto a asaltar la Moncloa, desde que los madrileños se tiren a la calle al toque de la locuaz y “tamborilera” Esperanza. Pero vista la lista que circula, los castizos andan muy mosqueados, pues los primeros espadas, no son de fiar, y si no, opinen Vds. estimados lectores. Encabezada por Mariano el dubitativo, hay nombres como el Sr. Trillo héroe de Peregil y villano del yack. El Sr. Arenas, el señorito andaluz, Montoro artífice de las privatizaciones de su amigo José Mari, la Sra. Mato, la del jaguar regalado, Sra. Cospedal la manchega que cavó la tumba de Acebes. .Pero lo más inquietante es. La del Coordinador General y estratega de la política exterior, nada más y nada menos que D. José María Aznar y López, ex presidente del gobierno, y actor secundario de la foto de las Azores, que tanto sufrimiento produce al pueblo iraquí. Dice los más castizos que ante tan tenebroso conjunto, estaría dispuestos a salir a la calle, no contra el IVA, sino contra el gobierno de las sombras.

Pensando lo que nos puede deparar el zafarrancho, nada halagüeño podremos esperar en los meses venideros, con la primavera a la vista, es de prever calentita…

domingo, 14 de marzo de 2010

La “derechona”, ¿engreida o asustada?

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JOSE LUIS PITARCH

La República.es

Motiva las presentes líneas el glosar unas declaraciones de neta vitola fascio-militaroide —en diario “Levante” de Valencia y día de San Valentín— de un coronel por nombre Ángel Adán. Declaraciones que causan tristura, tanto como convocatoria a hacer frente al in crescendo de una derechona tardo o retro-franquista que intenta reverdecer, por narices o por miedo. Glosa que un servidor compone, antes que como profesor de Derecho Constitucional dos décadas o militronche en activo seis lustros (hasta rango de “jefe”), en cuanto delegado en Valencia de la Asociación Pro Derechos Humanos de España y, si me permite el lector abusar, en tanto presidente federal de Unidad Cívica por la República.

Temo que esas declaraciones de Adán guardan relación —dentro de dicho lozaneo o sacar-pecho fascistoide— con “casos” como el de Garzón, a quien quieren linchar vistiendo la política con ropajes jurídicos; pero esto queda para hablar largo en otro artículo. Digamos sólo que hasta el vicepresidente emérito del Tribunal Constitucional, y catedrático de Derecho Penal, don Tomás Vives (a quien no sitúo en la derechona tardofranquista, aunque en este asunto sea su compañero de viaje) participa en el acoso y derribo de don Baltasar con un inteligentísimo artículo en el mismo periódico valentino (el pasado 27 de febrerillo el loco), en el que tira la piedra y esconde la mano, arremetiendo contra los “medios de comunicación defensores” del juez de la Audiencia Nacional. Que lo hacen —Vives dice— “sin argumentos” y “eludiendo la verdadera justicia”. Hasta se burla un poquito de Saramago (le tilda de “profeta”), y de Amnistía Internacional por escandalizarse de que Garzón pueda acabar en el banquillo. Asegura, en fin, Vives que “los defensores de Garzón no respetan los principios básicos del Estado de Derecho”, sino que sus “planteamientos” son “interesados, irresponsables o irreflexivos, buscando presionar ilegítimamente al Tribunal Supremo”.

Me doy por aludido (como modesto “defensor” garzoniano) por la insolencia o cinismo de Vives, que hace un discurso purísimo, cual en campana de cristal, sobre la administración de justicia; en perjuicio de lo que implica Justicia con mayúsculas, el primer gran valor o referencia de la Constitución, línea primera de su Preámbulo. Por otro lado, sostener que fue ilegal lo que instruyó Garzón es pasarse por do no digan dueñas todo el ius cogens imperativo en materia de terrorismo de Estado y delitos de lesa humanidad desde el Tribunal y Juicio de Nürnberg. Y es hacerse el sueco con la obligación, asumida voluntariamente por el Reino de España en Tratados Internacionales, respecto a tales delitos, a saber: que NO PRESCRIBEN NUNCA.

Todo ello salvo que el Sr. Vives crea que el “desaparecer” y asesinar sistemáticamente a decenas o centenar de miles de españoles durante los años en que la feroz dictadura de Franco creía que iba Hitler a ganar la guerra no constituyó “delitos contra la humanidad”. Dígalo si se atreve. Y repase, por favor, el Art. 10.2 de la Constitución Española, el 29 del Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional y el 27 de la Convención de Viena sobre “Derecho de los Tratados”. Así como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y el concluyente pronunciamiento del Comité de Derechos Humanos de la ONU, el 31/10/08, sobre la barbaridad jurídica de que la Ley de Amnistía de 15/10/77 permanezca “in force” (en vigor). También me gustaría preguntarle si cree que los magistrados de la Audiencia Nacional Clara Bayarri, Ramón Sáez y José Ricardo de Prada —que votaron que Garzón sí era competente para la investigación penal sobre las fosas de la vergüenza y la indignidad de nuestra democracia— prevaricaron o son, los tres, unos ignorantes en Derecho. II

Quedan, igual, pendientes para otro artículo monográfico algunos aquilatamientos sobre el “reconocimiento” a la UMD y cómo el Gobierno —al que uno aplaude por su osadía democrática al dar la cruz al mérito castrense al ocho o nueve por ciento de los “úmedos”, lo que ha hecho rabiar a montonazo de mílites tan poco partidarios de la democracia como aquel cura del pecado— no osa (¿aún?, ¿espera a que se mueran?) hacer general honorífico a algún “úmedo” de gran prestigio profesional y de “estado mayor” de los que fueron persecutoriamente postergados. Por ejemplo, Monge Ugarte o Díez Gimbernat. Nuestra automitificada democracia, elaborada en demasiada parte bajo coacción-intimidación del franquismo (por lo que, supone uno, mantiene treinta y pico años enterrados sin nombre por zanjas y barrancos a más de cien mil españoles torturados y asesinados en crímenes de lesa humanidad) no da más de sí. Creo que alguna vez —cuando seamos Europa occidental no sólo parcialmente— algunos “úmedos” serán generales honoríficos póstumos. Y los combatientes antifascistas o maquis serán reconocidos como en toda Europa, este y oeste, menos en España. Único país del Continente con la más absoluta impunidad del fascismo.

III

Estamos desolados, sí, por el in crescendo de una derechona (no hablamos de todos los conservadores) que suena simplemente a fascistoide o tardofranquista. Y vamos ya al asunto que motiva de inicio el presente artículo, veamos algunas de las perlas del coronel de marras en Levante, equivalentes a un tratadillo resumido y contundente de militarismo antidemocrático. Empiezan por la II República, “la cual se instauró por la fuerza de un golpe” (así aprueba y comparte, parece, la traición y rebelión del 18/7/36). Añade: “la República no tuvo una llegada democrática y feliz” (¡infeliz historiador don Ángel!, se diría cree que la misma llegó a tiros. A tiros llegó la monarquía borbónica con Felipe V, Alfonso XII, Juan Carlos I…). Remata con ignorancia supina: “La República no fue aceptada realmente por nadie”; y además, “insisto, no fue democrática”.

Tira también don Ángel a justificar el terrorismo de Estado y crímenes de lesa humanidad de los feroces fusilamientos y “desapariciones” franquistas, en especial durante el tiempo en que el césar-marroquí-bajo-palio y sus secuaces o esbirros estaban convencidos de que el fascismo ganaría la Guerra Mundial. Vean cómo justifica Adán esta mansalva de asesinatos: “porque muchos de los fusilados, por no decir su inmensa mayoría, tenían las manos manchadas de sangre”.

También explica el coronel, con parecida solvencia intelectual, lo felices que éramos durante la dictadura militar-católica-fascista-bonapartista de Franco: “a partir de finales de los años 50, muy pocos, por no decir ninguno, pueden quejarse de nada”. Y en cuanto al sistema autonómico: “La mayor parte de los militares vimos el Título VIII de la Constitución con profunda decepción (…) veíamos las autonomías como un peligro. El cual ahora se ha puesto claramente de manifiesto”.

Respecto al 23-F: “jamás se sabrá lo que ocurrió”. ¿Es lo que Adán querría? A lo mejor, cree que los celtíberos somos tontos y no sabemos sacar conclusiones y deducciones. Lo que más parece doler a don Ángel del 23-F no es la evidencia del terrible atraso democrático de España respecto a Europa occidental, USA, Canadá, etc, etc, no es lo grotesco de esa “tricornada” decimonónica a tiros y “se-sienten-coños”; no es lo indigno de tal contubernio entre ridículo y trágico, incluyendo el subsiguiente Consejo de Guerra amañado, manipulado desde La Zarzuela, La Moncloa, etcétera, con los cargos políticos dando instrucciones políticas a jueces y fiscales; en lo cual destacó don Alberto Oliart (y con esas, digámosles, “órdenes de prevaricar”, y con meter a España en la OTAN, se diría que acuñó méritos para ser director de RTVE a los 82 años casi. ¡Querido y esperpéntico país!).

No, sino lo que duele en lo hondo a don Ángel es que el 23-F sirvió de “excusa para constreñir al Ejército a una función técnica”. ¡Ah, qué hermosa confesión y ansia de militarismo decimonónico, de “poder militar”! Remacha el coronel con desolación: a partir o a raíz del 23-F, “se ningunea al Ejército en beneficio del poder civil del Ministerio de Defensa”. ¡Bonita idea tiene don Ángel de lo que es un Gobierno democrático! Debería documentarse sobre lo que ocurre en Alemania, Francia, Holanda, Suecia, Estados Unidos, Australia…

Tocando a la Memoria Histórica, dice Adán, “la denominación de la Ley de la Memoria la hace dudosa y sesgada”. Es, por ende, “una ley innecesaria, sectaria, que SÓLO SIRVE —mayúsculas, mías— para revivir unos dolorosísimos hechos”. Y “la retirada de símbolos del Ejército —del Ejército de media España, se le olvida, el que hizo morir, como dijera don Antonio Machado, a la otra media— es, para Adán, “una ofensa gratuita, grave e inexplicable, uno más de los numerosos agravios recibidos” por los militares de parte de la Democracia. Ya ven, según Adán hay que mantener el exhibicionismo y exaltación de “la victoria” y la guerra civil, de la traición a los juramentos y el apuñalamiento del legal y legítimo Gobierno de la República.

Hay más perlas de pitiminí en las declaraciones del coronel Adán, pero temo aburrirles. No ya su sobado odio eterno (nuevo anibalillo versus Roma) a las “hordas marxistas”, o su nesciente, en materia bélica, definición de Franco como “el general de más prestigio en el Ejército español del siglo XX” (¡el más homicida, hombre!, ¿sabrá el brillante historiador Adán quién fue el general valenciano Vicente Rojo Lluch?). Y suelta auténticas boutades estrafalarias, como la petición de “un servicio militar quizá de dos meses (obligatorio, si no entiendo mal), que sería muy provechosos para la nación”.

¡Habla tanto a humo de pajas don Ángel, sin documentarse ni siquiera en temas y leyes castrenses! Verbigracia: “los militares hemos jurado derramar la última gota de nuestra sangre en defensa de LA UNIDAD de España”, lo cual esgrime contra el Estado autonómico. Pues no se entera: él no juró tal, cuando lo hizo en 1.958, porque entonces la fórmula de jurar bandera no contemplaba tal referencia “unitaria”, que fue añadida al juramento por Ley 79/1980, de 24 de diciembre (cuando se echaba encima el golpazo militar; como una de las formillas de intentar pararlo, sustituyéndolo por el “golpe blando” de Armada con las más altas complicidades), y sólo permaneció en vigor dieciocho años y pico, hasta la Ley 17/1999, de 18 de mayo.

Me pregunto, en fin, si Adán me haría fusilar si le digo que la articulación política de España es un tema pendiente desde el Conde de Olivares y Duque de Sanlúcar la Mayor; que la II República lo iba a resolver (Estatutos catalán y vasco del 32 y el 36, y los que seguían); que Franco metió la historia entre paréntesis y a su muerte todo estaba igual pero mucho peor, lo que le hace “último” responsable de la existencia de ETA; y que la salida, a medio plazo, será el Estado Federal, en la estela confederal de los “reyes católicos” y la federal avant la lettre de la Casa de Austria. El modelo jacobino-centralista galo aquí no sirve, y menos tras las salvajadas de la dictadura franquiana.

martes, 9 de marzo de 2010

La izquierda norteamericana pierde la memoria

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ALEXANDER COCKBURN

CounterPunch

La izquierda progresista y radical estadounidense, desangrada por las persecuciones macartistas de la década de 1950, conoció en un principio un renacimiento espectacular. El 1 de febrero de 1960, infringiendo el reglamento interno que estipulaba que los negros debían comer de pie, cuatro estudiantes del liceo agrícola y técnico de Carolina del Norte se sentaron en la cafetería de la tienda Woolworth de Greensboro. Al día siguiente, fueron veinticinco. Dos días más tarde, se sumaron a ellos cuatro estudiantes blancas. Poco después, el movimiento se extendió a quince ciudades de nueve Estados del sur de Estados Unidos. El 25 de julio, luego de haber sufrido pérdidas por 200.000 dólares, la tienda (sucursal de una cadena nacional) renunció oficialmente a su reglamento segregacionista. Esos acontecimientos provocaron un verdadero sismo en el país y marcaron el punto de partida de una profunda reestructuración de la sociedad.

En abril de 1960, con el objetivo de ampliar y estructurar el movimiento, se creó el Comité de Coordinación de los Estudiantes No-violentos (SNCC, en inglés) en la ciudad de Raleigh, a 130 kilómetros de Greensboro. Bob Moses, su primer director de campaña, dijo estar impresionado por “el aspecto sombrío, el enojo y la determinación” de los activistas que contrastaban con la expresión “temerosa y servil” que mostraban las fotos de los manifestantes de los Estados del Sur.

Esa misma primavera se reunió en Ann Arbor, Michigan, la primera conferencia de los Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS, en inglés), que cumpliría un papel clave en la organización de la oposición a la guerra en Vietnam. En mayo, los estudiantes de la Universidad de California, en Berkeley, cruzaron la bahía para reunirse al pie de las escalinatas de la municipalidad de San Francisco y abuchear a la muy macartista Comisión de Investigación de la Cámara de Representantes sobre las actividades “anti-estadounidenses” ( House Committee on Un-American Activities, HUAC) . La desproporción de medios empleados por las fuerzas del orden para dispersar a la multitud provocó un vuelco en la opinión pública y puso fin a las persecuciones anticomunistas.

En cuatro breves años, el movimiento por los derechos cívicos obligó al presidente Lyndon Johnson a firmar un conjunto de leyes que modificaron la Constitución de Estados Unidos y proscribieron la discriminación racial. Desde 1965 las calles de Washington bullían con el ruido de las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. Al finalizar la década, toda la sociedad estadounidense experimentaba un profundo cambio. Una relectura escrupulosa y sin concesiones de la historia del país ponía en tela de juicio el imperio estadounidense y la Doctrina de la Seguridad Nacional: los secretos y las infamias de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) salieron a la luz; se denunciaba el uso de los conocimientos desarrollados en las universidades con fines militares; se sucedían los motines entre los soldados enviados a Vietnam; el abogado Ralph Nader y su asociación Public Citizen cuestionaban la sociedad de consumo. En 1974, el presidente Richard Nixon se vio obligado a renunciar; el movimiento de gays y lesbianas afirmaba su poderío y la izquierda parecía capaz de jugar un papel político central en las postrimerías del siglo XX.

Un cambio tan radical no surgió de la nada. Ya en 1958 se había producido un boicot a las cafeterías de Oklahoma City. Su promotora, Clara Luper, había quedado impactada por el ejemplo de Rosa Parks, célebre por haberse negado a cederle a un hombre blanco el asiento que ocupaba en un autobús, en Montgomery, Alabama en 1955. Ese acto marcó el ingreso del pastor Martin Luther King en la política. Parks y King habían participado en los seminarios de la Highlander Folk School, un instituto creado por cristianos de izquierda cercanos al Partido Comunista.

Paulatina extinción

Así, el desarrollo de las izquierdas estadounidenses en los años 1960 se inscribe en una historia de luchas por la justicia social y contra las discriminaciones raciales. Sin embargo sería víctima de su incapacidad para transformar los impulsos militantes en fuerza de gobierno. Las diferentes corrientes de la izquierda progresista se unieron durante un tiempo en torno a la candidatura presidencial del senador pacifista George McGovern, investido por el Partido Demócrata en 1972. Pero los jefes sindicales, principales proveedores de fondos de la campaña, y las instancias dirigentes del partido abandonaron a ese candidato, permitiendo así la reelección del republicano Richard Nixon. Al acceder a la Casa Blanca en 1977, el presidente James Carter adoptó las tesis del neoliberalismo y dirigió al país a una “nueva Guerra Fría” en Afganistán y en América Central, sin chocarse con la oposición de los movimientos antibélicos que pocos años antes habían celebrado la derrota de Estados Unidos en Vietnam.

La izquierda logró reaccionar en la década de 1980, organizando la resistencia a las guerras libradas por Ronald Reagan en América Central. Sostuvo también la primera candidatura seria de un hombre negro a la elección presidencial: Jesse Jackson. El reverendo baptista y militante de los derechos cívicos estaba en Memphis junto a Martin Luther King cuando éste fue asesinado en 1968. Jackson, encabezando su coalición “arco iris” se presentó a las primarias del Partido Demócrata en 1984 y en 1988 con un programa que constituía una antología de todas las ideas progresistas reivindicadas por las corrientes de izquierda desde comienzos de la década de 1960. No fue investido por su partido, pero movilizó a millones de estadounidenses.

A partir de la década de 1990, el creciente poder de las organizaciones sin fines de lucro y de las fundaciones privadas (Howard Heinz, Rockefeller, etc., que financian causas progresistas) influyó en la caída de la izquierda. Esas entidades, formadas por inversores ricos y exonerados de cargas fiscales, otorgan y retiran sus subvenciones en función de sus orientaciones políticas. Así, los medios “progresistas” y académicos deben su supervivencia financiera, sus salarios, sus locales, etc., a subvenciones que pueden ser modificadas año a año.

De tal forma, cuando en 1993 las centrales sindicales y los grupos ecologistas amenazaron con unirse para oponerse a la ratificación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por el presidente William Clinton, las grandes fundaciones caritativas intervinieron. Por entonces, los grupos ecologistas habían recibido 40 millones de dólares de varios mecenas vinculados a la industria petrolera; cerca de la mitad de esa suma provenía de la Pew Charitable Trusts. Frente a las presiones de sus financistas, los opositores al TLCAN no resistieron mucho tiempo. Al comenzar el nuevo milenio, de aquel movimiento sólo quedaban algunos grupos sin dinero, pues los otros habían sido absorbidos por el Partido Demócrata y las fuerzas neoliberales.

El movimiento feminista también se fue alejando poco a poco de las cuestiones de justicia social para concentrarse en el tema del derecho al aborto, constantemente cuestionado por la derecha. Ese movimiento, ampliamente financiado por Hollywood, y que profesaba un verdadero culto por el presidente Clinton, no se hizo escuchar cuando el mandatario aprobó la abolición de la ayuda federal a los pobres, de la que gozaba una mayoría de madres solteras. En cuanto al movimiento gay, muy radical en las décadas de 1970 y 1980, actualmente milita sobre todo por el matrimonio entre homosexuales, al que algunos de ellos ven, sin embargo, como una forma de acercamiento a los valores conservadores de la familia.

Con el paso del tiempo, las corrientes leninistas y trotskistas, que ofrecían a los jóvenes un acceso a los rudimentos de la economía y a la disciplina de una organización, se fueron reduciendo como una piel de zapa. Esa decadencia de las culturas de izquierda contribuyó a la emergencia de generaciones poco formadas para el debate de ideas, ignorantes de las lecciones de la historia y dispuestas a reemplazar el análisis de los sistemas de producción por distintas tesis conspirativas o el catastrofismo climático.

La extinción de una izquierda capaz de formular críticas dignas de ese nombre explica las reacciones exageradamente personalizadas contra las políticas desarrolladas por el presidente George W. Bush y su mano derecha, Richard Cheney, que contribuyeron a crear la ilusión de que los demócratas representaban una alternativa real de cambio, y que cualquiera de ellos serviría en 2008. Ya se trate de Hillary Clinton, que adhirió a las políticas neoliberales de la década de 1990 (entre ellas, la desregulación de los bancos), o de Barack Obama, apoyado por los aportes electorales de Wall Street. Las circunscripciones más radicales del país, a menudo con un alto porcentaje de población negra, se movilizaron a favor de Obama y seguramente le serán fieles hasta el fin de su mandato.

El actual Presidente ingresó a la Casa Blanca convencido de que la izquierda apoyaría su gestión, haga lo que haga en Afganistán, o aunque no haga nada en materia de protección social y de reforma financiera. En cierto sentido, el pobre balance de su primer año de gobierno representa no ya la herencia de Greensboro, sino la de su olvido.